Autor de una veintena de libros sobre espacios emblemáticos de Segovia, ha sido Catedrático de Historia del Arte y la Arquitectura en la Escuela de Arquitectura de Madrid; es miembro de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce y correspondiente de Bellas Artes, y fue el autor de la memoria por la que la UNESCO declaró Segovia Patrimonio de la Humanidad, el 6 de diciembre de 1985.
— ¿Cómo se gestó el expediente para que la candidatura prosperara?
— Todas las cosas tienen un principio, a veces, sin fecha concreta, porque las ideas se van gestando lentamente, como en este caso, en el que arranca de la declaración de Monumento Nacional de Segovia del año 1941; término ahora sustituido por BIC, y en la declaración de Paraje Pintoresco de 1949. Ambas hacían de Segovia un conjunto excepcional, no solo por la arquitectura sino por el paisaje. Eso fue el germen para darle una entidad mayor a una ciudad de valores universales, que es lo que reconoce la declaración de la Unesco de 1985. En esos momentos trabajaba en la Dirección G. de Patrimonio José Miguel Merino de Cáceres y se me encargó que redactara la memoria.
Pero, aún hay una génesis más profunda: la declaración del Acueducto como Monumento Nacional en 1884. La Academia de la Historia lo declaró argumentando que el Ayuntamiento hacía dejación de sus obligaciones y atentaba contra el monumento, lo cual era rigurosamente falso. Al Ayuntamiento le preocupaba, quizás no por cuestiones estéticas, pero sí porque proporcionaba el suministro de agua a la ciudad. Le satisfizo lograr el reconocimiento, pero cuando vio los argumentos tan críticos, se armó una buena polvareda. A partir de ahí, comenzaron a surgir otras declaraciones, como la Torre de San Esteban, El Parral, la Veracruz y, en el año 31, es La República la que declara más de 400 monumentos de los cuales en Segovia la lista es enorme. Curiosamente se incluyen la Catedral y todas las iglesias románicas…
