Una buena película puede acabar convirtiéndose en una obra maestra si existen una serie de detalles, de diálogos entre personajes secundarios que se convierten en auténticas lecciones de vida. Ése es el caso de Gladiator, cuando el senador Falco le habla de cierta serpiente marina al emperador Cómodo para proponerle una estrategia contra sus enemigos, que conspiraban en ese momento contra él: el bicho en cuestión permanece como muerto y su enemigo se queda asombrado ante tanta pasividad, comienza a dar vueltas alrededor de ella, a morderla débilmente para ver si reacciona… pero nada, está inerte, a su merced. O eso es lo que parece. Entonces, cuando baja las defensas el presunto cazador, el animal resucita y acaba con él en cuestión de segundos con un certero bocado mortal.
Esta escena le sobrevino a este periodista como un rayo en el ecuador del segundo bloque, el de políticas sociales, el que en teoría más favorecía al candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, en su único enfrentamiento televisado con Mariano Rajoy.
Todos los analistas coincidían en señalar que el político cántabro no tiene en la Economía, ni mucho menos, su punto fuerte. Además, tampoco le ayudaba mucho haber sido el brazo derecho de Rodríguez Zapatero y su nefasta política financiera llevada a cabo por en los últimos tres años y medio, negando la evidencia de la crisis, actuando de forma torpe y lenta, y lo peor de todo, sembrando la confusión entre la opinión pública y los mercados con comunicados, desmentidos, rectificaciones de diferentes ministros, presidente… Sobre ese punto en concreto da fe el aluvión de teletipos que, cada minuto, escupen las agencias de noticias.
Al borde del K.O.
Comenzó así el primer bloque del duelo. Rubalcaba dio la exclusiva de pedir a la UE una moratoria hasta 2015, que no les apretaran a los españoles tanto con el crédito. Por un momento pareció ser la reencarnación misma de Yorgos Papandréu. Crucemos los dedos para que ni Angela Merkel ni Barack Obama hayan estado viendo el debate y sí sepan cómo andan las encuestas de intención de voto. Tras esta propuesta, la única que realizó en materia financiera, Rajoy le acorraló y lo dejó contra las cuerdas, hasta el punto que ni le replicaba casi. Además, no le interrumpía el socialista apenas, salvo al principio o al final de sus intervenciones. Hasta ese momento había sido un partido de guante blanco. Y hasta Rajoy parecía gracioso -lástima que no lo sea- cuando le confundía deliberadamente con Zapatero.
Más de uno empezó a pensar, durante el descanso, que iba a ser una goleada en toda regla. Pero nada más lejos de la realidad. O a Rubalcaba le pusieron firme los de su equipo o, simplemente, llevó a cabo la táctica de la serpiente marina del senador Falco. Salió enrabietado y arremangado en el segundo asalto y bordeando la falta de respeto, se vistió del Zapatero de 2008 y trató de poner nervioso a un gallego que no se separaba de sus notas -quizás miró en exceso- y que no tuvo reparos en meterse en el cuerpo a cuerpo, incluso para hablar de Cádiz y sus pueblos. No le importó echarse al fango con su rival. En este sentido, y aunque perdiera por los puntos los dos últimos rounds, la paliza, y sobre todo la lógica, en el primero le bastó.
