La selección española de balonmano inició su andadura en el Campeonato del Mundo de Suecia con una cómoda victoria (33-22) sobre Bahrein, en un encuentro en el que, pese a la debilidad del rival, España nunca logró brillar. Pese a las constantes advertencias del seleccionador español, Valero Rivera, sobre la necesidad de afrontar con la máxima intensidad el choque desde el comienzo, el equipo nacional no tardó en contagiarse del deslavazado juego de su rival. Especialmente en defensa, donde la Roja concedió demasiados beneficios a un voluntarioso conjunto árabe, sorprendido de la facilidad con la que pudo atacar el marco español en los primeros minutos de juego.
Concesiones que permitieron a Bahrein, incluso, situarse a tan solo un tanto del conjunto español (8-7) superado el ecuador del primer tiempo.
Hecho que acabó por despertar definitivamente al conjunto español, al que le bastó ajustar ligeramente su sistema defensivo para escaparse en el tanteador (13-7) con un parcial de cinco a cero.
Nueve minutos en los que, por fin, España logró cerrar su portería y exhibir la velocidad, tanto al contragolpe como en rápidas transiciones, que se antojan como una de las principales armas del equipo español.
Aunque el mejor argumento de la selección nacional es el juego con el pivote, donde Julen Aguinagalde es una pesadilla para cualquier defensa, máxime si ésta es la del débil conjunto bahrainí. El jugador del Ciudad Real anotó, forzó penaltis y provocó las exclusiones necesarias para que España pusiera definitivamente tierra de por medio en el marcador. Una renta que se encargó de agrandar todavía más el extremo Albert Rocas, dispuesto a que no se note la ausencia del lesionado Víctor Tomás.
