En su viaje de vuelta a Roma tras una semana en Brasil celebrando la XXVIII edición de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco, en un encuentro con los periodistas que le acompañaban en el avión respondió durante hora y media a todas las preguntas que libremente le hicieron los reporteros, algunas delicadas, como las referentes al supuesto lobby gay del Vaticano, el sacerdocio femenino y el caso del sacerdote Battista Ricca, nombrado recientemente secretario del IOR, el llamado banco del Vaticano, que se ha visto salpicado en un escándalo de tintes homosexuales.
El Pontífice afirmó que la prohibición de la Iglesia Católica Romana sobre el sacerdocio de las mujeres es «definitiva», aunque a él le gustaría «que tuvieran más roles de liderazgo en su administración y sus actividades pastorales».
El Santo Padre explicó que «la Iglesia ya se ha pronunciado sobre esta cuestión y dice que no. La puerta está cerrada», sentenció.
Se trata de la primera vez que el heredero de San Pedro habla en público sobre la cuestión de las mujeres sacerdotes.
Además, tampoco dudó en hablar del Vatileaks, el escándalo del robo y filtración de documentos de Benedicto XVI, y el caso del prelado italiano Nunzio Scarano, acusado de fraude y corrupción en una investigación sobre supuestas irregularidades financieras del IOR. Del Vatileaks, Francisco dijo que es «un problema gordo», pero que ni se asustó cuando Benedicto XVI le entregó los documentos.
Y sobre los gay, el Papa aseguró que no juzga a los homosexuales, pero se mostró contrario al lobby gay. «En un lobby no todos son buenos, pero si una persona es gay busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El catecismo explica y dice no se deben marginar a esas personas y que deben ser integradas en la sociedad», afirmó.
Sobre la reforma de la Curia romana aseguró que no ha notado «resistencia» dentro del Vaticano y que no sabe como acabará la del IOR, pero que «lo esencial es la transparencia y la honradez». El Santo Padre se refirió a la modificación del Instituto para las Obras de Religión (IOR), envuelto desde hace años en escándalos de supuesto blanqueo de dinero, y la comisión que ha creado para que estudie qué hacer. «No sé como acabará. Algunos dicen que tal vez sea mejor (convertirlo) en un banco, otros que un fondo de ayudas y otros que hay que cerrarlo», señaló. Al ser preguntado por sus relaciones con Benedicto XVI, manifestó que le quiere mucho. «Es un hombre de Dios, humilde, que reza», y que cuando renunció al pontificado «fue un ejemplo de grandeza», porque «solo un grande es capaz de eso».
El Papa, que regresó ayer a Roma después de concluir con una gran misa en la famosa playa brasileña de Copacabana, que, según los organizadores, reunió a más de tres millones de personas, manifestó mediante su cuenta de Twitter @pontifex, que su alegría «es más grande que el cansancio».
