Mónica García Prieto, colaboradora de El Mundo y Periodismo Humano en Beirut, es una de las finalistas del Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez para Corresponsales y Enviados Especiales, que se entrega el viernes, junto a Luis de Vega, periodista de ABC; y Eugenio García Gascón, corresponsal de Público en Jerusalén. García Prieto afirma que considera su inclusión en la terna como un reconocimiento a los freelance y reflexiona sobre los acontecimientos de las últimas semanas en el Magreb, en un momento que considera “histórico para el mundo árabe”.
¿Qué ha supuesto para usted ser finalista del Premio Cirilo Rodríguez? ¿Cómo recibió la noticia y qué fue lo primero que pensó?
Fue una gran sorpresa y una inyección de ánimo en medio de un panorama algo desolador, dada la crisis de ideas e iniciativas que viven los medios de comunicación. En especial, lo fue por mi condición de freelance o periodista autónoma, que hace que carezca de un ‘colchón’ profesional y también de las consabidas palmadas en la espalda que suele recibir el corresponsal o enviado especial cuando regresa a redacción tras una cobertura. Lo considero un reconocimiento de alguna manera a los freelance, periodistas que invertimos nuestro tiempo y recursos en hacer reportajes porque creemos en el oficio de contar historias como siempre se ha hecho. Y también un reconocimiento al reportaje social y de conflictos, donde las víctimas priman más que las declaraciones de sus verdugos, cada vez más difícil de encontrar en los grandes medios.
¿Podría dedicar unas palabras a cada uno de sus dos compañeros de terna?
Ambos son magníficos profesionales y magníficas personas. He tenido la suerte de coincidir con ellos en diferentes destinos y de ambos he aprendido. De Luis [de Vega] envidio su don para la fotografía, de Eugenio [García Gascón] su dedicación y su capacidad para profundizar en un conflicto tan complejo y al tiempo tan sencillo como el que enfrenta a israelíes y palestinos. Es un honor compartir con ellos la final del premio.
¿Qué aspectos de la actualidad internacional destacaría actualmente como de importancia prioritaria?
Afortunadamente las revueltas árabes siguen en portada, y espero que sigan estando durante mucho tiempo. Es un momento histórico para el mundo árabe, donde se combinan factores que echan por tierra todos los tópicos que existen en Occidente sobre la zona. Han sido iniciadas por jóvenes sin organización política ni religiosa, en ellas tienen un papel prioritario las mujeres, desde Libia hasta Siria, y lo que les mueve es la dignidad y la necesidad de libertad, no la economía ni la política. Ellos han movido a poblaciones hasta ahora estáticas y reprimidas, han conseguido romper un muro de miedo que no se puede entender hasta que no se vive en la zona. Y sobre todo han relegado al extremismo islamista al lugar de donde nunca debió salir: un rincón mínimo de la sociedad que no puede aspirar a representar a nadie, y mucho menos a una población víctima de sus ataques.
¿Y la situación en la zona en la que actualmente reside, por otra parte una de las más conflictivas e interesantes de las últimas décadas?
Oriente Próximo está en pleno proceso de cambios gracias al levantamiento popular y es imposible saber cómo va a evolucionar. Si bien en algunos países parece muy posible que vaya a mejorar la situación para sus ciudadanos (Túnez o Egipto) en otros es muy improbable que suceda, como Siria o Bahréin. Lo más grave de todo el proceso es que se han movido los cimientos políticos en los que hasta ahora se establecía la región y eso ha puesto muy nerviosos a algunos actores: los estados del Golfo, todos suníes, han entrado en pánico tras la caída de Egipto, uno de sus socios prioritarios con Mubarak en el poder, y han intervenido en Bahrein ayudando al régimen local a robar la revolución a la población en lo que es visto por muchos otros países como una intervención sectaria. Y lo es, sin ninguna duda. El conflicto religioso que lleva enfrentando a chiíes y suníes se va a radicalizar tras la primavera árabe.
Para Israel, las consecuencias también son graves: Egipto era su principal aliado regional con Mubarak y ya no lo es, y el régimen de Jordania, que también mantenía relaciones diplomáticas con Tel Aviv, ahora está cuestionado por su población y eso le hace débil. Gaza está a punto de ver cómo acaba su cerco al menos del lado egipcio, y eso es un golpe terrible para Israel, como también lo es la reconciliación palestina. Una posible caída del régimen sirio tendría consecuencias en toda la región. Y en el Líbano… Esta zona es de una complejidad extraordinaria.
¿Cómo cree que han cambiado las nuevas tecnologías la manera de entender el periodismo? ¿y su trabajo en concreto?
La manera de entenderlo no creo que haya cambiado, sencillamente ahora hay más soportes donde acceder a la información. En mi trabajo Internet supone una herramienta imprescindible con su cara y su cruz. El volumen de información es ahora enorme, se puede acceder no sólo a datos de cualquier país o de cualquier organización o personaje, sino también a redes sociales que dan pistas sobre posibles historias. Eso por no hablar de cómo facilita la transmisión de las crónicas el hecho de que se pueda encontrar una conexión a Internet en cualquier punto del planeta, desde la región más remota de Afganistán a Irak. Pero también está la cruz: ahora nuestro trabajo es accesible por cualquiera y traducirlo es tan fácil como hacer un click, lo que hace que los regímenes puedan investigar rápidamente a los periodistas y decidir así si nos permiten o no trabajar en sus países.
No sé si sigue muy de cerca la actualidad de la profesión en España, pero la FAPE está alertando de un deterioro progresivo de las condiciones de trabajo, no solo por la precariedad, sino también por asuntos como las ruedas de prensa sin preguntas e imposiciones similares….
He apoyado mediante Twitter la campaña de no ruedas de prensa sin preguntas porque es algo que suelo practicar a nivel personal, no acudiendo a comparecencias políticas donde sé que no se nos va a permitir interrogar. Curiosamente, son los políticos españoles los más aficionados a disfrazar declaraciones de ruedas de prensa, o en todo caso a permitir un número determinado de preguntas que no suelen pasar de tres. Es una burla contra el derecho a la información de los ciudadanos en la que, desde mi punto de vista, los periodistas no debemos admitir. No somos transmisores de mensajes, para eso los políticos ya tienen sus gabinetes de comunicación.
