Los países de la OTAN acordaron ayer acelerar sus preparativos para una posible operación militar en Libia, pero pospusieron a este fin de semana cualquier decisión sobre si se usará el marco de la organización para combatir al régimen de Muamar el Gadafi.
Según fuentes diplomáticas, todos los estados miembros apoyaron que se completen los planes «lo antes posible», a pesar de que dos socios, Alemania y Turquía, rechazan una intervención extranjera en la nación africana y han dejado claro que sus tropas no participarán en ningún ataque.
Las autoridades militares de la Alianza Atlántica aún necesitan un poco más de margen para cerrar los requisitos técnicos indispensables para imponer la zona de exclusión aérea que decretó el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la resolución aprobada en la noche del pasado jueves.
Dentro del organismo se considera que la misión podría estar lista mañana, pero sus integrantes insistieron en que la estrategia de la ONU «deja abierta cualquier opción» para la aplicación del bloqueo aéreo. Cabría que la protagonizaran tanto la propia institución como varios estados de forma individual o colectiva.
Así, en el seno de la OTAN no se descarta en absoluto que una coalición de países pueda adelantarse e imponer por su cuenta la zona de exclusión, para impedir sin demora los bombardeos del régimen libio sobre los rebeldes. Con posterioridad, la Alianza Atlántica se sumaría.
Por el momento, Francia y el Reino Unido ya han anunciado el envío de aviones de guerra al Mediterráneo para comenzar a corto plazo los ataques aéreos, que se consideran necesarios para establecer el bloqueo.
Junto a ellos, varios integrantes de la Alianza, como Estados Unidos, Noruega, Dinamarca, Canadá y algunos estados árabes, estarían dispuestos a intervenir antes de que lo haga la OTAN como bloque.
Merece la pena resaltar la beligerancia de los galos, que parece no querer esperar ni un segundo para arrancar la ofensiva. El ministro de Exteriores del país, Alain Juppé, manifestó que está «todo preparado», aunque prefirió no dar detalles sobre el calendario.
Quizá para utilizar su último as con el objetivo de mantenerse en el poder, o puede que con el mero objetivo de ganar un poco de tiempo, el líder libio Muamar el Gadafi reculó ayer y prometió que la violencia de sus partidarios se detendría de una forma radical e inmediata.
Después de las decisiones que adoptó el Consejo de Seguridad de la ONU, el régimen declaró un alto el fuego, como confirmó el ministro de Exteriores, Musa Kusa.
«Tras haber visto la resolución, y tomando en consideración que Libia es un miembro pleno de la Organización de Naciones Unidas, aceptamos que es obligado actuar. Por ello, se ha dictaminado el cese de las operaciones militares».
El asunto no quedó aquí, porque los rebeldes denunciaron que esta medida no se estaba aplicando ni muchísimo menos, lo que obligó al Gabinete local a reafirmarse en su postura y garantizar su buena fe.
No obstante, la Alianza Atlántica ya no cree a Gadafi, cuya nueva versión les suena a un lobo con piel de cordero. En este sentido, su promesa de paz no hizo que el organismo cambiara sus planes.
De hecho, el secretario general de la institución, Anders Fogh Rasmussen, aseveró que hay «una necesidad urgente» de que la comunidad internacional intervenga en el territorio libio.
Las mayores reticencias a aprobar una acción de la OTAN siguen llegando de Alemania y Turquía, según fuentes diplomáticas, aunque a priori ninguno de los dos usará su capacidad de veto para frenarla.
Merece la pena recordar que todas las decisiones de la Alianza se toman por consenso, por lo que el no de un solo país bastaría para neutralizar una operación.
El grupo ya tiene desplegados desde hace varias jornadas aviones radar AWACS, que vigilan la situación en Libia las 24 horas del día, y ha concentrado en la zona central del Mediterráneo fuerzas navales que se hallaban previamente en otras áreas de ese mar.
En definitiva, da la impresión de que la única cuestión a la que falta responder es el cuándo.
