Con el omnipresente telón de fondo de la crisis económica, cuya salida solo atisba el presidente Zapatero, el Debate sobre el estado de la Nación que se inicia mañana servirá a la oposición para escenificar la soledad parlamentaria del Gobierno.
Quizá, finalmente y como resultado de los malabarismos que el PSOE lleva semanas realizando entre bambalinas para intentar convencer a quien sea de que le preste su apoyo, no falte algún guiño de colaboración, especialmente en las fuerzas de izquierdas, pero esa será solo una pequeña gota en el mar de críticas que le esperan al inquilino de Moncloa.
Las más feroces provendrán, como casi siempre, de su mayor adversario, el líder del PP, Mariano Rajoy, pero, en esta ocasión, también es previsible un notable enfrentamiento dialéctico con el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, muy despechado tras el cambio político en el País Vasco.
Por lo que respecta a los populares, están convencidos de que la situación económica es lo que más preocupa a los españoles y, por tanto, ése será el eje de su acoso, en el que expondrán la ineficacia de las medidas anticrisis del Gobierno y ofrecerán alternativas.
De ahí que las propuestas de resolución que planteará el Grupo Popular supondrán «un programa completo». Y todo ello siempre mirando de reojo a las europeas del 7 de junio.
Críticas al Gabinete se van a escuchar en boca del portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, convencido de que el camino emprendido por Zapatero para hacer frente a la crisis no es la mejor opción y que el Gobierno está instalado en el conformismo y la improvisación. Tampoco faltarán reproches al retraso del nuevo modelo de financiación autonómica, al desarrollo del Estatut, al trasvase del Ródano a Cataluña y a las infraestructuras, poco importa si el nuevo titular de Fomento, José Blanco, ha desbloqueado algunas viejas reivindicaciones, sin ir más lejos las Cercanías.
Con una «gran desconfianza» acude ERC al Debate y, aunque su intención no es hacer un frente contra el PSOE de la mano del PP, el portavoz de la formación catalana, Joan Ridao, no piensa otorgar ninguna concesión a Zapatero.
Cree Ridao que el jefe del Ejecutivo solo podrá sacar un conejo de la chistera: la oferta de un gran Pacto de Estado para las reformas estructurales del modelo económico. Si no lo hace así, el socialista se limitará a «intentar abrazarse a la oposición como un púgil al que le falta oxígeno para acabar el combate».
Tampoco permitirá IU que Zapatero se limite a poner «paños calientes» a la crisis, pero sus diputados, Llamazares y Herrera, verían con buenos ojos que el presidente hiciera un llamamiento a las fuerzas progresistas para alcanzar un acuerdo de «salida social» a la situación económica.
Serán justo esos guiños a la izquierda los que podrían suavizar la postura del BNG, aunque no bastarán para cambiar el voto negativo de Nafarroa Bai, con Uxue Barkos, y de UPyD, liderado por Rosa Díez.
