Retornó el espectáculo taurino al ámbito singular y serrano de San Rafael en forma de festival mixto taurino. La plaza de toros portátil ubicada en un lugar acogedor y saludable que conforma la zona de pinares del emblemático lugar, acogió un deficitario número de espectadores, los cuales disfrutaron de un festejo en el cual prevaleció el magnífico juego ofrecido por los erales cuajados, encastados en lo bueno y nobles sobre todo, de José Manuel Escolar, procedentes de Garcigrande, es decir Juan Pedro Domecq.
Los tres primeros novillos fueron aplaudidos en el arrastre, siendo el segundo, sobre todo, un dechado de bravura, codicioso, repetidor y noble que tuvo una muerte innoble por el reiterado fallo a espadas de su lidiador, Víctor Janeiro.
La plaza registró un tercio de aforo en una tarde calurosa. Ubicado el recinto taurino en una zona de pinares denominada Arroyo de la Hiedra donde se encuentra la Fuente de la Teja, lugar conocido así desde el siglo XIX cuando los vecinos se surtían del saludable agua manado en el referido arroyo. Presidió Diego Herranz, concejal de fiestas del Ayuntamiento. La reina de las fiestas y damas de honor ocuparon el sitial preferente en el balconcillo presidencial. El espectáculo fue amenizado por la banda de música municipal de El Espinar entonando sentidos y bien interpretados pasodobles toreros.
Curro Bedoya, cantó sobre todo a la prestancia y excelente monta del rejoneador madrileño, hijo del que fuera figura del rejoneo en las décadas de los años setenta, ochenta y noventa, el sevillano del mismo nombre. Templó y cuajó aires ecuestres en el platillo del ruedo para someter a su antagonista tras el único rejoncillo de castigo. Prendió rehiletes a una mano y un par a dos manos, todo ello ejecutando las suertes al estribo y de frente de manera loable y brillante, magnificando los embroques. Fue una magnífica actuación que finalizó con un rejón de muerte certero y suficiente. Se le concedieron las dos oreja.
Víctor Janeiro manifestó su contrariedad porque dijo que llevaba mucho tiempo sin dar un mitin semejante con la espada. “Es una lástima que lamento, porque considero que he cuajado una gran faena al bravo novillo y fallar de esa forma me sabe realmente mal”.
El de Ubrique se estiró a la verónica ligando tres lances con revolera. Quitó por chicuelinas exquisitos muletazos aportando gusto y sentimiento. El extraordinario novillo prestó repetidas embestidas, nobles y pastueñas a la cuales respondió el diestro con muletazos de largo viaje, templados y rítmicos. Tandas que enardecen el ambiente de los tendidos en faena igualmente larga y acompasada. Los naturales tuvieron sobre todo cadencia por medición y compostura torera. Grande y lucido lo realizado por el hermano del famoso Jesulín, pero rematado feamente con la tizona y cuatro descabellos. Dos avisos y silencio.
Fernando Cruz, madrileño de origen segoviano, toreó en la tierra de su madre, San Rafael. Lo hizo de forma exultante dando comienzo con tres lances de delantal y otras tantas verónicas con quite de Jaime Rodríguez con una tafallera y dos verónicas. La tauromaquia de Fernando Cruz tuvo siempre y la mantiene, una secuela de plácemes toreros del más alto nivel.
El joven diestro de San Rafael, Jaime Rodriguez, ofreció dos fases. La primera tuvo calidad y buen toreo. Cuatro lances a la verónica y tafalleras que transmitieron emotividad a los tendidos, cuajando muletazos de buen concepto. Tandas bien interpretadas con limpios muletazos por el pitón derecho. Por el izquierdo no prestaba igual juego el burel. Basó la faena por el lado más boyante por donde logró lo mejor de su labor muleteril. Luego bajó el diapasón, la intensidad, se embarulló algo y la cuestión también bajó enteros. Retenemos en la memoria lo práctico, útil y brillante de la primera fase, que fue loable y plausible. Mató de dos estocadas y tres decabellos, cumpliendo la vuelta al ruedo.
