‘Amar en tiempos revueltos’, desde hace cinco o seis años uno de los incombustibles éxitos de la televisión española, imbatible en el horario de sobremesa, es para la mayoría de sus seguidores, mayoritariamente mujeres a partir de la mediana edad, simplemente ‘la novela’, con ese eco de las telenovelas e incluso de las radionovelas de toda la vida.
Ahora ‘la novela’, cita diaria imprescindible para cientos de miles de españoles, sube a las tablas del teatro, de la mano de algunos de los protagonistas y con algunas de las tramas de la temporada pasada, centradas en la actriz Estela del Val (Cayetana Guillén-Cuervo) y su compañía; y la autora Cristina Barea, su marido Abel y el primo de éste, el escritor represaliado Salvador Bellido.
La historia, bien conocida para todos los que sigan la serie, se centra en una obra de teatro “El diablo bajo la cama”, escrita por Salvador Bellido, cuando aún está en la cárcel por sus ideas políticas, y presentada a un concurso organizado por el Ministerio de Cultura franquista con el nombre de Cristina Barea, esposa de su primo Abel. La compañía de Estela del Val se interesa en representar el texto, pero las cosas se complican cuando la censura se da cuenta de que, bajo una historia aparentemente inofensiva, se oculta una dura crítica al Régimen.
Paralelamente, como en la serie, se desarrollan varias tramas paralelas, como la historia de amor entre Salvador y Cristina; los problemas psicológicos de Abel, relacionados con la muerte de su padre; la relación entre Estela y Rosa, la joven meritoria de la compañía, que resulta ser su sobrina, la desaparecida hija de su hermana muerta; además de la propia historia de “El diablo bajo la cama”…
En definitiva, demasiados hilos argumentales para una sola obra, por mucho que haya dos horas para explicarse. Para los espectadores que no hayan seguido la novela puede llegar incluso a resultar confusa en algunos momentos, y el momento en que se resuelven, de una tacada, todas las tramas, una escena en la que Abel descubre quién mató a su padre y Adela que Rosa es su sobrina, mientras los falangistas amenazan con tomar el teatro, sólo puede resumirse con la frase de uno de los personajes: “pues vaya día que llevamos”.
Para mi lo más interesante del montaje es esa visión del teatro dentro del teatro, detalles como los personajes sentados en sus butacas viendo la representación o el escenario convertido en zona de cajas para el saludo final de los actores.
Por lo demás, los actores, encabezados por Cayetana Guillén-Cuervo como Estela del Val, están muy en su sitio, en su mayor parte exactamente en el mismo sitio que en la tele. Me gustó especialmente este Marcos de la Vega (Ricard Borrás), el director homosexual de la compañía. El vestuario está a la altura de lo que requiere el montaje y escenográficamente la necesidad de recrear distintos espacios está bien resuelta.
Curioso que parte de los espectadores, seguramente muchos de ellos seguidores de la serie, no parecían notar mucha diferencia entre un teatro y el salón de su casa, porque, al menos el sábado, no es que sonaran los móviles, es que hubo dos personas que, directamente, descolgaron y se pusieron a charlar, eso por no hablar de algún espectador entregado a desenvolver caramelos para toda la fila.
