La máquina de fútbol del Barcelona, la misma que había fabricado 39 goles en los últimos 10 partidos, decidió cerrar por vacaciones antes de tiempo y el equipo más en forma del momento se tomó ayer un respiro en la Copa del Rey.
De este modo, el Athletic y su muro salieron ‘vivos’ del Camp Nou en la ida de los octavos de final del ‘torneo del KO’, por lo que la eliminatoria se decidirá en San Mamés.
El bloque de Bilbao se llevó una igualada sin acercarse siquiera a José Manuel Pinto, pero también desdibujando al Barça sin dar patadas: se centró en defender, pero partiendo del orden, la colocación y la concentración.
De entre las opciones de ir a buscar al oponente o esperarlo en la ‘cueva’, el técnico Joaquín Caparrós escogió la segunda. Quizás porque la última referencia de un equipo que fue a jugarle al azulgrana de tú a tú la representaba el Espanyol, que encajó cinco dianas en Cornellá-El Prat.
Sea como fuere, el preparador andaluz dispuso un once poblado de centrocampistas para obstaculizar las vías de creación, sobre todo interiores, de los de Guardiola: en esencia, recurrió a un esquema de corte aguerrido con las líneas muy juntas y con Igor Martínez como sustituto del lesionado Fernando Llorente en la punta.
El Barcelona, que comenzó con David Villa y Leo Messi en el banquillo, dominó como en él es habitual desde el inicio, pero le costó mucho crear ocasiones. En las que generó, se topó con las intervenciones de Gorka Iraizoz.
No hubo ningún futbolista capaz de desequilibrar la balanza en el primer acto y, con el partido en punto muerto, el ‘míster’ de los locales no tuvo más remedio que introducir en el campo a Messi para ver si así desatascaba la situación. Su entrada por Seydou Keita animó al público, pero no trajo un excesivo aumento de la brillantez.
Poco después, Villa se unió a la causa al sustituir a un desasistido Bojan. El Barça metió una marcha más, pero su juego no alcanzó, ni de lejos, los niveles de fluidez exhibidos en el último mes y medio. Con más corazón que cabeza, la escuadra catalana trató de obtener aunque fuese siquiera una mínima renta.
En cuanto al Athletic, con las novedades de Íker Muniain por Igor Martínez como referente arriba y de Pablo Orbaiz metiendo más mordiente en la medular, permanecía inalterable en su defensa numantina del marcador, pese a que cada vez le costaba más aguantar.
Una falta centrada de Xavi, un gol bien anulado por fuera de juego a Villa y un remate a bocajarro de Gerard Piqué, que salió desviado, constituyeron las aproximaciones más peligrosas del combinado ‘culé’.
Con el pitido final de Mateu Lahoz, los ‘leones’ celebraron el empate a nada como una enorme victoria. Saben que aún hay Copa, al menos hasta que el Barcelona de las ‘manitas’ aterrice en Bilbao tras las fiestas navideñas.
