Aunque la contraofensiva de las brigadas de Muamar el Gadafi ha logrado contener el avance rebelde sobre Sirte, y los combates se han extendido a Misrata, al este de Trípoli, los rebeldes recurren con más fuerza a su munición más potente, la moral, para intentar resistir los envites gadafistas.
«El único arma que le queda a Gadafi son los rumores y las mentiras para intentar minar nuestra moral», grita un jeque desde una ventana de los juzgados de Bengasi a dos centenares de personas que responden al unísono, «Allahu Akbar» (Dios es grande).
En la plaza de los juzgados, volcada sobre las aguas del Mediterráneo, se concentran desde el comienzo del levantamiento libio, el pasado día 16, cientos y a veces miles de personas para pedir la caída Gadafi, que se mantiene fuerte en Trípoli (noroeste), Sirte (norte) y Sebha (suroeste).
«De todas formas vamos a morir hoy o mañana, así que mejor morir liberando a nuestro país», asegura un joven estudiante de medicina de 20 años Mahmud al Zaidi, que llega a la plaza con otros tres amigos con los que hoy se unirá a los milicianos que marchan desde el este del país hacia Trípoli.
Al Zaidi, con una sonrisa, que a veces parece nerviosa, sostiene que en la batalla de Ras Lanuf, ciudad que fue tomada el sábado por los rebeldes y donde ayer la aviación de Gadafi lanzó varios ataques, al menos un amigo suyo ha muerto y otro ha resultado herido.
Ali al Darrat, compañero de facultad de Mahmud, explica que han estado entrenándose durante cinco días en un cuartel de Bengasi. «Tenemos la moral alta y ganaremos si Dios quiere», revela midiendo en parte sus palabras mientras mira de reojo a sus amigos.
Acaban de escuchar al jeque, que con un chorro de voz entrecortado por la vehemencia de su discurso declara que «hoy será la batalla definitiva, porque hemos elegido liberarnos del opresor». «No daremos marcha atrás nunca. El pueblo de Sirte nos espera para que lo liberemos», dice antes de ser interrumpido, una vez más, por los atentos oyentes que corean de nuevo «Allahu Akbar».