Únicamente dos de los 25 militares del comando de los SEAL de la Armada estadounidense que mataron al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, el 2 de mayo de 2011 en su residencia de Abbottabad (Pakistán) continúan vivos en la actualidad, recién cumplidos los dos años de aquella incursión nocturna, según informó el diario italiano Il corriere della sera.
El periódico transalpino, que no cita fuentes, mantiene que, hoy por hoy, únicamente permanecen vivos dos de esos 25 soldados, después de que la mayoría de ellos perdieran la vida al estrellarse su helicóptero en agosto de 2011 en Afganistán, un siniestro que los talibán reivindicaron como un atentado suyo.
El último efectivo que ha fallecido del conocido y ya legendario Equipo 6 es Brett D. Shadle, de 31 años, quien murió hace dos semanas cuando su paracaídas falló en un salto en el desierto de Arizona. El uniformado continuaba vivo a pesar del impacto contra el suelo y las graves heridas que sufrió pero, finalmente, fue declarado cadáver cuando estaba ingresado en un hospital de Tucson. Las autoridades militares han abierto una investigación para aclarar los motivos del accidente.
Asimismo, el periodista Phil Bronstein se ha pasado casi un año compartiendo momentos con uno de los grandes héroes estadounidenses, aunque no puede dar su identidad. Solo es el Shooter (tirador): barbacoas, paseos, copas o salidas al cine, precisamente para ver la película La noche más oscura sobre la caza de Osama bin Laden. El navy Seal que acabó con el enemigo público número uno de tres tiros ya ha dejado el cuerpo, y al reportero le explica que no tiene ni pensión ni cobertura sanitaria. EEUU lo ha dejado a su suerte.
Como anécdota siempre recordará que en uno de los bolsillos del uniforme llevaba la botella repleta de orina. En el helicóptero, en medio del vuelo desde Jalalabad (Afganistán) a Abbottabad (en Pakistán, donde residía Bin Laden), sintió la presión y comprendió que necesitaba orinar. Buscó la solución sin decir nada.
«Si me hubiesen matado en una operación, mi familia estaría cobrando, pero como he vuelto, no tengo nada», confiesa. Su peripecia vital, en la que ha dejado numerosos cadáveres en el camino, todos anónimos salvo el jefe de Al Qaeda, y su desventurado retiro (desde el pasado septiembre) se recogen en un largo artículo que publicó recientemente la revista Esquire firmado por el que fuera marido de la actriz Sharon Stone.
Todo un negocio
El protagonista del reportaje reconoce que podría sacar mucho dinero si escribiera un libro sobre su gran aventura. No lo ha hecho ni lo pretende. Además de la fidelidad al juramento que hizo en su día, también le frena el miedo. Por mucho que utilizará un pseudónimo, no pasaría ni un día sin que se descubriera quién estaba detrás, como le sucedió a uno de los participantes en aquella operación. Ese colega se hizo llamar Mark Owen para firmar su No easy day, pero de inmediato se supo que el nombre verdadero era Matt Bissonnette.
Asegura que en la transición a su vida de civil solo le ofrecieron conducir un camión y para ello debía renunciar a su identidad y a sus seres queridos. No aceptó.
Las confesiones del tirador de primera empiezan recordando cómo entró en el cuerpo de la Marina. A los 19 años, su novia le dejó y le rompió el corazón. «Si no me hubiese rechazado, jamás habría matado a Bin Laden», asegura.
