Al hombre armado se le veía «muy seguro, tranquilo y bajo control, sabía lo que estaba haciendo y nos dijo a gritos que todos moriríamos», relató ayer Adrian Pracon, uno de los testigos del atentado acaecido en la isla noruega de Utoya, que se ha cobrado hasta el momento cerca de un centenar de fallecidos.
Pracon contó así los detalles del momento en el que el hombre, disfrazado de policía, entró en el campamento juvenil, donde la gente empezó a correr en busca de refugio cuando empezó el tiroteo.
El testigo relató que estaba en la cabina de información del campo cuando recibió una llamada por radio para avisarle del atentado en Oslo y de que un agente acudiría al refugio para verles, pero poco después escuchó tiros.
«La gente caía inerte delante mío. Corrí por el campamento hacia el área de las tiendas de campaña. Vi al hombre armado. Dos personas empezaron a hablarle y dos segundos después estaban muertas. Él llevaba un uniforme negro con bordes rojos. Parecía un agente nazi», aseguró Pracon.
«Al hombre armado se le veía muy seguro, tranquilo y bajo control. Parecía que sabía lo que estaba haciendo. Nos dijo a gritos que todos moriríamos. Así, empezamos a correr hacia el agua, la gente ya se había desvestido y empezaba a nadar. Yo creía que no me daba tiempo suficiente para sacarme la ropa, por lo que empecé a nadar en el agua, con la vestimenta y mis botas», agregó.
Según este testigo, el atacante le gritaba a la gente que estaba nadando y en un momento le miró a él, pero no disparó.
Pracon contó que las personas que se habían salvado de los primeras balas se escondieron entre los árboles y las rocas, pero el asesino volvió una hora después y empezó a disparar nuevamente.
«Los tiros empezaron otra vez y las personas se me caían encima, sobre las piernas, y al agua. Yo me tenía que proteger detrás de ellos, rezando de que no me viera. Pero, en medio del tiroteo, una bala me alcanzó la espalda», añadió.
Además, contó cómo a los pocos minutos, el perturbado se fue acercando a él, «podía sentirle la respiración y como paso a paso se aproximaba», relató el testigo, que aseguró haberse salvado por no haberse movido de donde estaba.
Tras pasar las horas más «angustiosas de su vida», ahora Adrian Pracon se encuentra en el hospital. «Lo peor no es el dolor físico, es pensar en cuantos amigos han muerto», concluyó.
