La Semana Santa murciana y la segoviana, en principio representantes de dos sensibilidades muy distintas desde el punto de vista artístico, se dieron ayer la mano gracias a José Antonio Postigo, que presentó en el Palacio de Mansilla su documental “Salzillo”, sobre la figura y la obra del célebre imaginero murciano, acto en el que estuvo acompañado por Juan Mariné, que se encargó de la restauración de la cinta.
Según explicó José Antonio Postigo (Cantimpalos, 1937), horas antes de la proyección del cortometraje, el proyecto nació en los primeros ochenta, unos años después de su llegada a Murcia, donde ejercía como profesor universitario, “y donde me di cuenta de que Salzillo, tan alejado de la escultura religiosa castellana, que era la que yo más conocía, era un genio y que su obra se sumaba perfectamente a la grandeza de la escultura pasional española”.
Esa devoción por Salzillo se unió al interés por el lenguaje cinematográfico que, desde muy joven, había sentido Postigo y que le llevó a colaborar, ya en Murcia, con un joven, Primitivo Pérez, “con una idea muy clara de la narración cinematográfica”. En 1983 se cumplían los dos siglos del fallecimiento del escultor, “y pensamos hacer un documental sobre Salzillo, en 16 mm, con buena música, buena fotografía…”
Según cuenta Postigo, Primitivo Pérez y él “nos fuimos acoplando poco a poco el uno al otro, yo con una perspectiva más academicista, él con una visión más fotográfica, y yo me di cuenta de que debía primar la intuición de Primitivo y hacer un docu-drama, un documental dramatizado”. Para ello no dudaron en recurrir a un gran actor, murciano, Paco Rabal, que pese a encontrarse en el culmen de su carrera no dudó en sumarse a un proyecto en el que los medios económicos eran bastante escasos.
“Primitivo dijo que si queríamos hacer un documental serio primero teníamos que fotografiar todas las imágenes de Salzillo en las que íbamos a basarnos, de manera que hicimos más de 1.500 fotografías, a tres alturas y rodeando cada talla, con la idea de ser los ojos de Salzillo mirando su obra”. El rodaje se prolongó durante un mes, en un verdadero plató por el que desfilaron las imágenes de Salzillo, reflejadas a fondo, dialogando entre ellas, “porque Salzillo era un gran director de escena y las imágenes debían comunicarse entre ellas”.
El documental, de unos 25 minutos de metraje, fue emitido varias veces en TVE y en la televisión murciana, y fue en 2003, coincidiendo con los veinte años del rodaje, cuando el Museo Salzillo se interesa por el corto. “Su directora vio el original, que estaba en muy mal estado, y la emocionó”, por lo que decidió embarcarse en su restauración.
El trabajo se encargó a Juan Mariné, uno de los máximos especialistas en restauración de cine, que dedicó cerca de 200 horas de trabajo a remozar el corto, creando una nueva versión en 35 mm. Esta versión restaurada, fue la que pudo verse ayer en Segovia, junto a un trabajo de Primitivo Pérez, en el que puede contemplarse el proceso de trabajo del propio Mariné, en la primera ocasión en éste que permitió grabarlo.
Salzillo, un escultor con vocación religiosa
Francisco Salzillo Alcaraz nació en Murcia en 1707, hijo de la murciana Isabel Alcaraz y el imaginero italiano Nicolás Salzillo, que le enseñó las reglas del modelado, la escultura y la policromía.
Educado en un ambiente religioso, se le despertó la vocación hacia el sacerdocio e ingresó en el convento de Santo Domingo, en el que permaneció hasta la muerte de su padre en 1727, cuando tuvo que dejar los hábitos para hacerse cargo del taller familiar.
Su época de mayor esplendor coincide con la de su matrimonio con Juana Vallejo; a su muerte entró en una crisis profunda, falleciendo en 1783.
En relación con la religiosidad en la obra de Salzillo, José Antonio Postigo comenta que su obra le ha servido para reafirmar su idea de que la civilización europea “tiene una base incontestable sobre las creencias cristianas”. “Aunque no se sea creyente, hay que admitir que los sentimientos cristianos han estimulado de forma absolutamente admirable a miles de creadores, como Bach, o el propio Salzillo”, sostiene.
