El retablo barroco del altar mayor de la iglesia parroquial de San Sebastián, en Revenga, ha recuperado el esplendor perdido con el paso de los años debido a la acumulación de suciedad: polvo, humo, etc., a la humedad y otros desperfectos.
Las restauradoras segovianas Clara Delgado Fernández y Virginia Muñoz Herrero han dirigido el equipo técnico que ha trabajado en este retablo desde octubre y hasta hace unos pocos días, finalizándolo a tiempo para la festividad de San Sebastián, el 20 de enero.
La donación económica de un mecenas, un particular que prefiere permanecer en el anonimato, ha permitido esta intervención, que no es la primera de las dos restauradoras en Revenga, donde su trabajo es reconocido tanto por el Obispado como por los vecinos. De hecho, fue la restauración de la imagen de Santa Águeda en 2013 para las aguederas de esta entidad local menor, perteneciente al municipio de Segovia, la que puso en contacto a ambas con su patrimonio religioso.
Delgado y Muñoz explican que en todo momento la intervención ha contado con la aprobación y supervisión de la Delegación de Patrimonio del Obispado de Segovia y comentan que el retablo se encontraba especialmente dañado en su parte superior, probablemente por alguna gotera aunque no descartan también por mala factura del mismo.
Su trabajo, de forma resumida, ha consistido en la consolidación del retablo, limpieza de barnices y repintados y reintegración cromática, para finalizar aplicando una capa protectora de barniz.
Los vecinos de Revenga que han visto el resultado se han mostrado muy satisfechos con este trabajo y muchos se han quedado sorprendidos al descubrir la viveza de algunos colores en elementos que estaban muy ennegrecidos.
Esta restauración ha incluído también la tabla de un Calvario situada en la zona superior del retablo y la de dos imágenes laterales, además de la del patrón San Sebastián.
INTERVENCIONES Una parte importante de la restauración ha consistido en el fijado de oros y policromía, antes de la consolidación material de las piezas. Se trata de una tarea delicada ya que la fragilidad de los oros hace necesario una protección previa.
La limpieza realizada ha sido exhaustiva, mediante el uso tanto de brochas como de aspiradores y también se ha procedido a la desinfección total de la madera como medida de prevención, aplicando un producto especial con brocha.
La policromía tenía repintes puntuales que se daban a los oros para que brillasen con más intensidad pero se trata de purpurinas que envejecen muy mal, ya que en pocos años adquieren una tonalidad verdosa, oscureciéndose y estropeando considerablemente la visión de la pieza, según apuntan las expertas. Sin embargo, la limpieza de policromías en ningún caso debe ser profunda, añaden, “pues ha de conservar el aspecto superficial, o ‘patina’ ocasionada con el paso del tiempo”. Se trata de un trabajo complejo en el que se deben evitar áreas con problemas de adhesión o partículas desprendidas.
Se ha tratado de aplicar técnicas para permitir la conservación del retablo, pues la acumulación de polvo, hollines y deposiciones favorece la humedad y la actividad de microorganismos (hongos y bacterias) que acaban produciendo pudrición y, en consecuencia, la descomposición de la madera.
Para la reintegración cromática han usado diferentes técnicas, en función del material y los adornos pero la prioridad siempre ha sido el máximo respeto al original. La policromía de las imágenes ha sido estucada y reintegrada, para recuperar la lectura estética.
Para próximas intervenciones quedan ahora pendientes los retablos de las capillas laterales, que ahora, ennegrecidos, marcan la diferencia con el recuperado en el altar mayor.
