Cerca de un centenar de personas, pertenecientes a la práctica totalidad de realidades de la iglesia diocesana en Segovia, dedicaron ayer la jornada a realizar su particular «debate sobre el estado de la diócesis» en la Asamblea celebrada ayer en la Casa de Espiritualidad «San Frutos».
El trabajo de la asamblea giró en torno al documento previo elaborado con las respuestas del cuestionario que la diócesis envió a parroquias, asociaciones, movimientos, congregaciones y consejos de toda la provincia en el que se realiza un completo y detallado análisis de la situación de la Iglesia en Segovia, no exento de autocrítica ni de propuestas de soluciones de cara a los retos que ofrece la nueva evangelización.
En las 12 páginas de la síntesis de las aportaciones que recoge el documento, la diócesis analiza la situación de la comunidad, los distintos carismas y el testimonio de fe en medio de la sociedad segoviana. En el primer apartado, los cristianos reclaman «avanzar en corresponsabilidad» a la hora de comprometerse en las labores de difusión del Evangelio. En este sentido, destacan la existencia de «diferentes grados de pertenencia a la parroquia» que a su vez establecen dos concepciones distintas de participar: una mayoritaria que presta «servicios sacramentales» y otra minoritaria con personas que viven la fe de una manera más comprometida.
En este sentido, el documento recomienda «saber ver y reconocer la realidad» para encontrar un lenguaje «adecuado» para llegar a la sociedad. Para ello, reclaman dar «pasos serios y reales de corresponsabilidad entre todos los miembros de las comunidades de la diócesis», así como generar «espacios de encuentro y hermandad» capaces de atraer a los cristianos «desencantados».
Desde el punto de vista de los carismas, el documento critica la «pastoral de complacencia» basada en mantener el actual estatus de las parroquias y arciprestazgos, y reclama que los párrocos sean capaces de «delegar en los laicos y éstos en su conocimiento mutuo para descubrir nuevos ministerios para su comunidad cristiana.
Asimismo, abogan por potenciar la figura del sacerdote como un hombre «cercano, atento a las necesidades de los feligreses, abirto a innovaciones y cambios y con capacidad de liderazgo y de servicio». En cuanto al testimonio, el documento reconoce la necesidad de «adecuar el lenguaje del mensaje evangélico a los múltiples lenguajes actuales», para romper «esquemas prestablecidos de visiones tópicas y estereotipadas sobre la Iglesia».
Además, defiende la necesidad de crear un modelo de organización «flexible» que reestructure la diócesis en grandes zonas de servicios pastorales -tres o cuatro en la capital y cinco o seis en la provincia- con agrupación de sacerdotes, así como la potenciación de las Unidades Parroquiales de Acción Pastoral (UPAS).
Un programa de Gobierno.- El obispo de Segovia, Ángel Rubio Castro, abrió la asamblea con un discurso en el que encauzó el trabajo posterior trazando las líneas fundamentales de lo que debe ser el «programa de Gobierno» de la diócesis para el futuro, parafraseando al papa emérito Benedicto XVI en su primera intervención cuando accedió al pontificado. El prelado diocesano señaló que Segovia necesita «poner en pie unas comunidades cristianas verdaderamente entusiasmadas con Cristo, conscientes de su significación como Hijo de Dios encarnado para salvar la humanidad entera», y aseguró que este paso «no sería realista si no tuviéramos en cuenta los muchos cristianos sinceros que hay en la Iglesia. Es preciso llamarlos, convocarlos, hacerlos verdadera comunidad, en las parroquias, en la iglesia local, dentro de la comunión católica, y esta tiene que ser la aportación de los Nuevos Movimientos. Si no podemos renovar la Iglesia en su conjunto, comencemos por crear pequeñas comunidades realmente convertidas». También realizó una encendida defensa de la necesidad de la unidad, y aseguró que «si las divisiones históricas entre cristianos han sido y siguen siendo un gran inconveniente para la misión, es evidente que la actual división entre católicos, el disentimiento habitual, el olvido y menosprecio del magisterio del Papa y de los Obispos, están debilitando gravemente cualquier empeño evangelizador a largo alcance».
