Desde hace varias temporadas, la Gimnástica Segoviana ha ido creándose una identidad propia, la de apostar por el fútbol de toque fuera quien fuera el rival, jugara en el campo que jugara. Parece ser, por lo visto en estos cuatro encuentros que el equipo lleva jugando en Segunda B, que esa identidad sólo vale para la Tercera División, porque en la categoría de bronce del fútbol español a lo que hay que jugar es al patadón y a correr como pollos sin cabeza. ¿O quizá no?
Quizá en este fútbol más pragmático que romántico, lo que prime sea plantear los partidos como batallas en las que el desprecio al balón es absoluto, y lo único que hay que hacer es correr y correr detrás de la pelota, o del marcaje de turno. Si el balón llega a la defensa, patadón y que la busque el delantero. Si el balón llega a los mediocentros, patadón y que la busque el delantero. Y cuando el balón llega al delantero… ¡ay! éste está tan cansado de pelear con los centrales que apenas puede controlar, intentar un regate y chutar a puerta… siempre que ese delantero no sea Fran Dorado, en cuyo caso el aficionado deberá sumar dos regates más a la ecuación.
Es muy respetable que Paco Maroto quiera apostar por el patadón en lugar de por el toque, que al fin y al cabo quien se juega el puesto si las cosas van mal es el entrenador. Pero si quieres jugar a “eso”, lo más normal es que pongas sobre el terreno de juego a gladiadores poderosos físicamente, y no a Agustín en la mediapunta y a Fran Dorado como hombre de referencia. Aunque casi mejor dejaremos para capítulo aparte las posiciones de los jugadores, con un interior derecho jugando de delantero, con un mediapunta jugando de mediocentro, y esos bonitos inventos tácticos que en Tercera División funcionaron a medias, y en la Segunda B sirven, hasta la fecha, para bastante poco.
Es posible que la crítica parezca excesiva para el rendimiento que ha ofrecido la Segoviana en este arranque de competición, con cuatro puntos de doce posibles. Pero es precisamente ese arranque el que puede llevar a engaño. La Segoviana empató el primer partido ante un recién descendido de Segunda en plena crisis de identidad, ganó a la Ponferradina gracias a un penalti por una mano inocente de un defensor y un gol de los que se ven uno cada 30 años… y ya está, porque el Mirandés le superó con toda justicia, y ayer la Gimnástica de Torrelavega le venció haciendo lo justo para llevarse los tres puntos, entendiéndose como “lo justo” defender con cinco, atacar con otros cinco y llevar el partido al terreno físico, donde se movió con soltura.
Al aficionado azulgrana no le sorprende ver a Pablo Morales enviando la pelota en largo, al fin y al cabo la Segoviana no le fichó precisamente por sus dotes técnicas. Pero sí produce un cierto sonrojo ver cómo los jugadores que tienen que iniciar el juego gimnástico están más ocupados de lanzar el balón al aire y no perder su posición, que de tocar la pelota al compañero más cercano y obligar al contrario a desgastarse en la presión.
Jugando al patadón la Segoviana creó dos ocasiones de gol en el primer tiempo. La primera de ellas llegó por medio de Fran, que por lo menos no ha cambiado su forma de jugar. El (ayer) delantero azulgrana enganchó un lanzamiento desde 35 metros que no se coló en la portería de Iván Crespo de puro milagro. Como se decía anteriormente, goles como el que David Terleira le hizo a la Ponferradina sólo se ven uno cada mucho tiempo.
La segunda ocasión la tuvo Font, del que todo el mundo habla maravillas, pero que hasta la fecha no ha hecho mucho más que el resto de sus compañeros. Tras una pared con Fran, el interior derecho gimnástico encaró al portero, pero éste le ganó la partida, desviando su lanzamiento lo justo para evitar el gol. El resto de los primeros cuarenta y cinco minutos se movieron entre el espanto y el horror, con una Gimnástica de Torrelavega que no lanzó entre los tres palos de la meta de Durán ni una sola vez, y una Segoviana que tampoco lo intentó mucho más.
Con todo lo que habían corrido ambos equipos en el primer tiempo, lo más normal era que pasara lo que pasó en el segundo acto del choque, que el cansancio comenzó a hacerse patente en las piernas de los jugadores, aunque a quien más se le notó este cansancio fue a los de casa, que comenzaron a desajustarse en defensa de forma peligrosa. La Gimnástica de Torrelavega, que no había hecho nada más que correr en el primer tiempo, se dio cuenta de que (además) podía jugar con la pelota, y en cuanto lo hizo llevó buena dosis de peligro sobre la portería de un David Durán que en ocasiones pareció un juvenil en lugar del portero veterano del equipo.
La entrada de Mariano por un desaparecido Agustín revitalizó durante diez minutos el juego azulgrana. Así, Fran encontró un socio para poder tirar los desmarques, y en el primero de ellos consiguió driblar a Iván Crespo, pero su posterior remate lo sacó un defensa de la raya. Poco después, el mismo Fran empalmaba demasiado cruzado un buen envío desde la izquierda.
Con el partido a punto de descoserse, ya que en la Segoviana Ricardo ya no llegaba a casi todo, y Roberto no terminaba de enterarse de que el árbitro no pitaba los contactos con el cuerpo, la apuesta de Maroto fue la de dar entrada a Maikel en el mediocentro en lugar de confiar en Anel, con lo que el equipo no mejoró en la posesión del balón, y por contra siguió disolviéndose en el centro del campo. Tanto fue así que, a poco del final, Alex perdió el sitio tratando inútilmente de llegar a un balón, hubo un centro desde la banda derecha, y Pablo, en su intención de despejar, llevó el esférico dentro de la portería azulgrana. Casi no hubo tiempo ni para lamentarse de la derrota. Apelar a la mala suerte es lícito, pero no exacto. A veces es preferible perder siendo tú mismo que empatar tratando de ser otro distinto. Es cuestión de elegir.
