El futuro Museo del Torreón de Lozoya, que exhibirá parte de la amplia colección de arte que amasó durante décadas la extinta Caja Segovia, abrirá sus puertas a principios de 2016, una vez que se ejecuten diversas obras de acondicionamiento interior destinadas a habilitar el espacio museístico. Este es el propósito de la Fundación Caja Segovia, el organismo heredero de la extinta entidad de ahorro, que trata con este ambicioso proyecto ‘rentabilizar’ su edificio más emblemático y los ricos fondos artísticos que recibió de la Obra Social.
Previo pago de una entrada, el público podrá visitar el Museo permanente, recorrer el interior del inmueble, incluída la torre y el jardín, y, en su caso, disfrutar también de la exposición temporal que se ubique en la planta inferior, la de las Caballerizas. La apertura del Museo no supondrá ningún obstáculo al alquiler del Torreón para la celebración de eventos privados, un proyecto puesto en marcha en marzo y con escaso éxito hasta el momento. Las salas que albergará el espacio museístico y el propio espacio del jardín podrán ser alquiladas para eventos privados, aunque, necesariamente, deberán velar por la necesaria protección de las obras de arte del espacio.
Con la apertura del Museo y, de forma paralela, con el posible alquiler para encuentros empresariales y sociales de sus salas, la Fundación busca aumentar sus ingresos y paliar así su precaria situación económica, amenazada por la hipoteca que pesa sobre el Torreón, por el préstamo que Bankia concedió a Caja Segovia para saldar una deuda tributaria, un asunto que investigan los tribunales.
La Fundación ultima el proyecto expositivo y, al mismo tiempo, el de reforma interior del inmueble que lo haga posible, con el desafío de buscar financiación para ahorrar costes a sus mermadas arcas. La obra contempla la mejora del sistema de iluminación, trabajos de pintura y la eliminación de algunas barreras arquitectónicas para permitir el acceso al público en condiciones de seguridad. La intención es ejecutar esta pequeña reforma antes de que acabar el año.
El Museo permanente se ubicará en la planta ‘noble’, la segunda, que responde todavía a los criterios de decoración “de los años setenta” que implantó Caja Segovia cuando adquirió el Torreón, para salvarlo de la ruina y rehabilitarlo, en 1969. “No será una reforma muy grande, puesto que los espacios son amplios y no hay grandes barreras ni impedimentos para desarrollar aquí un proyecto expositivo, en el que se vamos a integrar bastantes piezas de la colección de la Fundación Caja Segovia”, explica el coordinador de actividades culturales de la Fundación, Rafael Ruiz.
Aunque la ‘zona noble’ que albergará el Museo suma casi 500 metros cuadrados, la colección de arte es tan extensa que se impone una obligada selección. Así, el espacio exhibirá una selección de las 3.500 piezas artísticas heredadas de Caja Segovia, aunque “nos gustaría que fuese un museo muy vivo, que en un momento dado pudiéramos cambiar parte de esa muestra permanente para dar al público un continuo aliciente para visitarlo”, explica Ruiz.
El también académico de San Quirce avanza que el Museo contará con una primera sala destinada a introducir al visitante en el origen de la colección, la labor de mecenazgo que ejerció Caja Segovia; que se emplazará, casi previsiblemente, en la ‘Sala Chicharro’ , una gran sala de reuniones con una mesa central, denominada así porque casi todos los cuadros que decoran sus paredes son de Eduardo Chicharro y Agüera y Eduardo Chicharro Briones, padre e hijo.
La mayor parte de las piezas de la colección fueron adquiridas con el fin de “amueblar” los espacios propiedad de la entidad de ahorro, caso de las salas nobles del Torreón, donde se alojaron muchos empresarios, a quienes invitaba Caja Segovia o el Ayuntamiento para “que instalaran industrias en la ciudad”. Así, el edificio fue dotado de dormitorios, cocina y baños, espacios que se conservaron hasta hace una década.
“El equipamiento que tenían estas salas no surge con la idea de hacer una colección, con un hilo conductor muy definido, sino más bien con un criterio de amueblar”, insiste Ruiz, que explica que fue en la década de los setenta cuando se empezaron a adquirir piezas, en subastas, y a particulares, caso de los óleos de Eduardo Chicharro, padre e hijo, que adquieren directamente a la familia de los pintores. Asimismo, hay piezas que Caja Segovia encargaba a los artistas ad hoc para decorar un determinado espacio de la entidad, como los cuadros que pintó Ángel Cristóbal Higuera para decorar el patio de operaciones de la desaparecida entidad de ahorro. Otras obras de arte han llegado a través de cesiones y donaciones, caso de las piezas que dejaban los artistas que participaban en exposiciones temporales del Torreón.
