Liquidadas las opciones del peligroso CSKA de Moscú en semifinales, el Barcelona tiene hoy el reto definitivo para convertirse en un equipo de referencia, para ello deberá derrotar al Olympiacos, un conjunto con tantos recursos como los azulgrana, en la final esperada por el mundo del baloncesto.
Será la tercera vez que los catalanes se juegan el título en la ciudad de la luz. En las dos anteriores, la cosa acabó mal. Dos derrotas, una frente al poderío del Pop 84 Split de Kukoc (1991), y la segunda, la más amarga, tras un tapón ilegal del jugador de Panathinaikos Stojan Vrankovic (1996).
Pero este Barcelona parece dispuesto a acabar con viejos fantasmas. Entre la calidad de Navarro, Mickeal o Lorbek; destaca la ambición de Ricky Rubio y la dirección de Xavi Pascual, un joven técnico que ha conseguido que el baloncesto continental mire hacia el Palau Blaugrana.
Ricky y Xavi son fundamentales. El base, porque le ha dado al equipo un plus que no tenía. Con 19 años, ejerce de veterano, y disfruta con la posibilidad de ir aumentado su palmarés en Europa, mientras desde Estados Unidos miran satisfechos los progresos de un jugador que acabará en la NBA.
Del Barça que perdió el año pasado en Berlín al que jugará hoy hay un notable trabajo técnico y un aprovechamiento de los recursos y de las nuevas posibilidades que se ofrecen con un jugador de la polivalencia de Pete Mickeal.
Ya el equipo no depende tanto del acierto exterior de Juan Carlos Navarro. Ante los rusos, por ejemplo, Ndong explotó su tiro desde cuatro metros; Lorbek su capacidad de rebote y Fran Vázquez su carácter intimidador.
Con todos esos argumentos, el Barça afronta con optimismo el partido, a pesar del enorme potencial del adversario.
Enfrente tendrá un bloque con tantos o más recursos. Olympiacos dispone de un gran director de orquesta (Papaloukas), de grandes tiradores (Teodosic), del máximo anotador de la Euroliga (Kleiza), de jugadores versátiles (Childress).
Entrenado por Panagiotis Giannakis, el conjunto hereda el carácter de su entrenador, pero dispone de muchas dosis de calidad. Tiene los mismos perfiles de juego del Barça, se mueve bien en partidos a pocos puntos y es capaz de sacar un gran rendimiento cuando los números se disparan.
Será la decimotercera batalla entre ambos en un duelo europeo y hasta ahora el Barça domina por ocho a cuatro. Sin embargo, la única vez que se han medido en una final, en la de 1997, los griegos ganaron con solvencia (73-58).
