Muy raras veces la normalidad es noticia. Pero ayer, en el Día de la Fiesta Nacional, sí. Hubo novedades en el desfile militar de este año, el último que organizaba el Gobierno de Zapatero. Como el recorrido. En esta ocasión, las tropas desfilaron desde Atocha a la Plaza de Colón, lo que supuso 600 metros más que en ediciones anteriores. Además, hubo 10 pantallas gigantes a lo largo de su extensión, no solo para que más ciudadanos pudieran ver los actos principales, sino también para pedir silencio. Se intentaba evitar así que se escuchara el estruendo que supuso otros años los abucheos al presidente del Ejecutivo. No obstante, la ministra de Defensa, Carme Chacón, negó que los cambios pretendiesen esconder los pitos.
Mientras, Don Felipe expresó su satisfacción con la nueva organización. En su opinión, «ha sido mejor que el del año pasado».
Con estos cambios, a las autoridades e invitados en las tribunas situadas en la Plaza de Neptuno les llegaron lejanamente las repulsas contra Zapatero. Además, y también para evitar los gritos, el inquilino de La Moncloa no fue nombrado por megafonía cuando acudió a recibir a pie de coche al Rey y al resto de la Familia Real. En 2010, en cambio, en cuanto sonó su nombre, estalló la tormenta.
Otra de las novedades fue que el Rey pasó revista a la tropas en un jeep. Pasadas las 10,30 horas, cuando llegaron Sus Majestades, comenzó la celebración. Don Juan Carlos recibió honores militares y por primera vez observó un batallón de la Guardia Real a bordo de un vehículo militar descapotable.
El jefe del Estado, que aún se recupera de la operación a la que se sometió el pasado 5 de septiembre para que le repararan el tendón de Aquiles de su pie izquierdo -y otra de rodilla el 3 de junio-, aseguró, «la vuelta a la rutina es pesada, pero va todo bien».
En la tribuna presidencial este año se colocaron sillas. Así, el Rey, que lució uniforme de gala del Ejército de Tierra, asistió sentado a gran parte de la parada. No obstante, el Monarca, y el resto de autoridades, permanecieron en pie en los momentos más solemnes. Y en la recepción, que no tuvo besamanos, estuvo más de una hora forzando. Todo un ejemplo de entereza y profesionalidad.
Pero no todo fueron parabienes. Algunos militares de alta graduación criticaron que la zona presidencial cambiara de sitio, lo que «deslució» la parada. Además, llamó la atención que el desfile aéreo ocurriera a espaldas de algunas tribunas.
Por otro lado, un total de cinco ministros y ocho presidentes de Comunidades Autónomas, entre ellos los dos socialistas, no asistieron al encuentro. Del Gabinete ministerial, no acudieron el portavoz y ministro de Fomento, José Blanco y los ministros de Trabajo, Valeriano Gómez; Sanidad, Leire Pajín, Medio Ambiente, Rosa Aguilar, y Presidencia, Ramón Jáuregui. Tampoco estuvieron in situ ni el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, ni el lehendakari, Patxi López, así como los jefes de la Generalitat catalana, Artur Mas; Baleares, José Ramón Bauza; La Rioja, Pedro Sanz; Canarias, Paulino Rivero; Cantabria, Ignacio Diego, y Murcia, Ramón Luis Valcárcel.
Otra circunstancia que no pasó desapercibida para muchos periodistas fue la soledad de Zapatero que, a diferencia de las anteriores citas, ya no era tan requerido en los corrillos que se iban formando. Incluso podía haberlo logrado de haber dado la noticia de que los F-18 desplegados a Libia volvían a casa. Hubiera sido una buena forma de despedirse del poder, como hizo al entrar, cuando sacó a las tropas españolas de Irak.
Misión internacional
Pero no, dejó ese honor -quién sabe si por razones de promoción- a la titular de Defensa, Carme Chacón, çAdemás, la titular de Defensa anunció que España va a retirar a los cuatro F-18 que están desplegados en la misión internacional en Libia después de que el Consejo Nacional de Transición de este país tenga ya el control de la mayor parte de su territorio.
Así, los aviones volverán a España el próximo sábado, pero permanecerán preparados ante cualquier eventualidad que pueda haber en territorio africano, y que requiriese la vuelta a la misión.
Además, comentó que su departamento «ha sido uno de los primeros en apretarse el cinturón» con el recorte del 16 por ciento del gasto en los últimos tres años. No le faltó una crítica al PP, al explicar que la mayor parte de la deuda de su Ministerio es heredada de la época de José María Aznar.
También reconoció que siente «con pena» que vaya a acabar la legislatura sin que pueda recibir a los primeros soldados que regresarán en enero de Afganistán.
