Todo listo para que el 13 de julio la Reina Sofía inaugure el Museo de la Evolución Humana, un complejo de 12.000 metros cuadrados levantado con el objetivo de explicar los entresijos del mapa evolutivo de la especie humana. Los trabajos en el interior y en el exterior se intensifican estos días, cuando resta poco más de una semana para que se inaugure. Pese a las prisas, el espacio de 6.000 metros cuadrados y las cuatro plantas en las que se distribuirán los restos y recreaciones hacen una idea de lo que sentirá el visitante, que pese a encontrarse a diez kilómetros de la Sierra de Atapuerca, podrá visualizar los yacimientos, gracias a la evocación tipográfica que está presente tanto en el exterior como en el interior del Museo, que desciende mediante suaves terrazas hasta el río Arlanzón.
El Museo de la Evolución Humana es «distinto a lo que hoy en día se entiende como museo», explicó el director gerente del sistema Atapuerca, Javier Vicente, quien considera que no hay ninguna galería en el mundo cuyo cometido sea narrar la historia de la evolución humana. Ilusionado y nervioso valora que se haya confeccionado con una museografía «de última generación», que coloca al complejo dentro de las demandas del siglo XXI.
El arquitecto responsable del proyecto, Juan Navarro Baldeweg, diseñó un espacio amplio, diáfano y luminoso capaz de sumergir al visitante en la naturaleza y hacerle interactuar por medio de salas interactivas y recreaciones visuales. Precisamente, la percepción de espacio es una de las primeras sensaciones a las que atiende quien cruza la puerta principal del museo para después pasar por los tornos y adentrarse en el que algunos han denominado como «el museo de las sensaciones».
La Sierra de los secretos
La primera parada se corresponde con la Planta 1, que sumerge al visitante en los entresijos de la denominada ‘Sierra de los secretos’. La recreación de la Sierra de Atapuerca está perfectamente lograda gracias a un juego de luces, paneles y sonidos, entre los que destaca un tablón de grandes dimensiones en el que se explica con todo lujo de detalles el árbol genealógico de la especie humana. Muy cerca, otra sala más oscura si cabe, permite al visitante profundizar en la Sima de los Huesos. Allí se instalará el Cráneo número 5 ‘Miguelón’ que se encontró en la Sima de los Huesos en 1992, y que es el resto mejor conservado del registro fósil.
La repercusión mediática de los hallazgos y el papel que en éstos jugaron los distintos equipos de excavación están representados en distintas fotografías. Aurora Martín, coordinadora del Museo, es una de las personas que se encuentra retratadas en las instantáneas. Ella fue quien dio nombre al Estrato Aurora del nivel TD-6 de la Gran Dolina, en el que el 8 de julio de 1994 se encontraron los dientes del antepasado europeo más antiguo. Entusiasmada por la apertura de un proyecto «que nadie imaginó», afirmó que el Museo es el resultado del trabajo de muchas personas.
Un piso más arriba, la Planta 0 cuenta la evolución biológica de las especies. Una recreación a escala natural del Beagle, el barco que llevó a Darwin con 22 años a explorar Sudamérica es, sin duda, uno de sus atractivos
La evolución cultural tiene también su espacio en el complejo, al que costará entrar seis euros y que dispondrá de autobuses directos para visitar los yacimientos. La Planta 1 expone las principales manifestaciones que la especie humana ha ido creando para identificarse como grupo.
Por último, el MEH ha querido dedicar la Planta 2 a los ecosistemas. La selva, la sabana y la trunda-estepa dibujan el escenario en el que el hombre evolucionó. La visita concluye, pero la reflexión comienza.
