El altar mayor de la Catedral fue ayer el punto de encuentro de la emoción y el dolor de la diócesis por la pérdida de su obispo emérito Luis Gutiérrez Martín, cuyo funeral tuvo lugar en la seo segoviana ante una amplia representación de la curia diocesana y española y por centenares de segovianos que asistieron a las exequias fúnebres por su alma.
A primera hora de la tarde, los restos mortales de monseñor Gutiérrez llegaron a la Sala Capitular de la Catedral, donde quedó instalada la capilla ardiente que hasta la hora del entierro fue visitada por decenas de personas que quisieron tributar su último adiós a quien dirigiera los destinos de la diócesis durante 12 años. A la puerta de la sala capitular, se instaló un libro de firmas donde los segovianos y representantes de movimientos, asociaciones y congregaciones de la diócesis dejaron por escrito su testimonio de condolencia y afecto hacia el prelado segoviano.
A las seis de la tarde, el féretro con los restos mortales del obispo emérito fue llevado en hombros desde la Sala Capitular hasta el presbiterio del altar mayor por varios sacerdotes diocesanos, y depositado a los pies del altar. Sobre el féretro, se depositaron la casulla, la mitra y la estola episcopal de monseñor Gutiérrez, así como el báculo que llevó durante su episcopado.
El funeral fue presidido por el obispo de Segovia, César Franco, donde participaron como concelebrantes el Cardenal Arzobispo metropolitano de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Ricardo Blázquez, el Cardenal Arzobispo emérito de Sevilla Carlos Amigo, el arzobispo de Madrid Carlos Osoro y una decena de obispos de varias diócesis españolas. También estuvieron presentes el provincial de la congregación de los Claretianos y obispo de Mondoñedo-Ferrol Luis Angel de las Heras y la práctica totalidad de la curia diocesana de la provincia, así como la presidenta de las Cortes de Castilla y León Silvia Clemente.
En su homilía, monseñor Franco Martínez resaltó la gratitud de la iglesia diocesana de Segovia hacia la labor del obispo Gutiérrez, así como su pasión por «edificar la Iglesia» desde las distintas labores pastorales que desarrolló no sólo como obispo, sino como misionero y pastor.
Además, señaló que tras «su apariencia austera se escondía un corazón tierno, sencillo, caritativo y sensible a los problemas de sus fieles», e hizo votos para que en el «atardecer de su vida» la intercesión de la Virgen de la Fuencisla y de San Frutos le lleve a disfrutar «de la gloria eterna del Padre».
La ceremonia religiosa finalizó con la inhumación de los restos mortales de monseñor Gutiérrez en la Capilla de San Pedro en presencia de familiares y curia, en el lugar que meses antes fue construido para albergar al prelado segoviano.
La Capilla de San Pedro fue fundada por Pedro de Segovia, escribano de cámara del rey Enrique IV. El retablo fue encargado a Pedro de Bolduque en 1585; presidido por las imágenes de Cristo atado a la columna y San Pedro.