Gracias a las excelentes críticas internacionales, La piel que habito, de Pedro Almodóvar, se sitúa entre las favoritas para recibir la que sería la segunda Palma de Oro para el cine español -la primera fue para Luis Buñuel-, después de los abucheos a Malick y de que Trier fuera declarado persona non grata por el festival.
Los aplausos fueron moderados y las risas durante la proyección en momentos dramáticos dieron idea de que la acogida no era unánime, pero algunos medios internacionales ya apuntan que esta 64 edición puede ser, por fin, la de Pedro Almodóvar.
Mientras en España las opiniones están más divididas, el director manchego vuelve a ser más profeta fuera de su tierra y, en el Daily Telegraph dicen de su nuevo filme: «Su primera película de terror es el trabajo de un maestro en lo más alto de su arte».
La revista estadounidense especialista en cine Hollywood Reporter también sucumbe al encanto de la parte más tétrica del otrora luminoso realizador. «Solo alguien con tanto talento como Almodóvar podría haber mezclado esos elementos sin arruinar la película (…). Nadie como él es capaz de ajustar la imaginería a las emociones». «En su primera incursión en la ciencia ficción no abandona sus temas favoritos de identidad, ansiedad y traición», prosiguen, y dicen que la cinta demuestra que, pese a todo, «es siempre un bromista».
Peter Bradshaw, crítico de The Guardian, da al largometraje cuatro estrellas sobre cinco y dice que la «aporta algo hipnótico a la cirugía porno ascética de su teatro quirúrgico de la crueldad: el latex, el acero frío y la carne. Es retorcida e insana y su coreografía de la autoposesión es magnífica».
En Time Out, con la misma puntuación, remarcan que, «de nuevo, Almodóvar revela su genio para convertir lo ridículo en sublime en este inquietante cambio de piel».
Francés de adopción, el director de Átame también es recibido con honores en su segunda casa. Le Monde describe La piel que habito como «la deslumbrante experiencia del doctor Almodóvar». Y aunque reconocen el desconcierto por los riesgos no siempre bien ensamblados, «la maestría del cineasta anima al espectador a reconsiderar el filme no como una historia, sino como un extraño y magnfico objeto».
Le Figaro es menos entusiasta y tilda al cineasta de «un Almodóvar menor» y, aunque destaca la interpretación de Elena Anaya y la factura visual del filme, considera que tiene «un guión totalmente confuso», que no es «habitado» por el genio del manchego. En un gratuito que se reparte durante el festival, le da la peor puntuación.
Desde Cahiers du Cinema le otorgan dos estrellas sobre cuatro, mientras que la máxima puntuación se la dan Le Nouvel Observateur y la revista más alternativa Les inRockuptibles y tres estrellas sobre cuatro recibe en La Croix, la revista Positif, Le parisien y Télérama.
Por otra parte, ayer llegó a Cannes la oscura, atormentada y compleja interpretación de Sean Penn en This must be the place, de Sorrentino, quien proporciona al chico malo de Hollywood la oportunidad de meterse en la piel y bajo el maquillaje de una antigua estrella del rock y cazanazis, Cheyenne, cincuentón gótico inspirado en el líder de The Cure, Robert Smith.
