Una inminente insolvencia del Gobierno no es algo extraordinario para los estadounidenses. Sin embargo, esta vez los recortes presupuestarios amenazan realmente con ahogar la economía nacional. En la campaña electoral podrían acechar sorpresas desagradables.
La carrera por la Casa Blanca toma impulso, pero esta vez los programas del presidente y candidato demócrata Barack Obama y su contrincante republicano, Mitt Romney, se ven ensombrecidos por una crisis presupuestaria del Ejecutivo sin precedentes.
De esta forma, Romney acudió ayer a Jerusalén donde, al margen de reiterar su «inquebrantable compromiso con la seguridad de Israel» y criticar de forma subliminal a su rival, se reencontró con su viejo amigo Benjamin Netanyahu.
Así, estando en Tierra Santa, el republicano intentó, también, llegar a los corazones de la comunidad evangelista estadounidense, habitualmente proisraelí, acudiendo al Muro de las Lamentaciones.
los problemas. Pero lo que ambos, tanto presidente como candidato, tienen claro es que EEUU se dirige a un escollo financiero tras el que se encuentra el abismo. Así llaman los analistas a la convergencia de medidas de ahorro, una crisis presupuestaria a largo plazo y un inminente shutdown, el cese de las prestaciones públicas por incapacidad de pago.
En las últimas semanas del año, el Gobierno alcanzará el límite de crédito legal. Y si el Congreso no aumenta ese máximo por encima de los actuales 16,4 billones de dólares (13,2 billones de euros), el país no podría pagar sus deudas.
Tras varias disputas entre republicanos y demócratas, en agosto de 2011, el Congreso decidió duros recortes a gastos internos y al presupuesto militar que entrarán en vigor a finales de 2012.
El déficit estatal anual podría reducirse en 2013 poniendo tope al endeudamiento de los 1,2 billones actuales a los 600.000 millones de dólares, en torno al 3,8 por ciento del PIB. Y como medida compensatoria a las previstas subidas de impuestos, Obama quiere extender la reducción fiscal vigente para hogares con rentas anuales por debajo de los 250.000 dólares. Los ingresos fiscales de los ciudadanos que más ganan se necesitarán para cerrar el agujero presupuestario, opina el presidente.
Republicanos y demócratas dramatizan las repercusiones de esa propuesta, que podría suponer 50.000 millones de dólares anuales para el Estado.
Aunque solo se retrasara la decisión sobre el límite de deuda, podría «aumentar la incertidumbre y perturbar a los mercados», según el Fondo Monetario Internacional (FMI). También las subidas de impuestos y los recortes podrían hacerse evidente antes de final de año, si EEUU sigue vacilando.
La pelea está garantizada, y si el Congreso no se pone de acuerdo, se ve amenazada el fin de la recuperación económica tras la crisis financiera de 2008, advierten los economistas.
