La Embajada de Estados Unidos en La Habana abrió sus puertas ayer después de 54 años, en un día “verdaderamente histórico” en el que, según subrayó el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, ni Estados Unidos ni Cuba tienen “nada que temer”. Guardias de la Marina vestidos con el uniforme de honor izaron la bandera de Estados Unidos en el mástil erigido en la explanada que preside la Sección de Intereses para elevar su rango, de una vez por todas, a Embajada en este caso.
La bandera llegó de las manos de los tres marines retirados que en 1961 tuvieron que arriarla ante la precipitada salida de Estados Unidos de la isla caribeña. Jim Tracy, Mike East y Larru Morris completaron ayer su misión. “Promesa hecha, promesa cumplida”, proclamó el jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, el maestro de una emocionante ceremonia a la que acompañó un soleado día en la capital cubana y la solemnidad de los grandes momentos históricos.
“Durante más de medio siglo las relaciones entre Estados Unidos y Cuba han estado suspendidas por las políticas de la Guerra Fría. Si estamos aquí reunidos es porque nuestros líderes tomaron la valiente decisión de dejar de ser prisioneros de la historia”, destacó. “El camino del aislamiento mutuo y del distanciamiento que Estados Unidos y Cuba han estado recorriendo estos años ya no es el correcto y ha llegado el momento de que nos movamos en una dirección más prometedora”, señaló.
pueblos vecinos Kerry abogó para que “estadounidenses y cubanos se encuentren como dos pueblos que ya no son enemigos, sino vecinos”, recalcando el “beneplácito” de la Casa Blanca a “este nuevo comienzo” entre Washington y La Habana. El secretario de Estado explicó que “la reapertura de embajadas es importante a dos niveles: para el entendimiento entre pueblos y entre gobiernos”, subrayando que ayudará sobre todo al segundo nivel, el más complicado.
Kerry, sin embargo, se mostró consciente de que la inauguración de las sedes diplomáticas —la cubana se abrió el pasado 20 de julio en Washington— sería solo el primer resultado del largo proceso de normalización de las relaciones bilaterales. “El camino hacia unas relaciones normales es largo pero precisamente por ello tenemos que empezar en este mismo instante”, esgrimió, apuntando ya a los temas que marcarán la agenda de contactos durante los próximos meses.
Así, señaló que al bloqueo económico, comercial y financiero vigente desde 1960 “ahora queda en manos del Congreso, pero su final es un paso que apoyamos desde la Casa Blanca con gran fuerza”, reiteró, arrancando el aplauso de los asistentes. Además, confió en que los cubanos puedan disfrutar pronto de lo que ha llamado “una democracia genuina”. “Los dos países tenemos mucho que aprender uno de otro, pero el futuro de los cubanos depende de los cubanos”, matizó. “No hay nada que temer”, zanjó.
La Embajada de Estados Unidos en La Habana abrió ayer sus puertas por primera vez en 54 años, culminando así el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, el primer hito del esperado proceso de reconciliación entre dos polos regionales. Otrora un muerto viviente de la Guerra Fría en América Latina, ahora el edificio de siete pisos que se levanta frente al malecón de La Habana luce engalanado para celebrar su primera fiesta en más de medio siglo: la del fin del deshielo político de ambos países.
La Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana fue durante décadas el símbolo del enfrentamiento político entre dos formas radicalmente opuestas de entender el hemisferio sur del continente americano. La Embajada se erigió en 1953 para trabajar estrechamente con el Gobierno de Fulgencio Bastista y tras el triunfo de la Revolución Cubana consiguió sobrevivir unos años hasta que echó el cierre en 1961, poco antes del fracaso de Bahía Cochinos. En 1977 reanudó su actividad como Sección de Intereses.
