Es una mujer joven, de 30 años, nacionalidad polaca, y ayer declaró como acusada en la vista oral que se celebra en la Audiencia Provincial de Segovia para esclarecer la muerte de su hijo recién nacido, cuyos restos aparecieron en noviembre de 2011 en un pinar situado junto a la carretera que comunica las localidades de Mudrián y Chatún.
Su nombre es Magda (las iniciales, M. K. Ch.) y en su declaración aseguró entre sollozos que no quería que el bebé muriera, que quería que alguien le encontrara y por eso ni le asfixió, ni le ahogó ni le causó ningún daño. Es más, a preguntas de la fiscal —que la acusa de asesinato y pide que sea condenada a 18 años de prisión— explicó que envolvió al recién nacido en una camiseta de algodón y luego en un chaleco de lana.
El relato que esta mujer, madre de otras tres niñas, hizo de lo ocurrido la noche del 30 de octubre de 2011 es estremecedor. Su propio letrado, César Fraile, anticipó al jurado que lo que pasó hace un año y tres meses “fue terrible”.
Magda había llegado a España desde Polonia en mayo de 2011 para trabajar en una nave de selección de frutas de la provincia de Zaragoza. Desde allí, a las pocas semanas y en compañía de otra mujer polaca, se desplazó hasta Mudrián, donde las esperaba un contrato de trabajo en un vivero. Reconoció que sabía que estaba embarazada de cuatro meses, fruto de su relación con un amigo polaco, aclarando que estaba separada de su marido y no mantenía relaciones sexuales con él.
Allí se alojó en una de las casas que los propietarios del vivero ponen a disposición de los empleados, donde conoció a otro polaco con el que un mes después entabló una relación sentimental. La acusada afirmó que ocultó su estado a todos, incluido éste último, por miedo a perder el trabajo, ya que necesitaba el dinero para enviárselo a su familia, especialmente a sus tres hijas que se habían quedado en Polonia en una situación precaria.
Comentó que, a medida que avanzaban los meses, su vientre estaba más abultado, pero ella explicó a quienes preguntaban que era porque estaba enferma, que había superado un cáncer de útero y retenía líquidos. La fiscal, Pilar Lajo, preguntó por qué se inventó esa historia en lugar de pedir ayuda a los servicios sociales o por qué no acudió a un centro médico pero ella declaró que tenía una necesidad muy fuerte de mantener a sus hijas y el miedo hizo que ocultara el embarazo hasta el final.
También relató que ni siquiera se lo dijo a su compañero porque pensó que éste, para protegerla y evitarla trabajos duros, podía contárselo a su jefa. Insistió en que no pensó que podían ayudarla, alegó también dificultades de comunicación debido a que no conocía el idioma e informó de que tenía planeado irse a Polonia cuando se acercase el momento del parto para entregar después al niño en adopción en su país.
Sin embargo, el parto se adelantó — “fue muy imprevisto”, dijo la acusada—. Cuando la noche del 30 de octubre iban a celebrar en su casa el cumpleaños de un amigo, empezaron las contracciones. A su novio le engañó diciéndole que le dolía el estómago y, aprovechando que éste fue a buscar un analgésico a casa de otro conocido, cogió el coche que ambos utilizaban y se alejó hasta un lugar próximo donde dio a luz a la criatura, entre pinos, “a cuatro patas” y cortando ella misma el cordón umbilical con unas tijeras que previamente había cogido.
Magda asegura que en ese momento perdió la noción del tiempo y no pudo pedir ayuda o informar a nadie porque tenía muchos dolores. Entonces empezó a empujar y al tercer empujón notó como salía la cabecita, tiró delicadamente y el niño salió sin grandes dificultades, según relató. Una vez con el recién nacido en brazos, escuchó como éste lloraba, lo envolvió y lo metió en el coche. A continuación regresó para expulsar la placenta.
El siguiente paso fue conducir por la carretera que une Mudrián con Chatún. La acusada afirmó que pensó dejar el bebé a cualquier persona, en una casa o junto a un coche, pero que sangraba mucho, empezaba a marearse y paró el vehículo y se adentró con el niño en el pinar, donde le dejó arropado en una camiseta y en un chaleco de lana. “Buscaba un sitio donde dejar al niño pero era todo bosque”, aseguró, además de añadir que estaba en estado de shock, trastornada, “no sabía qué estaba ocurriendo”.
Dice que no escondió nada, ni la placenta, ni al niño y que el lugar donde dejó al recién nacido es “un paseo donde sabía que iba gente, donde alguien le podía encontrar porque había personas que buscaban setas”. Sostiene que no se percató de que era noche plena y las posibilidades de supervivencia del niño eran pocas porque “no pensaba con claridad”.
Cuando regresó a la vivienda supo que el novio, preocupado, había estado buscándola pero se fue a la cama y dijo que quería estar sola. A preguntas de la fiscal declaró que en un momento o de la noche pensó incluso en ir a buscar al bebé pero se sentía muy débil e impotente. Además, dijo, llamó a su compañero pero estaba dormido, en otra habitación, según afirma la acusada, y no la oyó. Al día siguiente comentó que se encontraba mal y quiso hablar con su jefa pero ésta tenía que hacer un viaje a Valladolid y lo pospusieron. Esa misma tarde Magda volvió a trabajar y se comportó como si no hubiera ocurrido nada. Sin embargo, un paseante encontró la placenta y la Guardia Civil empezó la investigación, se iniciaron las sospechas, incluso de conocidos y amigos, y cuando el 5 de noviembre apareció el cadáver del recién nacido y fue interrogada, terminó por confesar.
Ayer por la tarde comenzaron en la sala de vistas los interrogatorios a los testigos, entre ellos al exnovio y a la jefa que tenía Magda en Mudrian. Ambos afirmaron que la creyeron cuando les contó que a causa de una enfermedad tenía el vientre hinchado. La segunda añadió que solo al final, cuando se descubrió la placenta, sospechó que podía haber dado a luz al recién nacido que apareció pocos días después muerto.
La ex jefa afirmó que no encontraba sentido al miedo que alega la acusada a perder el trabajo porque apenas quedaban dos o tres días para que finalizase el contrato.
