El conjunto de las cabañas ganaderas, unas con mayor intensidad que otras, está soportando en los meses recientes una de las crisis más graves de los últimos años. No se trata de la primera recesión soportada por el sector. La más cercana se produjo en 2007 y 2008, y la misma también tuvo unas causas similares: una subida de los precios de las materias primas para la alimentación animal y humana. Ahora, ese incremento ha sido de hasta un 40% en relación con la campaña anterior y la aplicación inmediata de ese aumento en los precios de los piensos. Los efectos de entonces fueron un adelgazamiento de las cabañas y recortes en algunas producciones. Hoy podría suceder lo mismo.
En esta ocasión, las razones objetivas de las subidas se hallan en la caída de las cosechas de maíz y de soja en Estados Unidos, uno de los principales países exportadores, así como por la reducción de las cosechas en los países del Este. En el marco de la Unión Europea no se ha producido un recorte en la oferta de materias primas y prueba de ello es que algunos Estados miembros como Francia o Alemania se están poniendo las botas a exportar. En España, la situación ha sido diferente al tener un recorte en las cosechas del 30% sobre la campaña anterior. Pero, este es un dato que apenas tiene importancia para justificar el comportamiento del mercado interior. España dispone de un modelo de producción que le convierte en uno de los países más importadores del mundo de soja, colza, girasol, maíz y trigos.
En la subida de los costes de las materias primas igualmente ha jugado un papel decisivo la especulación en los mercados de futuros, donde se opera solo con papeles, en función de las expectativas y donde los fondos de inversión hacen buenos negocios. En este momento, parece que, a la vista de las ya elevadas cotizaciones de los precios y las menores expectativas de subidas, los fondos se estarían retirando por lo que podría parar esa subida. En el caso de España, la situación no es tan clara en cuanto los costes pagados en el mercado interior no se hallan incluso a los niveles de los productos importados.
Finalmente, los precios elevados de las materias primas que se mantienen en los últimos años, tiene visos de mantenerse en cuanto cada día es mayor la demanda de los productos alimentarios, son más los países que mejoran sus demandas, mientras las superficies de producción en el mundo son bastante limitadas
Junto a este problema, el segundo al que se enfrenta el sector ganadero es su imposibilidad para repercutir esas subidas en los precios de sus productos. No existe una adecuada organización con fuerza para defender sus cotizaciones frente a las grandes industrias. Pero, además de ello, la ganadería se ha quedado sin los pocos mecanismos que existían para la regulación de los mercados consecuencia de las sucesivas reformas de la PAC y que servían para sostener los precios. El sector, especialmente de leche y pollo, sufre además la presión de la gran distribución para tener siempre unos precios bajos, precios de oferta o reclamo, para atraer a los consumidores y llenar con otros productos el carro de la compra.
Soluciones
Frente a esta situación cuyas causas son complejas, no caben soluciones milagrosas. En algunos subsectores ganaderos, la respuesta ya la están adoptando ellos mismos con un recorte en el número de animales como sucede en las explotaciones de leche, que es una de las producciones más perjudicadas.
Para atajar la crisis, desde la Administración se habla sobre la necesidad de que el G-20 adopte alguna decisión para frenar la volatilidad de los precios de las materias primas estratégicas como son las alimentarias y que las mismas no se vean sometidas a los vaivenes de los especuladores. Es una salida de la que siempre se habla, pero sobre la que nunca se ha adoptado un acuerdo.
Con la mirada en el día a día, se plantean otras reformas más prácticas, solo con el objetivo de aumentar la oferta de piensos. En esas dirección se reclama una tasa para poner más trabas a las exportaciones fuera de la Unión Europea de cereal comunitario, lo que perjudicaría el negocio de Alemania o Francia, justamente los dos países que más se oponen, en contra de lo que piensa España a dar una mayor libertad para la producción, comercialización e importación. Finalmente, el sector nacional también pide la posibilidad de utilizar todas las proteínas animales para la fabricación de piensos, algo que se prohibió a raíz de la enfermedad de las vacas locas en el año 2000, pero que en la actualidad se ha demostrado científicamente que se trata de productos seguros.
