Decía Mahatma Gandhi que “en cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle”.
Según el diccionario, tirano es aquel que obtiene contra derecho el gobierno de un Estado, y lo ejerce sin otra ley que su voluntad personal. Generalmente, estos tiranos gustan de aterrorizar a la población para poder abusar de su poder y tenerla sometida, y si pudieran, hasta fabricarían cadenas para aprisionar al cerebro.
Por desgracia, mucha gente se ve obligada a huir de estos países donde un solo individuo ejerce todos los poderes, porque donde la ley termina, comienza la tiranía. Por eso son conscientes de que su patria se ha convertido en un país de esclavos, como decía Simón Bolívar, y no aceptan la situación aunque sea duro abandonar la propia tierra, la tierra que te vio nacer. Las personas huyen de las tiranías, pero por desgracia no siempre es posible. En todo caso, ningún ciudadano admite alegremente un gobierno despótico porque todos los pueblos deben vivir libres de la tiranía y de la opresión. Pero tampoco hay que olvidar aquellas palabras de Goette: “solo es digno de libertad quien sabe conquistarla cada día”. Y de esto debería tomar buena nota la Sociedad Civil española, aparentemente adormecida, porque si no es capaz de reaccionar merecerá todo lo que le pase, que sin duda será grave y transcendental.
Ocho millones de venezolanos han tenido que abandonar el país donde nacieron, el país donde vivían, y también a sus amigos y todas sus vivencias, todos sus recuerdos. Además, tienen que asistir impotentes desde su exilio a un fraude electoral solamente respaldado por el poder y la violencia. No entienden, como no entendemos muchos, la pasividad de la comunidad internacional. Es cierto que una operación diplomática contra el tirano probablemente provocaría la intervención de otros países y de los otros tiranos amigos del dictador. Ciertamente eso complicaría todo, pero lo que es evidente es que hay que plantar cara al opresor. No es justo ponerse de perfil ante el mayor y vergonzoso éxodo de un país como Venezuela, y dejar que ese déspota, ese dictador, ese autócrata, se vaya de rositas después de todo el mal que ha hecho.
Por otra parte, es muy evidente que los tiranos se suelen rodear de gente que les adula, y además suelen ser personas iletradas y sin conciencia, porque la gente inteligente no los adulará y además puede que tengan la osadía de contradecir o matizar las intenciones del dictador, algo que su orgullo no toleraría nunca. Pero como los tiranos suelen ser crueles y cobardes, hay que descararlos y utilizar todos los medios a nuestro alcance, porque como enseñaba el filósofo José Ferrater Mora, “para mí, sólo es justificable la violencia contra el tirano, pues el tirano es la encarnación de la violencia y utilizarla contra él es una forma de destruirla”.
