Si algo está caracterizando estos días de estado de Alarma y confinamiento que viven segovianos y españoles es la pérdida casi total del contacto social. Una cruda realidad que no escapa, lógicamente, al día a día que viven los párrocos de la capital y la provincia, acostumbrados casi como ninguno a relacionarse con la comunidad; atendiendo sus problemas, prestando consejo y guiando a los vecinos en la fe.
Recluidos en sus casas o en la Residencia Sacerdotal, dedican sus jornadas a la oración. Es el caso, por ejemplo, del padre Andrés de la Calle, coordinador de la Unidad Parroquial del Centro de Segovia, quien vive estos días “con mucha paz y mucha preocupación”. “El momento es duro y desde mi visión de creyente me pregunto qué nos quiere decir el Señor con todo esto, pero no dejo de tener los brazos levantados pidiendo a Dios que nos ayude a todos”, asegura ante una situación que, aunque lamentable y dolorosa, está sacando también lo mejor de muchos de sus feligreses.
“Hay mucha solidaridad. Me están llamando muchas personas para decirme «¿necesita algo? Pida lo que quiera que ahora mismo se lo llevo», y es algo que es muy de agradecer. También me han escrito y me han llamado algunos niños, que es muy bonito, y que me dicen que se acuerdan mucho de mi y que me mandan mucho ánimo, como yo a ellos”, cuenta orgulloso el veterano sacerdote.
En una de sus parroquias, la de la Santísima Trinidad, un grupo de jóvenes mujeres se ha organizado para atender las demandas y necesidades de vecinos mayores o con dificultades, para llevarles a casa productos de la farmacia o de algún supermercado, al modo del servicio municipal que después ha puesto en marcha el Ayuntamiento. “Lo están haciendo muy bien porque son muy conocidas en la parroquia y a través del teléfono, de unas a otras, están haciendo servicios puntuales muy interesantes”, celebra don Andrés.
Siguiendo las recomendaciones de las autoridades, el sacerdote solo sale de casa para realizar alguna compra y para oficiar las misas–vive apenas a 40 pasos de la iglesia– que celebra en privado o a puerta cerrada, “con dos o tres vecinos que se sitúan cada uno en una punta”. De hecho, desde la declaración del estado de Alarma tampoco acude a dar la comunión a los feligreses enfermos. “Siempre estoy dispuesto a ir a verles, pero ellos mismos me han pedido que no vaya hasta que todo esto pase, por prudencia para ellos, para mí y para la sociedad; tenemos que protegernos y proteger a los demás”, asegura.
Él, mayor, es parte de la población de riesgo, pero las precauciones son generales al resto de sacerdotes, también para los más jóvenes. El padre Alejandro Rozo –36 años–, párroco de Valsaín, Revenga, Hontoria y uno de los responsables de la Iglesia de la Adoración, celebra los oficios religiosos desde su casa y los retransmite a través de las redes sociales.
“Estos días, en los que muchas veces nos invade la tristeza, el agobio y la preocupación, son un tiempo propicio para acercarnos a Dios a través de la oración, de la manera en la que cada quien pueda hacerlo, con los medios de comunicación de los que disponen tanto la Conferencia Episcopal como la diócesis de Segovia. Pero es importante quedarse en casa y que entre todos echemos una mano para terminar pronto con esta pandemia”, explica el sacerdote.
Profesor también de Religión en el IES Cauca Romana, de Coca, el padre Rozo admite que extraña a sus alumnos en estos días, aunque se mantiene activo y se comunica con ellos a través del correo electrónico. “Es una situación duro para todos, pero tratamos de animarnos y seguir con las clases”, explica.
