La soledad se puede considerar uno de los males más extendidos de nuestra época. Afecta a todo tipo de personas, jóvenes, adultos y personas mayores. Estas últimas la sufren con más frecuencia debido a su estado físico y a su situación social, que les impide relacionarse y salir más a la calle.
Cuando se piensa en los motivos que llevan a esta situación, uno puede creer que se debe al tipo de sociedad en que vivimos, que es, en general, muy individualista, pero también puede deberse a la desmembración familiar. Hoy debido al trabajo, la familia que antes servía de apoyo al individuo, se ha hecho más pequeña, de manera que en muchos casos está constituida por la pareja y los hijos, cuando los hay. Antes la familia estaba cercana y era mucho más numerosa: abuelos, tíos, primos, hermanos. Incluso ha cambiado la relación de vecindad. Hoy hay muchas personas que ni siquiera conocen a sus vecinos.
Por otro lado hay muchas personas que han tenido que emigrar o inmigrar, y se encuentran en situaciones en que no es fácil la relación con personas de costumbres, culturas, incluso lenguas distintas. A veces no son bien acogidos debido a la competitividad en los trabajos y al temor de que les puedan quitar su puesto.
Hay gente que se siente sola, porque se le ha ido pasando el tiempo y no ha encontrado una pareja, y ya le resulta difícil encontrar amigos con quienes poder salir o conversar.
Es sorprendente la cantidad de hombres y mujeres que viven solos, bien por comodidad o porque no han tenido buenas experiencias en sus relaciones de amistad. También puede influir lo que se observa en las parejas de conocidos: que muchos se separan y se divorcian con los problemas que eso conlleva y, en otros casos, la violencia que se produce en las relaciones de personas que se han querido mucho, pero que llega el momento en que ese amor ha desaparecido.
Mucha gente, pues, viven solos y son bastante autónomos y autosuficientes, pero el problema viene cuando se “sienten solos”. Esa soledad entonces deteriora su salud física y psíquica, y muchos caen en la depresión o el alcoholismo.
Y es que el hombre es social por naturaleza, como dijo Aristóteles, y cuando esta facultad no se desarrolla, aparecen problemas en el individuo.
Por eso la gente tiende al “asociacionismo” bien sea religioso o político, o también a la pertenencia a clubes culturales, futbolísticos o de habilidades artísticas.
Y, aunque al final el hombre está solo al tomar las decisiones importantes, estas estructuras de la sociedad le permiten desarrollarse más fácilmente como persona, y puede que en estas estructuras, que ha de habilitar la sociedad, esté un poco la solución a este gran mal de nuestro tiempo.
Aun así hay personas, por su edad o por su situación, que necesitan el apoyo de amigos, de conocidos o de instituciones que les hagan salir de su situación de desamparo y les hagan sentirse integrados en la sociedad de la que forman parte.
Un síntoma de esta soledad, pero a la vez también una solución que atenúa un poco el problema, es los perros o las mascotas. Cada vez se ve más gente acompañada de un perro, y esto, al parecer, les viene bien para su salud sobre todo psíquica, como aconsejan algunos médicos y psicólogos. Sobre todo los perros, también los gatos, transmiten cierto afecto y además dan mucha compañía consiguiendo que los dueños se sientan menos solos.
Si nos fijamos, la soledad se da sobre todo en los individuos más débiles de la sociedad, los más pobres, los enfermos de SIDA u otras enfermedades, los discapacitados, los drogadictos, los homosexuales ( gays o lesbianas), las personas mayores especialmente los que están en residencias de la tercera edad y no tienen parientes o familiares que los visiten, las personas que han quedado viudas en la última etapa de su vida y no tienen hijos, los marginados política y socialmente, los inmigrantes que han tenido que dejar su país, los niños abandonados en los hospicios, las personas que se han arruinado económicamente, etc.
Pero también las personas consideradas “normales” socialmente, en cualquier momento de la vida se pueden encontrar solos, bien porque se les ha muerto una persona querida o un amigo con el que hacían mucha vida social, o porque, cuando se jubila, no tiene ya contacto con los compañeros de trabajo y le cuesta mucho hacer nuevos amigos, o bien porque se ha producido un divorcio o separación de su pareja y tiene que comenzar una nueva vida.
Pero sobre todo puede haber una gran soledad en los emigrantes o inmigrantes que abandonan su pueblo o país y se marchan a una ciudad o pueblo donde apenas tienen contactos con conocidos ni familiares, y tienen que comenzar de cero en todos los aspectos de su vida. Estas personas lo tienen que pasar muy mal sobre todo en fiestas en que se reúne toda la familia como la Navidad.
Hoy día esto se ha paliado un poco, porque hay asociaciones de distintos países y a través de los teléfonos es más fácil contactar con gente del país o hacer nuevos compañeros.
Pero lo que se ve en toda soledad es que el individuo necesita al otro / o a los otros para desarrollarse de un modo psíquicamente saludable, pues es necesario hablar y comunicarse, de manera que “el otro” es como un espejo en el que te puedes mirar y así te das cuenta que existes, que cuentas para los demás, que todo el mundo tiene un valor como persona, seas alto/bajo, gordo/ delgado , guapo/feo, introvertido /extrovertido, y que formas parte de una sociedad, la del “ser humano”, y ya por ello eres importante. Pues tú puedes haber nacido en una situación determinada, pero cualquier otro individuo podía haber caído en esa misma situación. El individuo a veces no es culpable de lo que le ha pasado o le pasa. Pero, eso sí, ha de hacer un esfuerzo y tratar de revertir la situación contando con la ayuda de la sociedad en la que vive. Así llegaremos a tener un mundo mejor y con menos soledad.
Juan Barquilla Cadenas