He leído que la risa favorece al corazón y al sistema circulatorio, mejora la función respiratoria, aumenta la oxigenación, favorece el sistema inmunológico y tiene efecto analgésico porque libera endocrinas; en definitiva, relaja el organismo y nos permite adoptar una visión más optimista de la vida.
Creo que me he reído mucho en mi vida. Empezando por reírme de mí mismo que es una de las cualidades fundamentales que deben tener las personas con un cierto equilibrio emocional. Además somos muchos los que pensamos que un día sin una sonrisa es un día perdido y yo he tenido la suerte de convivir con gente alegre con buen humor y he podido disfrutar de buenas veladas en su compañía. La verdad es que son muchas las personas que siguen al pie de la letra aquel proverbio árabe: “tu buen humor es un regalo que haces a los demás”.
Y en ese sentido, el día de la “emoción” de censura, (ese sainete que no pude seguir más que en su inicio porque estaba más atento a un magnífico acontecimiento familiar), pude comprobar que aún queda algo de humor en ese hemiciclo áspero y triste en que lo han convertido los chicos Frankenstein. Da la impresión que ignoran que el buen humor es síntoma de salud mental, mientras que el mal humor hace desagradables a las personas.
El caso es que tras un discurso largo y tedioso a los que nos tiene acostumbrados el presidente del gobierno y que ya resultan infumables para la mayoría, el señor Tamames, con una guasa digna de un buen humorista, le puso un primer par de banderillas al afearle la hora y cuarenta minutos de su discurso; inmediatamente puso el segundo par al manifestar con cierta sorna que en ese tiempo Asimov explicó la historia, no solo de la República Romana, sino también la del Imperio Romano. Palabras que provocaron sonoras risas entre los diputados. Y es que resulta divertido ver cómo se puede ridiculizar a un pelmazo con una sonrisa.
Y después de decirle que da lecciones de cosas sobre lo que no se le ha pedido que informe, le aplicó una serie de estocadas sobre la Memoria Democrática, sobre la República, sobre la división de poderes, respecto de la excesiva representación electoral del separatismo, la autodeterminación, la sedición, la malversación, Tito Berni … Solo le faltó utilizar la sabiduría popular y decirle aquello de “eres más mentiroso que el Trola”, aquel personaje folclórico extremeño que miente continuamente, no es de fiar y enreda.
Todo ciertamente interesante, aunque lo más destacado a mi juicio, fue sin duda el pitorreo sobre lo de la hora cuarenta minutos; imagino que a partir de ese momento el presidente se tentará los machos antes de repetir la jugada de aburrir al personal e impedir un debate más inteligente, más vivo y más interesante; y fundamentalmente lo hará para evitar la cuchufleta que se puede organizar en los escaños al grito de “ahora el Imperio Romano”. Alguien debería explicarle que un buen discurso en la tribuna debe constar de una buena introducción, una interesante conclusión, y procurar que las dos estén lo más próximas posible.
Otro momento divertido fue la oferta de cafinitrina a Pachi López para evitarle un infarto. Como diría el dicho popular, le “moja la pólvora”, es decir, lo apacigua cuando se encuentra excitado y le hace ver lo injustificado de su enfado. Aunque si llega a preguntarle si es verdad que estuvo en el Ramsés cuando la famosa comida de los “Titobernis”, lo más probable es que Pachi se hubiera tirado directamente desde los escaños en busca de la deseada cafinitrina. Lo cierto es que sus intervenciones suelen mover a la risa por su falta de solidez y su afán de agradar y regalar los oídos al mando. Por mucho que se empeñe en que no hay caso Tito Berni, va a haber caso.
Siento no haber podido seguir más tiempo el debate porque la cosa prometía y seguro que hubo momentos divertidos. Otra vez será. Pero al margen de todo esto, debo confesar que me pasa lo mismo que a Audrey Hepburn: “Me gusta la gente que me hace reír. Sinceramente creo que reír es la cosa que más me gusta. Cura una multitud de males y es probablemente lo más importante en una persona”.
Aunque siguiendo una perversa hoja de ruta, hemos pasado de la lucha de clases a la lucha de sexos y mucho me temo que vamos hacia la lucha de familias. Cada día hay más motivos para la risa, lo malo es que será “reír por no llorar”.
