Hace unos años publiqué un artículo sobre la incorporación de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa a la Corona de Castilla. Aquel proceso político no puede ser comprendido sin atender a otro fenómeno: En las tres provincias, la anexión a la emergente potencia castellana, en competencia con el reino de Navarra, debe entenderse en el marco de la delimitación territorial, la reorganización económico social y la cristalización institucional del País Vasco. Ese proyecto geopolítico, desarrollado a lo largo de los siglos XII a XV, obedeció a una clara directriz castellana, pero fue apoyado por una parte muy significativa del entramado social vasco que buscaba prosperidad y seguridad, escapando al control de los linajes feudales de la tierra.

En mi artículo incluí un precioso documento sobre la proclamación de Isabel como reina de Castilla, que mi colega, el fallecido profesor José Ángel Lema y yo mismo encontramos en el Archivo General de la Provincia en el transcurso de una investigación. Aquel documento ilustraba lo sucedido tras la proclamación de Isabel I, en su relación con los territorios de la Corona. Estaba fechado el 14 de enero de 1475 y estaba firmado por el escribano fiel de la provincia de Guipúzcoa, Domenjón González de Andía. Relataba cómo, reunidas las Juntas Generales provinciales, antecedente institucional de la Diputación, en el campo de Basarte, entre las villas de Azpeitia y Azcoitia, se presentaron Antón de Baena y Bartolomé de Zuloaga. Llevaban una carta de la reina Isabel datada en Segovia en diciembre de 1474, en la que comunicaba a las villas guipuzcoanas que, fallecido su hermano, el monarca Enrique IV, los caballeros y prelados que con ella se encontraban, junto con los representantes de la ciudad de Segovia, le juraron fidelidad y reconocieron por reina legítima. Por esa razón solicitaba a los guipuzcoanos que procedieran de la misma manera y enviasen representantes a Segovia con tal fin, prometiendo a su vez que ella confirmaría los privilegios, buenos usos y costumbres de la Provincia. Tras oir aquello, los representantes de todas las villas … ovedesçieron e resçibieron a la muy alta e muy poderosa prinçesa e sennora donna Ysabel, reyna de Castilla e de Leon, por su reyna e sennora natural commo ha hermana legitima e universal heredera en estos dichos rennos de nuestro sennor el rey don Enrique de gloriosa memoria, cuya anima Dios aya, e al muy alto e muy poderoso prinçipe, rey e sennor, nuestro sennor don Ferrando, por rey de Castilla e de Leon, commo a su legitimo marido, goardando su hermandad e sus prebillejos e buenos usos e costunbres e libertades e franquisias. E que les prometian e prometieron la fidelidad e lealtad commo a su reyna e rey e sennores naturales, que guardaran e conserbaran su vida y real estado d’ellos e de cada una d’ellos e su serbiçio e pro.
A continuación, los caballeros e hidalgos alzaron en el mencionado lugar de Basarte tres pendones con las armas reales de Castilla y León y todos a una voz gritaron… “Castilla, Castilla, Castilla”, por la muy alta e muy poderosa prinçesa donna Ysabel, reyna de Castilla e de Leon, nuestra sennora, e por el muy alto e muy poderoso prinçipe, rey e sennor don Ferrando, rey de Castilla e Leon, su legitimo marido.
Finalmente, a través de los mencionados procuradores, los presentes en las Juntas Generales pidieron a los reyes que aprobasen y confirmasen el cuaderno de ordenanzas, privilegios, cartas y provisiones que Guipúzcoa tenía de los anteriores reyes de Castilla, así como las libertades, usos y costumbres de cada una de las villas y lugares de la Provincia.
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* Centro de Investigación de Antigüedad y Edad Media de IE University.
