La pequeña estructura del morabito que junto al calvario de piedra berroqueña y varias cruces corona el cerro de La Piedad es sin lugar a dudas uno de los parajes más emblemáticos de la capital, que además encierra una larga historia desde que el rey Enrique IV decidiera erigir una ermita en ese paraje en agradecimiento a la ayuda prestada al monarca por la ciudad para resolver un plan tramado por sus adversarios para intentar capturarle con el señuelo de acudir a una visita en el convento de San Pedro de las Dueñas, entre Segovia y Valladolid.
Seis siglos después, de la ermita sólo se conserva este pequeño oratorio construido bajo la protección y el patronato municipal a finales del siglo XVIII como testimonio de lo que fuera templo dedicado a Nuestra Señora de La Piedad, que aunque fue renovado por la familia conversa de los Coronel, fue demolido definitivamente por decisión municipal en 1788.
Aunque sin gran valor arquitectónico, la hoy conocida como Ermita de La Piedad forma parte del paisaje de la ciudad, y es el punto de encuentro de uno de los via crucis más antiguos que se celebran en Segovia durante la Semana Santa, que tiene lugar en la Parroquia de San Millán, y que se fecha hacia el año 1674, cuando por iniciativa de dos cofradías se instaló un via crucis en el camino que unía el hospital de Sancti Spiritu con el cerro de La Piedad.
Durante todo este dilatado periodo, al parecer no ha habido lugar para dilucidar sobre la propiedad de este pequeño inmueble, que actualmente languidece en un preocupante estado de conservación, que San Millán acomete una vez al año para celebrar su tradicional via crucis en la mañana del Viernes Santo. Emilio Montero, responsable de Patrimonio de la parroquia señaló que desde hace años «nos encargamos de adecentar el pequeño altar que hay en el interior, limpiar los hierbajos y eliminar las pintadas que figuran en los muros días antes del via crucis, pero lo cierto es que el templo necesita una intervención integral».
Así, la parroquia encargó un estudio sobre el inmueble a un arquitecto, que fue remitido al obispado, pero desde la diócesis no se ha dado una respuesta aún sobre la posibilidad de intervención debido a que el inmueble no está en la relación de bienes pertenecientes a la iglesia en Segovia.
Las investigaciones llevadas a cabo por Montero, apoyadas por las de otros integrantes de la parroquia, pusieron la mirada en el Ayuntamiento, donde el edificio tampoco está registrado a nombre municipal, aunque existen algunos documentos históricos que precisan algunas intervenciones realizadas por el municipio. También existen ejemplos de lo contrario, y según consta en un documento de 1826, el Ayuntamiento de Segovia respondió con un “no ha lugar” a la petición de Juan de Vallelao, vecino de San Millán y titulado como conservador del monumento erigido al “Santo Via Crucis”, donde instaba al municipio a destinar la cantidad de cien reales a sus reparos, pero el municipio desestimó la petición al considerar que el inmueble “no es privativo de la ciudad.
La tercera vía de la investigación lleva a consultar a los propietarios del terreno en el que se ubica la ermita, que es de titularidad privada, y las conversaciones mantenidas por los responsables parroquiales señalan que la ermita no figura como propiedad incluida en el terreno.
Esta indefinición acerca de la propiedad de la ermita supone un serio inconveniente a la hora de abordar su necesaria restauración, cuyo presupuesto «no sería muy alto», según explicó Montero, y cuyas obras se centrarían en la consolidación de los muros, la eliminación de las humedades y la intervención en la cubierta como aspectos más principales, conforme al estudio realizado por el arquitecto.
La parroquia espera que las pesquisas realizadas hasta el momento en el obispado y en el Ayuntamiento comiencen a dar sus frutos en breve, y confían en que los servicios jurídicos de ambas instituciones puedan dilucidar la situación legal de este peculiar inmueble, y de ahí poder abordar su restauración desde la institución a la que corresponda.
Montero sugirió la necesidad de un encuentro entre las instituciones vinculadas a este inmueble para poder llegar a un acuerdo de cesión para su mantenimiento, en el que la parroquia de San Millán está dispuesta a asumir su responsabilidad. «Creo que es necesario que se hable y se acuerde la cesión, de manera que si desde el Obispado o el Ayuntamiento consideran oportuno que lo hagamos desde la parroquia, no pondríamos ninguna objeción». A la espera de que todas las investigaciones fructifiquen, la pequeña ermita, cuya planta evoca un cierto aire oriental muy similar a las construcciones relacionadas con el Santo Sepulcro, espera a modo de cuenta atrás una intervención que garantice su consolidación, antes de que Segovia lamente la pérdida de uno de sus parajes más característicos.
Un via crucis de siglos
La historia señala que la ermita de La Piedad ha sido escenario de la celebración de uno de los via crucis más antiguos que se celebran en Segovia, probablemente el que más, según los documentos que maneja la parroquia de San Millán. Así, los primeros documentos que hablan de este rezo devocional lo sitúan en 1674, donde se fecha la instalación del via crucis y un primitivo calvario que en su origen fuera de madera. La consolidación de esta celebración llevó a las cofradías a encargar cruces de piedra de granito que son las que se conservan en la actualidad, y que están datadas en 1679, según puede leerse en las inscripciones que figuran en su base. Es curioso comprobar que no parece que hubiera otro via crucis en Segovia, salvo el que quizá existió desde la iglesia parroquial del Salvador hasta la ermita del Santo Angel de la Guarda, que se proyectó reparar en el año 1828.
