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La permacrisis y la crispanente

por Montserrat Sanz Yagüe
1 de julio de 2023
en Tribuna
Montserrat Sanz Yague
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Una bibliotecaria me regaló hace años una copia de la portada de El País del día en que nacieron mis hijos. Este año mi hija mayor cumple veinte y he revisitado la suya. ¿Es el mundo mejor o peor que en aquel 2003? Veamos. La noticia principal de aquel día era que el presidente Aznar, en su último debate sobre el estado de la nación, había presumido de “sanear las finanzas y modernizar la economía española, avanzar con el Estado de derecho en la lucha contra el terrorismo, fortalecer el papel de España en el mundo e impulsar la cohesión social y territorial”. Zapatero le acusaba de mentir y de “deteriorar los servicios públicos recortando el gasto social”. El titular es: “Aznar descalifica a Zapatero por su falta de liderazgo y este le acusa de mentir”.

La segunda noticia destacada era que Israel devuelve la principal carretera de Gaza a la Autoridad Palestina. En el artículo se comenta que “la medida supone un signo de avance del plan de paz conocido como Hoja de Ruta”.

De entre las noticias secundarias, me llaman la atención tres: “El juez de Alcorcón investiga la trama denunciada por el fiscal”, para determinar si hubo blanqueo de capitales, cohecho y prevaricación, entre otros delitos; otra afirma que “las bolsas mundiales ponen fin en junio a seis semestres de caídas”. La tercera informa de que “el gobierno impone en la reválida una prueba oral de idioma extranjero”. ¿Cómo? ¿Quiere usted decir que lo de la crisis económica no es de ahora? ¿Que los fiscales ya denunciaban casos de corrupción? ¿Que el congreso se usaba también para acusarse mutuamente? ¿Que se hablaba de una prueba oral de inglés que hoy todavía no existe? Es decir, ¿me quiere decir usted a mí que llevamos dos décadas en el día de la marmota?

Bueno, eso también. Pero lo que le quiero decir a usted es que conviene recordar la futilidad de nuestras cuitas cotidianas, la tendencia al drama y la facilidad con la que los personajes públicos nos presentan las cosas negativas de la vida como si fuera la primera vez que alguien se enfrenta a ellas, buscando una reacción emocional por nuestra parte. Me imagino a los lectores de El País de aquel día cogiendo el periódico en el quiosco mientras yo me esforzaba por traer al mundo una nueva joya. Los puedo ver leyendo el titular y despotricando de Aznar o de Zapatero según sus adhesiones ideológicas. Me imagino, pero ya no me acuerdo de haberlo escuchado entonces, la preocupación por las bolsas de los que tuviesen algún ahorro invertido y no viesen la salida a sus desgracias. ¿Alguien se acuerda hoy de que el 2003 marcaba el final de seis semestres consecutivos de caídas en la bolsa mundial? Por cierto, seis semestres son muchos semestres, ¿no? ¿Cuántos llevamos ahora nosotros de inflación? Me imagino las conversaciones de bar comentando la corrupción, adónde vamos a llegar, y las discusiones filosóficas y académicas en las aulas pertinentes acerca del problema de Israel y Palestina.

No sé si a mi hija le hará ilusión, pero yo le dedico a ella y a todos los que cumplen veinte años en este 2023 este artículo. A ver, chicos: la crispación permanente es la forma que tienen los que están en el poder de aferrarse a él. Llamémosla la crispanente. Para que les funcione se necesita la permacrisis (esa palabra ya estaba inventada, la he oído en la radio. Me hubiera gustado inventarla yo). Dentro de unos años, algunos engrosaréis las filas de los que viven de esa permacrisis. Otros seguiréis siendo consumidores de los malos augurios constantes y cayendo en la crispanente. Vosotros veréis, pero yo intentaría no dejarme manipular en mis emociones y no sucumbir a ello, porque, cuando cumpláis cuarenta y leáis las noticias, veréis que los políticos se insultan, que Israel y Palestina siguen a la greña, que algún fiscal persigue un caso de corrupción, y que hay una nueva crisis económica. Todo esto no es noticia. Es la vida cotidiana. Lo que pasa es que los medios de comunicación presentan la crónica de la vida cotidiana. El drama lo ponen los personajes públicos que la protagonizan. Si no hay crispación, no hay negocio.

La crónica diaria dentro de veinte años también consistirá en destacar quince asuntos cotidianos negativos para captar vuestra atención y conseguir que despotriquéis y os enfrentéis unos a otros. Adónde vamos a llegar. Nunca se ha visto nada igual, diréis. Y vuestros hijos os considerarán unos carcas, porque esa es la forma en la que hablan los viejos. También habrá personajes en ese momento que digan que ellos son los redentores, los únicos que pueden arreglar esa tremenda crisis como no se ha conocido otra igual que viviréis en ese momento.

El secreto para permanecer siempre como un joven de veinte años es no caer en la sensación de que lo que está pasando en el presente es lo más horrible que ha sucedido nunca simplemente porque uno es el protagonista. Pensad en la perspectiva de las cosas: hoy, como ayer y como mañana, hay cosas estupendas y avances emocionantes, y medios que nos ponen en una portada las negativas, que son precisamente la parte normal de la vida cotidiana. El día que cumpláis cuarenta, buscad la portada del periódico de hoy y, si pensáis que las cosas están peor que nunca, veréis que simplemente es que tenéis mala memoria. En lugar de dejaros llevar por la veleta de las noticias cotidianas y sus dramaturgos, yo usaría las herramientas que tenéis para profundizar en los debates importantes de trascendencia mundial. A cada generación le toca arreglar algo para el progreso de la humanidad. Mejor no perder el tiempo con minucias y enfrentamientos vacuos.

Si os toca vivir estimulando la permacrisis, lo siento. Sobre todo, porque os convertiréis en unos narcisistas insoportables. En vez de darnos la paliza a los demás siendo los agoreros y crispadores, podríais recordar el otro truco para mantenerse joven: no perder la convicción de que se pueden cambiar las cosas. Si os toca estar en ese lado de la ecuación, igual hasta podríais empeñaros en inventar una democracia diferente en lugar de sonar como vuestros mayores ahora. Ahí va una idea: de la misma forma que nos toca obligatoriamente ser jurado en los juicios o trabajar en una mesa electoral, podríais sugerir que nos tocase gobernar por turnos en grupos mezclados de edad y formación. ¿Os imagináis? No habría muchos nombres propios destacables en eso de la política y no daría tiempo a que nos enfrentásemos unos a otros. Cumpliríamos nuestro mandato con humildad y reverencia, y a casa. Eso sí que haría que las noticias del periódico del futuro fuesen realmente diferentes a las de hoy. Eso os deseo, porque dos décadas más de marmota es poco edificante. Ah, y que cumpláis muchos más en buena salud.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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