En ocasiones, los libros nacen sin prisa, como si las palabras necesitaran su propio calendario. Algo así ha ocurrido con ‘Pausas sin prisas’, el volumen de más de sesenta relatos breves que Javier Martín, periodista de El Adelantado y autor de una obra que se ha ido escribiendo a fuego lento, publicará tras más de una década de trabajo silencioso. Lo que comenzó siendo un puñado de textos ha terminado convirtiéndose en un libro que busca detener al lector en medio de un mundo que sólo sabe acelerar.
No fue una decisión inmediata ni una meta que se hubiera marcado desde el principio. “Muy pocas veces se me había pasado por la imaginación recopilarlos en un libro”, admite. El impulso comenzó a llegar desde fuera: las personas que leían sus relatos, amigos, lectores ocasionales… pero hubo una persona que inclinó definitivamente la balanza: José Domingo, librero al frente de Entre libros, que le animó a seleccionar, pulir y reunir aquellos textos desperdigados por años distintos y estados de ánimo diferentes. “Me terminó de convencer”, confiesa. Y esa convicción fue suficiente.
El título es una declaración de intenciones. ‘Pausas sin prisas’ es una idea que nació tiempo atrás, durante un curso de formación en internet y redes sociales que impartió el periódico. Una de las tareas consistía en abrir un blog, y él decidió bautizarlo con ese nombre. Buscaba lo contrario de lo que suelen pedir las redes, es decir, ni inmediatez ni urgencia. “Pensé que este blog debía nacer con la intención de que el lector se detuviera un momento, que hiciera una pausa para respirar y evadirse un poco de lo cotidiano”. La idea sobrevivió y terminó convertida en título de libro.
Pequeños detalles
Por dentro, los relatos funcionan como pequeños destellos. Algunos apenas ocupan unas líneas. Otros se alargan lo justo para que al lector le dé tiempo a tomar aire. Todos comparten un punto de vista que se detiene en lo que otros suelen pasar por alto. El autor encuentra historias en lo que para la mayoría es simple ruido ambiental: “Las hojas del otoño ocultando una acera, unos niños jugando en una calle, los ojos de alguien que vuelve a ver el mar… con un poco de imaginación, todo tiene una historia detrás”. Esa mirada transforma cada texto en un pequeño refugio.
Las temáticas son variadas, pero todas atraviesan emociones comunes: la memoria, el amor, la pérdida, la ternura. Javier no se decanta por una en particular. “Todos ellos forman parte de lo que somos cada uno de nosotros”, explica. Sin embargo, confiesa cierta debilidad por las historias de perdedores: “Siempre me han llamado la atención, y procuro que en mis historias no todo esté perdido. Bastante hace la realidad intentando que los finales no sean felices”. Esa intención se nota incluso en sus relatos más oscuros donde hay un resquicio de luz, una rendija por donde asoma algo parecido a la esperanza.
El estilo, deliberadamente breve, está pensado para implicar al lector. “Es mi modo de escribir”, resume el autor, que prefiere la sugerencia al trazo grueso, lo que se insinúa antes que lo que se grita. “Me gusta que la imaginación del lector rellene los huecos que dejo, para que también sienta la historia un poco suya”.
‘Pausas sin prisas’ no está pensado para leerlo de un tirón. No porque no pueda hacerse, sino porque perdería algo de su esencia. “Sus historias son muy diversas, y sin relación unas con otras, salvo una que tiene dos capítulos, y cuya conexión el lector adivinará pronto. Me gustaría que fuera un libro para leer en esos ratos en los que nos tomamos un respiro”. No es un libro para devorar, sino para visitar.
¿Qué quiere que quede en la persona que cierre el libro? Javier lo explica con sencillez: “La sensación de que nunca está todo perdido. Que cuando una historia se acaba, otra comienza, y que podemos recordarnos a nosotros mismos que siempre hay un siguiente paso. Incluso cuando no lo estamos buscando”.
