Las prohibiciones propias del Estado de Alarma nos traen el fantasma de lo que puede ocurrir si la despoblación sigue asolando nuestras zonas rurales. Si se pierde el momento, el entorno o el lugar en el que las manifestaciones toman forma… la cultura (material o inmaterial) corre grave riesgo de desaparecer. Y más, sin gente que mantenga vivas y activas esas muestras patrimoniales. Todo lo que se diga en este aspecto es poco; y la realidad es la que es. Sin vida en los pueblos y sin apego identitario, todo carece de sentido y quedará en la memoria que, si da la circunstancia, será recopilada gracias a la labor ingente de etnógrafos, investigadores o gente amateur.
Los cuarenta días de adusta Cuaresma previa a la Semana Santa (“Miércoles de Ceniza, qué triste vienes, con cuarenta días que traes de viernes”) sirven de preludio a un posterior septenario de aflicción y dolor protagonizado por las estaciones de penitencia, el canto que ya se traía de días atrás del Vía-Crucis, las recreaciones del prendimiento, el traslado de imágenes desde Humilladeros o ermitas hasta las iglesias parroquiales o la Velación y alumbrado del Santísimo en el Monumento con sus aderezos y bastones de mando. Arturo Hernández Otero (1896-1956), sacerdote y Vicario General de la Diócesis de Segovia, describe de manera bastante completa la Semana Santa de su pueblo, Navas de Oro. Dice así sobre la noche del Jueves Santo: “Nunca faltaba un penitente, que por devoción personal o por voto piadoso de una madre, emitido en trances angustiosos, se prestaba a representar el papel de Nazareno. Semidesnudo, pintado todo el cuerpo con manchas de almazarrón bermejo, que simulasen las heridas y la sangre, cargaba en sus hombros una cruz, llevaba una corona de espinas y unos cordelillos a los brazos, prontos para que dos niños, en los sitios convenidos, le obligasen a repetir las caídas de la Vía Dolorosa”.
LA PASCUA. La vida son etapas. Y cada periodo trae sus manifestaciones. Hasta ahí, todo claro. A través de los sentidos, percibimos todo lo que nos rodea. Posiblemente, en estos días se dé uno de esos momentos en los que percibimos ese cambio de ciclo de manera especial. El apelativo popular de “Pascua Florida” alude claramente a ese carácter estacional.
La Pascua llega como estallido de formas y gestos. Todo comienza ya con anticipación la mañana del Sábado de Gloria. En Muñoveros, por ejemplo, se conserva el pedir “la Mora”. Los niños y jóvenes de la localidad recorren las calles del pueblo pidiendo alimentos o dinero a los vecinos. La cancioncilla dice así: “Soldados, somos señores, que venimos sin remedio; destrozados de la guerra, porque nuestro regimiento se quedó desbaratado a la violencia del fuego, al impulso de las balas y al filo de los aceros. Y los pocos que quedamos licencia real traemos; para ir a nuestras casas con la gracia y privilegio de que en todos los lugares nos presten alojamiento y nos den para el camino un gran surtido de huevos, de tocino y longaniza, de carne pero sin hueso, un poco de dinerillo que así lo manda el Gobierno; para que en esta sierra vieja disfrutemos los asientos, puertas y bancos que hubiere en la casa cuyo dueño Dios te dé salud y vida, como a nosotros; Amén”.
Por la tarde, la explosión de sentidos toma más cuerpo durante la Vigilia Pascual. Las iglesias se engalanan en medio de la Eucaristía con sus mejores sabanillas, el corrimiento de cortinas y sargas (con ejemplos notables en Garcillán y El Espinar), el incienso toma protagonismo, el agua, el fuego, la decoración vegetal… y el repique o bamboleo de campanas en el momento del canto del Gloria a cargo de sacristanes y jóvenes. Antaño se iniciaba por estos días el abasto de carnes (vaca o carnero) y de velas de sebo en un claro signo que muestra el levantamiento de la abstinencia alimentaria restrictiva de consumo de productos de origen animal. Y, como colofón final del día, los casinos, sociedades recreativas o los mozos de los pueblos, hacían el primer baile tras el parón cuaresmal. Dependiendo de la entidad de la organización, la agrupación musical va desde la gaita y el tamboril; pasando por la pianola u organillo; o una orquestina o banda de música.
Al amanecer del Domingo de Resurrección, en muchos lugares se celebraban los Maitines. Por la mañana, tienen lugar las procesiones con las antiguas recreaciones dramatizadas del Encuentro entre la Virgen María y el Resucitado representado en un Niño Jesús o en el Santísimo Sacramento. Se conservan cantos de la Pascua en pueblos como Sigueruelo o Cerezo de Abajo, por ejemplo. En la vertiente sur de la sierra de Guadarrama, limítrofe con estas localidades se documentan igualmente estas piezas. Véase este ejemplo de La Acebeda: “Ya viene la luz del alba, ya viene el claro lucero; ya viene el sol con sus rayos por todo este amado pueblo”. En Riaza está vigente el canto de Pascua titulado como “las Albricias” interpretado por las Cillantas; y que debió estar extendido por pueblos del Nordeste de la provincia como Barbolla según documentó Antonio Granero: “A la puerta de la iglesia, nuestros pies puestos están; Dios Padre nos da licencia, Dios Hijo nos manda entrar; Dios y El Espíritu Santo nos ayudan a cantar”.
Las roscas y rosquillas de estos días, símbolo del levantamiento de la restricción del consumo de carne y huevo, también toman protagonismo. En Caballar, las mozas ofrecen roscas de pan bollo y rosquillas de pan aderezadas a la Virgen durante la Eucaristía. En Turégano, las imágenes de la procesión del Domingo de Resurección portan atadas en sus brazos, unas rosquillas de pan decoradas. En el capítulo gastronómico, la comida normalmente es el cordero, emulando esa tradición judaica que narra el Libro del Éxodo. Pero en otro tiempo, la realidad mandaba y, al igual que ahora, las circunstancias personales eran las que fijaban el menú. En El donado hablador (1624), de Jerónimo de Alcalá Yáñez, se menciona ese lamento por no tener magro en día tal señalado. Fíjense que en 1586 las Cortes de Madrid instan a Felipe II que, durante seis años prohíba la matanza de lechazos (permítanme la denominación actual) con el fin de aumentar la cabaña ganadera lanar, salvo durante una moratoria de 30 días que comenzaría la tarde del Sábado de Gloria.
Celebrada la misa por la mañana, ya por la tarde era el tiempo del solaz. El juego pelota, el chito o la tanga… y tantas otras recreaciones tenían lugar. En Cuéllar, por ejemplo, se celebraba una importantísima feria ganadera esa tarde del Domingo de Resurrección. Las funciones teatrales, ahora sí, eran frecuentes en todos los lugares; y en el caso de Torreiglesias se puede documentar títulos como “La Huérfana de Bruselas”. Dependiendo de la población, se podía incluso hasta disponer festejos taurinos.
El Domingo de Pascua comenzaba, según las ordenanzas firmadas por la Reina Doña Juana en 1504, la revisión mensual hasta octubre de la cacera que desde el Río Frío llegaba a Segovia capital. En cuanto el control y gestión del territorio, el Fuero de Sepúlveda indica que el periodo de esquilma [producción] de los pinares (sin descogollarles) transcurre entre el día de “Pasqua Mayor” y el día de San Juan. La Pascua de Resurrección ponía igualmente fin en tierras sepulvedanas al periodo de corta de roble y acebo, comenzado el día de San Martín. Eugenio Larruga, en el siglo XVIII, en sus Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España (1791) que del día de San Miguel a Pascua Florida las estameñas se tiñan de todos los colores, salvo negro, o se dejen blanqueadas; y se da permiso para distintos teñidos de badanas desde Resurrección a Santiago.
Por la tarde y por la noche, de nuevo se celebran bailes. En algunos casos, como Rebollar, tal día de la Resurrección es considerado en la actualidad fiesta mayor de la localidad.
El Lunes de Pascua era igualmente día feriado. En muchos pueblos, para constatar ese ánimo de fiesta, se celebraba mercado en algunos lugares. Se aprovechaba también para realzar el carácter festivo la organización de dichos eventos, como la fiesta del Árbol documentada en Orejana a principios del siglo XX. Queda viva todavía la petición de la rosquilla o dinero en tal día por las quintadas o agrupaciones de niños en Aguilafuente, Turégano o Cabezuela. En Nava de la Asunción, La Losa o Prádena, lo celebran con una comida popular de origen antiguo. Este día se revisan, entre algunos concejos, las mojoneras. El martes, como se dice, todo vuelve a la normalidad: “a escuela”. Créanme que me ha costado escribir en presente algo que este año no viviremos. Qué tiempos no tan lejanos, amigos.
