Hoy se celebra la fiesta de San Juan de la Cruz. No han faltado estos días previos y seguramente los que vendrán referencias al santo que tanto tuvo que ver con Segovia y cuyos restos se veneran el convento de los Padres Carmelitas que él mismo fundó.
Como probablemente todos los lectores ya saben, ayer se inauguró el Año Jubilar de San Juan de la Cruz con motivo del Tercer Centenario de su canonización y el Primer Centenario de su proclamación como Doctor de la Iglesia. En un artículo publicado en Iglesia en Segovia, Salvador Ros OCD (Orden de los Carmelitas Descalzos, para los profanos) decía que además en Segovia se conmemora también el Primer Centenario del actual sepulcro. Por cierto, da gusto escuchar a Salvador hablar de San Juan de la Cruz porque añade a su conocimiento, una pasión desbordante por su figura.
No me considero preparado para hablar de San Juan de la Cruz por eso este artículo se centra en la única película que, según mis conocimientos y excluyendo documentales, tiene al santo como protagonista. Sus apariciones cinematográficas están siempre relacionadas con Santa Teresa.
“La noche oscura” es una película de Carlos Saura del año 1989 en la que el propio director escribió el guion centrándose en los ocho meses que el santo pasó encarcelado en Toledo. En la interpretación de Juan Diego, sobria y equilibrada, nos parece ver al santo abulense.
La película nos sitúa: diciembre de 1577. Luego, un plano general, nos muestra a tres jinetes, dos de ellos con capas blancas que les cubren totalmente, escoltando al tercero que lleva los ojos vendados y un hábito con el que apenas consigue resguardarse del frío. Desde lo alto de una loma se distingue la ciudad de Toledo. Llegados a la ciudad y tras un breve interrogatorio, Fray Juan es encerrado en una celda oscura y fría. En la película siempre hace frío y la fotografía de Teo Escamilla remarca los claroscuros de la celda, reflejo del alma del protagonista. Carlos Saura dijo que lo que le motivó a escribir la película fue responder al interrogante de cómo era posible que una persona en situación tan límite, tan desesperada y tan tenebrosa fuera capaz de escribir algo tan luminoso como “El Cántico espiritual”. “Hay algo misterioso, inexplicable, en la poesía de San Juan” decía el director aragonés. Saura, que se confiesa no creyente, intenta entender al personaje y, por extensión, la experiencia mística que él describe como “esa capacidad de profundización en el alma”. Lo sitúa en el límite de sus fuerzas físicas pero lo describe como un hombre libre que vive “una religiosidad distinta, de niño, desposeída de ritos, pura, en la que los milagros existen de modo natural y la comunicación con Dios es posible, fácil”.
El guion se acerca al personaje para intentar comprender por qué el empeño de mantenerse en sus convicciones cuando todos los de su orden dicen lo contrario. No nos presenta a Fray Juan como un hombre tozudo o desequilibrado, un nuevo Quijote empeñado en arremeter contra molinos. Al contrario, nos muestra al hombre que, convencido de su fidelidad a la orden y a su conciencia, renuncia al bienestar y a los privilegios confortables de quienes le quieren condenar. Por eso, en un momento determinado del interrogatorio, le pregunta al superior: “¿Qué mal hacemos con nuestro ejemplo?”.
“La noche oscura del alma” es algo mucho más profundo que una tentación de la carne. En la película esa noche está reflejada en el tono y la fotografía y no tanto, en la aparición fantasmal del tentador en forma de la atractiva Julie Delpy, que se hace carnal en un momento de intensa creación poética.
Las cosas mejoran para Fray Juan cuando su carcelero, que le trata con enorme respeto y esta maravillosamente interpretado por Fernando Guillén, le entregue pluma, papel y tinta para poder escribir lo que él llama “unas coplillas que me rondan la cabeza”. Entonces Fray Juan transforma la noche oscura en un poema luminoso que gráficamente nos muestra en un plano en el que la luz de la saetera ilumina la celda. Como un nuevo evangelista, escribe sus versos para desahogar su ansiedad y mostrar su confianza en que tras la noche oscura del alma, aparece el luminoso amanecer de Dios. Como bien escribió el crítico Quim Casas, al final, contemplamos como “dejando atrás la noche oscura, manteniendo vivos sus amores inflamados, a la búsqueda de esa fuente que mana y corre, de esa noche sosegada y esa música callada que describen algunas de sus más hermosas estrofas”, Fray Juan se descuelga por la muralla de Toledo.
No es una película perfecta. Eduarto T. Gil del Muro comentaba en su crítica que Saura no ha podido comprender que Juan de la Cruz no es solamente un poeta, “es alguien que está llegando a una suprema razón de amor. Más aún a un alto grado de purificación de los sentidos y el adelgazamiento espiritual. Sólo desde esa dimensión absolutamente desencarnada le caben al santo las expresiones con las que el alma se refiere al amado: la esposa al esposo”.
Es desde luego una película notable que vendría bien recuperar en este año Jubilar.
