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La no banalidad del mal

por Ángel González Pieras
12 de junio de 2021
ANGEL GONZALEZ PIERAS corbata
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Hanna Arendt acuñó, en su libro sobre el criminal nazi Adolf Eichmann, el concepto banalidad del mal. En su análisis sobre el personaje concluía en que no presentaba el asesino rasgos de una persona mentalmente enferma: simplemente, no reflexionaba sobre las consecuencias de sus actos; no existía la más mínima empatía con sus víctimas; no recalaba en él un juicio sobre el bien o el mal en su comportamiento.

Nada tiene que ver esta reflexión con la atrocidad observada en la conducta de Tomás Gimeno, el padre de Anna y Olivia, las niñas tinerfeñas. Sin duda se registraban en su esquema mental y moral alteraciones evidentes, pero estamos ante personas perversas, que conducen sus obsesiones con la compañía inseparable de la maldad. Se puede ser psicópata o neurópata, pero orientando las inclinaciones hacia el bien o hacia actos moralmente neutrales. La maldad no debe ser considerada como una tendencia, sino como una elección.

Los comportamientos de hombres como Tomás Gimeno tienen un inequívoco componente de supremacismo por razón de género; es decir, de machismo

Los comportamientos de hombres como Tomás Gimeno tienen un inequívoco componente de supremacismo por razón de género; es decir, de machismo. Por consideración de género —como en otros casos lo es por cuestión de raza o de religión— se considera al ajeno sin otro valor que como complemento de uno mismo; la alteridad se sustituye por la pertenencia a un grupo o por la posesión personal. Cuando un machista mata a una mujer lo está haciendo como consecuencia de una previa cosificación, y una posterior apropiación. No se detiene en ocasiones el sujeto en aplicar un mero castigo por la ruptura de unas reglas de juego impuestas desde su condición preeminente, sino que se va a su máxima expresión: la eliminación física o psíquica del objeto-persona poseído.

El sadismo de Tomás Gimeno ha llegado hasta el punto de no eliminar a quien fue su mujer, sino de querer extender hasta el infinito el dolor, que es una manera de destruir moralmente a una persona. La muerte física en ocasiones no es el castigo más atroz. Peor es la pena perpetua. Ha sido este el silogismo ético de Tomás Gimeno. Y, en su objetivo, las hijas han supuesto simplemente el instrumento idóneo. No puede existir mayor demostración de nula empatía; mayor expresión de maldad; mayor síntoma de degeneración humana.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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