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El Adelantado de Segovia

La música decae. La sociedad se contrae

por Ángel Gracia Ruiz
6 de septiembre de 2022
en Tribuna
ANGEL GRACIA
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La última curva

Vivimos días de fiestas y celebración, en los pueblos, en las peñas, en las plazas. Los últimos rayos de sol veraniego y el buen tiempo son grandes amigos de eventos deportivos, paelladas y verbenas. El conjunto compone una irresistible invitación a salir de casa, a relacionarse, a compartir charlas, tapas y cañas; a irse despidiendo de lo bueno, porque, para esta temporada de otoño/invierno, nos la están preparando parda. El caso es que, cuando pones los pies en la calle, por doquier retumba una música ratonera, estridente y desafinada.

Todo se celebra a golpe de insoportable sonido a lata repetitiva cuya única buenaventura consiste en que, por lo elevado de su tono, resulta imposible entender la estúpida letra que la acompaña. Tan insufrible resuena su desafine que, para tragarla, se hace preciso ofuscar la mente con una buena dosis de alcohol o lo que menester se tercie. Y es que, nos han robado la música, nos han quitado a la novia, nos han capado el alma.

Según el Génesis, la primera manifestación fue la palabra, a partir de la cual, emanó la luz y de ahí, el mundo. En cualquier tradición espiritual, el sonido surge del espacio vació y, a partir de él, la energía y la materia que compone el resto de los elementos. La física afirma que el estruendo de la gran explosión fue seguido del proceso de la manifestación. El caso es que, como decía Platón, ese sonido primigenio reverbera de modo imperceptible sosteniendo todo lo que existe. El afinamiento de células, fluidos, pensamientos y emociones con ese tono original, es sinónimo de armonía con lo real, con lo eterno. De ahí que, la imposición de lo que debemos escuchar a través del control de los medios, se haya convertido en la más sutil de las formas de manipulación de la plebe. Radio Fórmulas emiten permanentemente listas cerradas de canciones con las que machacan día a día nuestros sagrados oídos. Y, lo poco que quedaba decente, se deja jubilar o morir.

Esto no es de ahora, ya ocurrió con la frecuencia solfeggio, la bajada de los hercios en la afinación de las notas actuales, o con el original canto gregoriano que provocaba estados extáticos que elevaban hasta Dios. Y ya se sabe que, quien se hace uno con Él, resulta indomable.

La vida de muchos de nosotros está tintada de canciones que evocan cada momento. Cada novia tiene un tema, cada emoción una canción, cada recuerdo un LP, cada instante un grupo o autor. Los discos se compraban en Vértigo, en Toni Martin y, algunas veces, en Londres. Los cuidábamos con amor y devoción. Nos juntábamos con los amigos simplemente para escucharlos pero, sobre todo, los poníamos una y otra vez en soledad y en momentos de profundo silencio. Llorábamos con sus letras y sones cuando se terminaba una relación y bailábamos enloquecidos cuando la alegría se dignaba a acompañarnos.

Por aquel entonces, los genios existían y se les reconocía enseguida. Había tantos, que cada día se convertía en la posibilidad de un nuevo descubrimiento. Y así vivíamos, de revelación en revelación, en un mundo en el que, aquel sonido que creó el universo se manifestaba diariamente.

No, no es cierto, como decía Manrique, que cualquier tiempo pasado fue mejor pero, ¿dónde están nuestras canciones? ¿Qué ha pasado con nuestra música?
Como dice Krishna en la Gita, “todo lo que nace, muere; y todo lo que muere, vuelve a nacer”. Y Benedetti que “las modas pasan, los escombros quedan. De todos los ismos, solo queda el abismo”. Así que, sin lugar a dudas, volverá la buena música para colorear nuestras vidas.

Muchos de aquellos ídolos ya se han ido, aunque su música eterna aún nos acompaña. Alguno sigue por aquí. Una estrofa de Bowie, una palabra profunda de Red, un tono inalcanzable de Mercury, un riff de Richards, un punteo de Clapton, un rasgueo de Paco de Lucía, un sutil trompeteo de Davis. ¡Son tantos los que ya solo se escuchan en casa!
No podemos olvidar que, en el largo trance hacia la muerte, el sonido es lo último que dejamos de percibir. ¿Dónde nos vamos a sostener entonces?, ¿a qué nos vamos a agarrar?, ¿a la música ratonera que nos imponen o a las canciones que nos han acompañado durante toda la vida?

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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