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La musa del escarmiento

por Pablo de Zavala Saro (*)
10 de noviembre de 2024
en Tribuna
PABLO ZAVALA
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Las tres hayas

Competencia económica desleal

¿Está maduro Maduro?

Como consecuencia de la crisis inmobiliaria y de crédito de 2008 y la posterior financiera de 2012 así como de casos de corrupción en el partido gobernante, jóvenes de procedencia diversa (anarquistas, comunistas, marxistas, ecologistas… et altri) consiguieron forjar una coalición con opción a gobernar. Al mismo tiempo, otro partido cuyo origen en Barcelona había hecho frente al separatismo, decidió dar el salto a las elecciones generales. Ambos partidos supusieron la esperanza de muchos y el miedo de otros, especialmente de los partidos ‘tradicionales’ que vieron peligrar su preminencia en la política española frente a esta “nueva política”.

Hasta entonces, nuestro sistema electoral había dado muestras de una gran fortaleza al combinar representatividad y gobiernos fuertes, capaces de conformar mayorías de gobierno (a veces sin necesidad de pactos) que dieron una gran estabilidad al sistema. Las Cortes, generalmente, se disolvían al final de la legislatura y en perspectiva comparada éramos unos campeones de la estabilidad.

Al mismo tiempo, estos nuevos partidos venían supuestamente a redimirnos de nuestros pecados: la corrupción, la profesionalización de la política, las puertas giratorias, el capitalismo de amiguetes, la ausencia de una auténtica democracia, las hipotecas, la falta de comprensión de las regiones, el alejamiento de la sociedad, la colonización de las instituciones, los derechos de ciertas minorías, los privilegios de la casta, los aforamientos… etc.

Pasados ya casi diez años de aquello, podemos mirar con cierta perspectiva, sacar conclusiones, alguna sonrisa y mucha preocupación. La primera y más evidente es que se trataba de operaciones de sustitución de fuerzas en el poder a través de un proceso de polarización social desde arriba que conectara nuestra España actual con la II República, dejando en el olvido –“superando” dicen- el generoso consenso de la Transición que supo desterrar los maximalismos. “Si se cuestionan las bases sobre las que se ha de construir el futuro, no se tiene futuro” ha dicho José María Aznar en un reciente acto de homenaje a Adolfo Suárez. Y esas bases son las de la Constitución de 1978, “convivencia pacífica y cordial de los españoles”.

Josep Pla tuvo en 1960 varias largas conversaciones con Tarradellas en las que, a pesar de haber estado en distintas trincheras durante la guerra (in)civil, descubrió el “realismo pragmático” de un hombre, que, como decía Azaña, supo sacar de la “musa del escarmiento” lo mejor para la concordia. Un hombre con “sentido histórico” con ideas para los derechos de los catalanes “de máxima simplicidad” que no causara molestias a los castellanos, sin adoptar “posiciones románticas”, contrario “a toda acción que pueda romper puentes”, contrario al maximalismo y dispuesto a mantener lo positivo que dejara el franquismo. Dicho por un hombre que llegó a ser detenido por la Gestapo en unión con la policía española, no deja de impresionar. ¿Dónde están hoy estos políticos?, ¿es necesaria la “musa del escarmiento” para que los españoles tengamos un “proyecto sugerente de vida en común”?

La segunda de las consecuencias es que el discurso disolvente ha sido en mayor o menor medida asimilado por el partido en el Gobierno. ¿no les suenan, querido lector, muchas de las políticas actuales, al Podemos de 2015?

Y la tercera, y más preocupante, es que la dispersión del voto ha dificultado enormemente la conformación de mayorías de gobierno, provocando la debilidad de este último, que una vez roto el pacto constitucional, su único programa de gobierno parece ser “aguantar” a toda costa a base de una almoneda y colonización de las instituciones del Estado, con la esperanza de que una vez acabada con la neutralidad de dichas instituciones -y la colaboración necesaria de separatistas, nacionalistas y ex terroristas- sea imposible desalojarles del poder, digamos, que en cincuenta años. Lo que fue el PRI en México, o el peronismo en Argentina. “Yo, si fuera separatista, no tendría ningún interés en que a España le fuera bien”, ha dicho Felipe González.

El último acelerón ha sido notable (Fiscalía, Televisión pública, descalificación de los jueces…) y la degradación de nuestras instituciones y sistema político constitucional me parece imparable.

Esta conjunción de intereses (lean Los intereses creados de Jacinto Benavente) entre el Gobierno y el separatismo fue prevista por algún protagonista de la Transición que alertó del proyecto particularista autonómico, diseñado para una nación sin nacionalismo, pero que difícilmente soporta la centrifugación competencial que venimos soportando en algunos territorios.

Y es que, en ambos casos, el de los nacionalismos y el del partido en el Gobierno se da una deslealtad constitucional que el constituyente no pudo imaginar -al menos que se produjera desde el propio Gobierno. Nuestra democracia constitucional es inseparable del Estado de derecho y como el césped, hay que regarla y cuidarla todos los días para que esté en buen estado. Nuestra Constitución no es de mayorías, sino de consenso, y si este no se cuida, se verá reflejado en la ausencia de concordia social, marchitándose como el césped cuando se deja de regar. Los protagonistas de la Transición, comprendieron que el consenso es la coincidencia en los valores que se quieren proteger, y que inevitablemente es básico para la convivencia como el credo lo es para los cristianos. Se habla de pluralidad (recientemente en el Consejo de RTVE) pero de nada sirve si es a costa de la degradación y anulación del conjunto, de la misma manera que si se privilegia a unos se acaba con la igualdad de todos.

Como nos recuerda el profesor Aragón Reyes, “solo un pueblo celoso de su libertad es el último sustento de la democracia”, o en palabras de D. Antonio Maura, solo se podrá salir de la crisis, “si los españoles dejan de ser espectadores”. En Valencia hemos visto a los reyes -representación del Estado y de todos los que no estábamos allí- ofreciendo afecto y esperanza, pero también a las riadas de voluntarios de todo España demostrándonos su voluntad de ser actores de la solidaridad entre gente que no se conoce pero que está dispuesta a reconfortar en la desgracia. Por eso la vigencia de las palabras de la princesa de Asturias recientemente en Oviedo, “las personas extraordinarias (…) ofrecéis con vuestra obra que hoy premiamos la emoción contraria al escepticismo o al desánimo: LA EMOCIÓN DE LA ESPERANZA. Es el sentimiento que nos muestra que las cosas pueden mejorar, que siempre hay una grieta por donde entra la luz”.

Tenemos por tanto, que engrandecer la grieta.
—
* Es director de la Fundación Transición Española.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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