Fundaron hace 21 años la primera editorial independiente radicada en Segovia y han conseguido algo insólito en el panorama editorial español: Sobrevivir desde 1996 con un catálogo impecable de títulos.
Comenzaron haciendo fanzines y libros raros que vendían en bares y ahora disponen de una reconocida estructura editorial y publican autores de premio nacional. Dos décadas después, los cuatro amigos de buen olfato editorial siguen siendo amigos y coeditores: Mario Pedrazuela, Arcadio Mardomingo, Rodrigo González y Carlos Rod.
— El suyo ha sido un camino infrecuente. ¿Qué ha sido más complejo, mantener la editorial o la amistad entre coeditores?
— En el mundo del libro es difícil mantener una editorial y en las relaciones afectivas no es fácil mantener amistades a largo plazo, sobre todo cuando se mezcla con lo laboral, lo económico e intereses, donde entran factores muy humanos como la vanidad y el orgullo. Este tipo de cosas se han ido gestionando durante veinte años y digamos que se han ido ‘recrudeciendo’ a medida que la editorial iba creciendo. Cuando éramos amateurs, amantes del libro, que buscábamos una satisfacción personal en el hecho de editar, no había búsqueda económica alguna.
— El libro como fetiche, no como negocio.
— Sí, porque nos introdujimos en el mundo editorial con fundamentos muy básicos. Al principio, nos satisfacía aprender a hacer un libro y nos lo tomamos con calma. Los primeros 8 o 9 años editábamos como mucho tres títulos y empezamos a conocer los mecanismos para pedir derechos de autor, conocer autores, introducir el lomo, trabajar con traductores, correctores, diseño gráfico…Fueron elementos que íbamos incorporando altruistamente. La idea era que se autofinanciara con la venta de los libros, porque tampoco teníamos distribuidora. Las cajas estaban en nuestras casas. Siempre hemos puesto ‘Segovia’ en los títulos de crédito porque aquí se gestan, aunque cada uno haya tenido que vivir en sitios diferentes. Ahora nuestros libros están llegando a Argentina, Chile, Colombia, México, Perú…y se introducen en otros mercados y conviven con libros de otras culturas.
— La marca ‘Segovia’ cuando se sale al exterior a vender libros ¿abre mejor las puertas que otras procedencias?
— Quizás y también influye la cercanía a Madrid, no solo la fama de ciudad cultural.
Cuando nosotros fundamos La Uña Rota había un movimiento cultural muy destacable que empezaba a fraguarse en Segovia: cine, teatro, música. Y lo esencial es que ése movimiento empezaba a fraguarse desde abajo, no desde la cultura oficial. Hemos vivido el desarrollo cultural y el pulso de esta última hornada, desde los noventa, casi de forma paralela al crecimiento de la editorial. Digamos que se ha ido consolidando al mismo tiempo que desde el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Castilla y León se creaban espacios para la Cultura.
— ¿Qué les hizo, en aquel momento, apostar por el mundo editorial?, ¿Cómo fue la transformación desde el fanzine a la publicación de dos ‘angélicos’ premios nacionales: Ángela Segovia y Angélica Liddell?
— La Uña Rota se enmarca en ese movimiento que no fue muy visible. Era más bien sutil.
Nos movíamos hace 21 años con pintores, músicos, escultores, gente que hacía cortometrajes, como David Pinillos, y se nos ocurrió que lo que faltaba en toda esa movida cultural silenciosa era la parte de publicación. Así fue como a Miguel Díaz Fernández y a mí se nos ocurrió publicar un fanzine que nació en un espacio que influyó muy positivamente en Segovia: la llegada de los estudios universitarios de Publicidad, en el año 90 y eso introdujo en Segovia viento fresco.
Más allá de estudiar Derecho y Empresariales, se empezaron a plantear otras cosas y se supone que Publicidad está ligado intrínsecamente a lo creativo.
El fanzine nació en las clases de Publicidad, entre otras cosas para contrarrestar los propios contenidos de marketing, de pensamiento hegemónico en el mercado. Así empezamos a conocer textos de personas que se acercaban a nosotros para que les publicásemos en los fanzines que, a su vez, eran demasiado complejos porque eran artesanales, llevaban horas de elaboración y se regalaban. Eso está muy bien durante un tiempo pero luego pensamos por qué no venderlos. Y ahí nacieron los Libros Inútiles; se vendían a 100 pesetas en los bares, donde estaba nuestro público. En las librerías no los querían porque eran molestos, se perdían, los robaban. El caso es que ése fue caldo de cultivo donde empezamos a crecer y fuimos aprendiendo a ser editores a medida que aprendíamos de estética con pintores, artistas e ilustradores, de aquí.
— La unión de literatura y otras artes ¿es la clave del éxito?. ¿Qué pesa más en el olfato de editor, la selección de textos, géneros, autores, la edición en sí misma?
— Creo que en el origen lo más importante es que, además de interesarnos por la mezcla de todas las artes, cada uno de nosotros éramos buenos lectores y sabíamos qué queríamos publicar. Somos editores autodidactas, que hemos ido aprendiendo; en el hacer estaba el aprender. Y como lectores tenemos una formación y unos libros de referencia: lecturas no encauzadas por los grandes éxitos.
— Digamos que son ustedes más partidarios de Samuel Becket que de Ken Follet.
— Sí, efectivamente. Había clásicos que habíamos leído y enseñaban a su vez a tener consideraciones críticas de lo que leíamos. En la propia Universidad había una asignatura de Literatura y Arte, que impartía Rodrigo González magistralmente y abría los ojos y enseñaba a mirar un cuadro, una película…Todo eso viene de ahí.
— ¿Cómo llegan a los autores?
— Los primeros contactos fueron con autores de aquí: Jorge de Ortúzar, Juan Carlos Gargiulo, Pablo Filipo, Juanjo el Rápido, J.A Municio, Iván Montero, Miguel Ángel de Frutos, Jesús Moncada y otros. Luego, contactamos a otros de Argentina, Chile, Barcelona, Valladolid… y llegamos a Samuel Becket y empezamos a trabajar con traductores, porque había que traducir todos los textos inéditos de Becket.
Ahí la rueda empezó a girar, aunque no sabíamos hacia dónde. Nos gustaba el complejo hecho de editar y ese disfrute había que emparejarlo con la profesionalidad, porque ser editor es hacerte responsable del libro que publicas. Hay que dar un producto bien cuidado. Siempre ha sido fundamental mezclar géneros. Estamos en una ciudad donde hablas con un pintor, un cineasta y era todo muy espontáneo: por qué no hacemos este guión y lo ilustramos así…y mezclamos géneros.
— ¿Cuál es el libro más representativo de la mezcla de géneros?
— No todos mezclan géneros. Los hay que tienen una preponderancia de texto; otros de imágenes y otros de fotografía. El libro de Miguel Ángel de Frutos es solo fotografía. Ahora hemos publicado uno de Juan Mayorga e Iván Montero Galán que es un libro gráfico y están unidos texto e ilustración. En estos momentos, la mezcla de géneros es bastante habitual pero cuando nosotros empezamos, no lo era tanto.
— ¿Cuántos libros publicados?
— 64 títulos publicados.
— ¿Qué es ser editor en La Uña Rota?
— Está muy bien explicarlo porque (bromea..) todavía hay gente que pregunta si yo escribo todos los libros (se ríe). Tiene un poco de Disney, que elige la música que debe sonar; algo de guardia de tráfico que regula el tráfico de discursos privados y va eligiendo y va dirigiendo cuál quiere publicar en su catálogo. Para mí un editor queda definido por su catálogo. No hay trampa. Igual que se dice: ‘Somos lo que comemos’; un editor es lo que publica. Tú puedes decir que publicas lo exquisito pero, si tu catálogo lo contradice, la realidad se vuelve incontestable.
No tenemos nada en contra de escritores de gran repercusión que son devorados por un tipo de lector, pero nosotros no estamos para publicar eso. Queremos mantenernos como editores independientes, alternativos, que buscamos un tipo de discurso que no se adapta al pensamiento hegemónico. Tu catálogo es lo que eres.
La literatura es el lugar donde se piensan las palabras; ese lugar donde se construye el significado de esas palabras. El editor es el que elige esos discursos que cree que intervienen en la sociedad y en la comunidad en la que vive. Esa es la labor del editor: elegir qué tipo de discurso quieres publicar.
Editar significa escoger unas palabras aún desconocidas y hacerlas públicas. Tienes que elegir. Se construye el significado de las palabras y el significado de la existencia. La literatura se menosprecia a veces, pero en la esencia de la literatura está quienes somos y su misión es salvaguardar la comunidad dotándola de discursos que hagan pensar, que favorezcan el pensamiento crítico. Para nosotros la literatura que merece la pena es la que discute el discurso preponderante, los memes de efecto viral que de repente pueblan nuestros Twitter, muros de Facebook, emails y demás. Queremos alumbrar otro tráfico de ideas.
— ¿En qué momento alcanzan una estructura consolidada que permite vivir de la editorial?
— Vivir de algo siempre da satisfacción, aunque sea ‘malviviendo’, porque no hay nada mejor que poder dedicarte a lo que te apasiona. En este momento, Rodrigo González vive en La Habana y trabaja en una empresa, pero sigue relacionado con la editorial. Arcadio Mardomingo, además de editar para La Uña Rota, trabaja en una empresa de diseño, en Valladolid. Mario Pedrazuela está trabajando en la Real Academia de La Lengua y lo combina con esto. El que está dedicado al cien por cien soy yo porque en un momento determinado vimos que alguien tenía que hacerlo para seguir avanzando.
Somos una editorial de desarrollo lento y la idea surgió muy poco a poco. Ha sido una cocción muy lenta, de paso a paso, pero quizás el momento del salto cualitativo se produjo cuando publicamos ‘Cenizas escogidas’ de Rodrigo García. Un libro de 500 páginas exigía otra estructura editorial. Yo estaba dando clases en Estados Unidos y decidimos que había que hacer un libro de verdad, a la altura de sus textos que eran muchos; de ahí aquel volumen. Y son esos libros los que a la editorial la han hecho avanzar. Ese libro funcionó. Ahora va por la cuarta edición y eso para un libro de teatro es significativo.
— ¿De qué tiradas estamos hablando?
— La primera, de 2.500 ejemplares y las otras tres tiradas de 500 ejemplares cada una. Nos sirvió para darnos cuenta de que el hecho de llevar la contraria al mercado podía servir para diferenciarnos de otras editoriales. El teatro que ya estaba presente en formatos mas pequeños, vimos que era un género a explotar, no cualquier tipo de teatro, pero sí este.
— Se dice que editar en España es casi llorar. ¿Cómo describiría el papel que ocupa La Uña Rota en el conjunto editorial español?
— Tengo mis dudas con la palabra independiente; de hecho nuestro eslogan es ‘Editorial dependiente de lectores independientes’. Somos dependientes de muchas cosas, sobre todo del capital, que es fundamental para seguir publicando. Tenemos que editar con un ojo puesto en el texto y el otro en una calculadora, porque es la única forma de mantener un modelo. El nuestro es de tamaño pequeño y también tenemos nuestros momentos complicados, pese a que la imagen a veces considera que lo pequeño facilita las cosas.
— ¿La crisis del libro es un mito?
— El libro atraviesa un momento delicado por su relación con otros entretenimientos, no precisamente, como se dice, por el libro electrónico, que convive con el papel y seguirán haciéndolo como sucedió con la radio y la TV. El libro se sigue vendiendo y leyendo. El problema de la edición con respecto al mercado es que hay que convivir con maneras de entretenimiento mucho más fáciles: el whatsap, el móvil, las descargas de Internet. Su problema tiene que ver con una serie de plataformas como Neflix o movistar que cuando llegas a casa te sirven videojuegos y formas de entretenimiento más fáciles que agarrar un libro para leerlo activamente, con espíritu crítico: leerlo y contestarlo de alguna manera con tu propio pensamiento crítico.
— ¿Qué ha aportado La Uña Rota a Segovia?
— Creo que ha aportado un punto de vista crítico sobre la realidad y la manera de entender los libros. Antes hablábamos de cómo se hace un libro, que en general se considera caro, pero cuando se informa de cómo se hace algo tan manejable y complejo, que mezcla tantos oficios (corrector, traductor, maquetador, distribuidor, ilustrador, tipógrafo…) se demuestra el valor del libro. En esto creo que la Uña Rota ha jugado su papel en la sociedad segoviana. Por ejemplo, Los libro pinchos que divulgamos en los bares; un lugar de chateo, de convivencia. También ha servido para acercar textos clásicos al lugar más transitado por todo el mundo. Por eso el Ministerio de Cultura lo ha elegido uno de los mejores ejemplos de practica lectora del país, hace un par de meses. Y ahora hemos abierto un espacio para hacer conciertos, exposiciones, conferencias, para ver si conseguimos asentar una programación de talleres ordinaria, que la gente de Segovia tenga en cuenta.
— El ejemplo de La Uña Rota ha animado la creación de otras editoriales o sigue siendo un mercado minoritario?
— Cuando empezamos, editoriales no había ninguna. Poco después nació Artec, que desapareció. Existía La Tertulia de los Martes, que editaba libros con la subvención de Caja Segovia, igual que la Diputación tiene su propio servicio de publicaciones, pero no había editoriales privadas. Sí se ha producido un positivo ‘efecto contaminante’, teniendo en cuenta que contaminar viene de comunicar. Ahora hay ejemplos como la editorial Yacaré, de Palazuelos, que ha empezado a editar libros ilustrados. Han venido de Asturias otros editores que se han hecho segovianos: Aventura editorial, que hacen mapas maravillosos y también harán libros y La Isla del Naufrago que montó Abella y ahora lleva Amando Carabias.
— ¿Tenemos tanta vida cultural como fama?
— La vida cultural no es evaluable por la cantidad sino que debe serlo por la calidad. Deberíamos ser autocríticos y analizar, de entre todo lo que se hace aquí, qué tiene calidad y qué contesta y se enfrenta al discurso dominante que busca homogenizar el gusto y neutralizar el disenso. Divertir y pensar no están reñidos y la programación que se promueve desde las instituciones debería servir para hacer pensar y fomentar el espíritu crítico. Como en toda ciudad, esto es mejorable en Segovia. Para mantener la salud cultural se tiene que trabajar desde los organismos públicos en el hecho de facilitar la imaginación a medio y largo plazo, para que la gente que convive en la ciudad no cese de producir ideas. ¿Qué ocurre cuando vas a proponer a un organismo público algún proyecto y te dicen que no hay dinero y ves, sin embargo, que se lo están gastando en ciertos eventos que son franquicias?. Sucede que esa persona va a dejar de imaginar, porque pensará ¿para qué voy a proponer, a imaginar, si me van a decir que no hay dinero?. Esas personas se acabarán marchando o se dedicarán a otra cosa, pero no seguirán ideando. Los organismos públicos deberían facilitar a medio y largo plazo que el ciudadano pueda pensar para beneficiar a la comunidad en la que vive, porque en Segovia hay buena sabia capaz de enriquecer y hacer evolucionar el tejido cultural. Conozco bastante gente frustrada por las negativas del Ayuntamiento, que dice, ‘¡para qué voy a ir si no hay dinero, si me van a decir ‘no’, si prefieren dárselo a los de siempre!
“El Ayuntamiento debería dar opciones públicas para que el gran tejido cultural que hay siga en Segovia”
Desde el pensamiento crítico por el que aboga, ¿cómo describe el contexto cultural en el que se mueve la editorial, ¿Qué le falta y que ventajas tiene Segovia?
— Segovia ha pasado de una cultura de arrabales, de calle, donde surgen pequeñas iniciativas que hacían grandes cosas, a una cultura de avenidas. Poco a poco se han ido asentando en la ciudad proyectos con buen presupuesto, frente a los pequeños autogestionados y menos visibles. Hemos vivido esa evolución de la ciudad, cuyo Ayuntamiento apenas entretenía culturalmente a la ciudad y poco a poco ha ido ofreciendo espacios donde se ha ido gestando esa cultura oficial. Ahora hay un equilibrio entre la oferta pública y la privada, que viene de librerías, bares y pequeñas iniciativas que forman el tejido cultural y no tienen la capacidad de anunciarse que da el Ayuntamiento, por ejemplo, con la renovada Casa de la Lectura, las Sala Expresa, la Alhóndiga, San Nicolás; la Junta con sus espacios como el Museo Provincial y el Palacio de Quintanar; San Quirce con el suyo…Hay mucha oferta; tanta que nos pisamos y, en ocasiones, puede haber una sensación de desbordamiento. Habría que organizar de alguna manera esa oferta, pero lo que veo es que Segovia tiene potencial porque hay muchas personas de dentro y de fuera que trabajan la cultura y habría que definir qué es cultura.
— ¿Cuál es su definición?
— La Cultura debe generar una red de referentes que nos permita orientarnos en la realidad y, justamente, cuando hay una oferta excesiva se puede desorientar más que orientar. Por otro lado, pienso que aquí hay gente muy válida que está haciendo cosas muy interesantes. Hay un tejido cultural realmente interesante y creo que el Ayuntamiento de alguna forma debería dar opciones públicas para que esa gente siga aquí en Segovia. Yo me quedo aquí por razones privadas, porque no me gusta Madrid, por mi familia o por lo que sea, pero al Ayuntamiento le compete dar razones públicas para que quien compone ese tejido cultural no se vaya y siga aportando. Segovia vive del comercio, restaurantes y hoteles y funcionarios y si la cultura es ese mecanismo que mueve dinero y trae gente de fuera, hay que apoyarlo. Iniciativas como Titirimundi o Muces, que son propias, necesitan esas razones públicas para seguir haciendo las cosas bien. No tiene por qué traer franquicias de fuera.
— ¿Se está refiriendo al Hay Festival?
— Sí, por ejemplo y al Instituto Internacional de Teatro que hubo en verano, con gente de fuera, que cuesta mucho dinero traer. ¿No es mejor hacer un festival literario desde aquí?. ¿No hay escritores, editoriales, colectivos literarios, pensadores, que estén capacitados para hacerlo?, ¿Por qué hay que pagar un presupuesto enorme para atraer una franquicia que no aporta nada más que títulos y escritores de grandes editoriales?.
Se podía hacer algo mucho más ambicioso y menos costoso. El Ayuntamiento debe ofrecer esos lugares donde la gente pueda reunirse y trabajar, pero procurar que la gente se quede aquí porque somos la única capital de provincia que baja en número de habitantes; se está desangrando en ese sentido.
