En dos días consecutivos este periódico publicó dos grandes titulares sobre población según los datos suministrados por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y recogidos por la Agencia Ical.
El primero de ellos (Adelantado de Segovia, 16 de febrero de 2024) decía: “España consiguió su rércord de población en el año 2023 con 48.592.909 habitantes”. Me sorprendió porque tenía la impresión de que cada vez éramos menos y más mayores. La información aseguraba que el población había aumentado en más de quinientos mil habitantes y que la explicación está en la llegada de inmigrantes que representan el 13,4% de la población. En los últimos 20 años ha aumentado cerca del 10%.
En la página del INE, pude constatar que la mayor población de extranjeros es la de colombianos (42.600) seguida de lejos por venezolanos (27.300) y marroquíes (25.800).
Un dato me llamó especialmente la atención en el referido artículo de El Adelantado. En el último año, 10.400 españoles se fueron al extranjero. Supongo que la mayor parte serían jóvenes que no encuentran aquí oportunidades laborales o buscan ampliar horizontes. Las otras nacionalidades que más emigraron desde España, fueron la marroquí (9.500 personas) y la rumana (8.100 personas).
Al día siguiente El Adelantado centraba la información en la repercusión que los datos tienen para nuestra provincia. Así titulaba en su página 8: “Los afiliados extranjeros crecen en Segovia un 7,6% en enero y alcanzan los 9.292”. Un total de 653 personas más en términos interanuales. Es llamativo que sea la cuarta provincia de Castilla y León en número de extranjeros después de Valladolid y Burgos, muy cerca de León (9.790) y por encima de provincias mucho más pobladas como Salamanca. En Segovia hay tres veces más inmigrantes que en Zamora y el doble que en Palencia y Ávila.
Creo que los datos nos ayudan a reflexionar sobre la inmigración. Aunque a veces son presentados como una amenaza para nuestro sistema de vida, desde mi punto de vista, no sólo no lo son sino que parecen una garantía de su mantenimiento. Eso con la mirada egoísta en quien solo piensa en sus intereses, porque en realidad debiéramos preguntarnos qué lleva a tanta gente a salir de su tierra en una aventura incierta. Y no me refiero solo a los que llegan a España, sino a esos 10.400 jóvenes españoles que se han tenido que marchar no porque los inmigrantes hayan ocupado sus puestos de trabajo —la mayor parte precarios y mal pagados— sino porque aquí no ven oportunidades.
El Papa Francisco en la última Jornada Mundial de las Migraciones decía: migrar debería ser siempre una decisión libre, pero, de hecho, en muchísimos casos no lo es. Y continuaba diciendo que para eliminar las causas de esas migraciones forzadas por el miedo, la pobreza, las persecuciones o la desesperación, es necesario comenzar a preguntarnos qué podemos hacer, pero también qué debemos dejar de hacer.
Hace unas semanas se estrenó la película “Yo capitán” de Matteo Garrone que trata el tema de la migración. La película no ha llegado a la cartelera de nuestra ciudad, pero me llamaron la atención las declaraciones de su director, un hombre valiente que denunció en “Gomorra” los negocios y crueldad de la mafia napolitana. Decía Garrone que él veía a esos jóvenes que se lanzan a la aventura de cruzar el desierto y embarcarse en precarias pateras como unos héroes, gente aguerrida y fuerte que, como los héroes de antaño, arriesgan su vida buscando un futuro. Y decía sobre su película: “Yo capitán’ se sitúa en el plano de los derechos humanos e intenta dar respuesta a una pregunta que se hace mucha de la gente que conocí haciendo la película: ¿por qué los europeos podemos recorrer el continente africano con libertad, pero ellos deben arriesgar sus vidas para llegar a Europa? Hace años que arrastramos este debate, y seguiremos discutiendo sobre ello hasta que no se ofrezcan más visados a la gente que quiere venir a trabajar a Europa. Es el único modo de acabar con el tráfico de personas y con la inmigración ilegal. No es posible que la gestión de los visados dependa del brillo de las cuentas bancarias de los solicitantes (Fotogramas, marzo 2024).
Desde luego este no es un debate para tomar a la ligera sino con el rigor y sin olvidar que hablamos de personas.
