La repoblación oficial de Segovia, a partir del año 1088, fue encomendada a Raimundo de Borgoña por el rey Alfonso VI, poco después de la conquista de Toledo. Un recinto amurallado que iba a constituir la residencia de la nobleza, la Iglesia y la burguesía, mientras las clases más humildes se iban a asentar en los arrabales extramuros. No obstante, permanecían edificaciones anteriores dentro de la muralla, como lo acreditan los restos de anteriores iglesias en la Iglesia de San Juan de los Caballeros y en la Iglesia de San Martín, o de una ermita en la Iglesia de San Miguel, lo que prueba que una población se agolpaba alrededor de esas primitivas iglesias, al igual que en las parroquias de San Briz, San Cebrián y San Gudumian.
Sin embargo, el conjunto arquitectónico románico segoviano, desde finales del siglo XI hasta finales del siglo XII, estuvo conformado por 14 iglesias parroquiales intramuros: San Andrés, San Esteban, San Pedro de los Picos, San Quirce, San Nicolás, la Santísima Trinidad, San Miguel, San Facundo, San Román, San Martín, San Sebastián, San Pablo, San Juan y San Bartolomé. Alrededor de estas parroquias se conformaría el caserío que constituiría el asentamiento de las collaciones en que se asentarían estos repobladores, y que se dedicaba a actividades comerciales e industriales, como la industria textil y la industria editorial.
En efecto, en el año 1145 se publicó en Segovia el libro de Robert de Chester, titulado Liber algebrae et almucabala, es decir la traducción del libro Kitab al-Muhtasar fi hisab al-gabr wa-al-muqabala y escrito por Abu Abdallah Muḥammad ibn Mūsā al-Jwārizm (al-Khwarizmi). En el siglo XII, Europa salía del sueño oscuro de los siglos anteriores, como apuntó el medievalista estadounidense Charles Homer Haskins, un Renacimiento en el siglo XII, un primer Renacimiento que cambió todo. Porque, en los siglos XII y XIII, el pensamiento del Oriente griego y árabe llegó al extremo más occidental de Europa, la Península Ibérica, donde se tradujo del árabe al latín una serie de conocimientos, y desde donde se transmitió al resto de Europa. En esos siglos, el Occidente latino encontró en la lengua árabe la sabiduría de Oriente, desconocida anteriormente, generándose un encuentro cultural muy notable y que fue decisivo en la historia de Europa.
En el año 1118 fue probablemente la primera traducción llevada a cabo en esta etapa y a cargo de Juan Hispalense, mientras que en el año 1187 fallecía en Toledo el traductor italiano Gerardo de Cremona; pues bien en estos setenta años del siglo XII se cambió el panorama de la cultura europea, gracias a una centena larga de textos árabes, muchos de ellos de origen griego, que fueron traducidos al latín, y desde varias poblaciones peninsulares, como Segovia. Unos manuscritos que se difundieron por Europea durante los siguientes siglos XIII, XIV y XV. Libros que daban a la luz una nueva medicina, una nueva astronomía/astrología, una nueva matemática y geometría, un primer conocimiento de textos islámicos, junto los libros de Aristóteles, de Arquímedes y de Alejandro de Afrodisia, los Elementos de Euclides y el Álgebra de al-Khwarizmi, buena parte de la obra de Galeno, el Almagesto de Claudio Ptolomeo, el Canon, la Metaphisica y el Liber de anima de Avicena, el Fons vitae de Avicebrón, y una larga serie de tratados de varia naturaleza de Hunayn ibn Ishaq (Iohannitius), Qusta ben Luqa, Tabit ibn Qurra, al-Kindi, al-Farghani, Albumasar, Alcabitius, al Razi, al-Battani, al-Gazzali.
Robert de Chester llegó a ser arcediano en la diócesis de Pamplona y desarrolló una notable actividad intelectual, preferentemente por tierras del valle medio del Ebro; participó en la traducción del Corán y en la traducción del árabe al latín de la obra de al-Khwarizmi, cuando el árabe era la lengua utilizada por árabes, persas, turcos, judíos y españoles durante la Edad Media y que sirvió de vehículo para la transmisión de los más diversos conocimientos de la antigüedad. Robert de Chester realizó desde Segovia una traducción al latín del Álgebra de al-Khwarizmi en 1145, lo que supo la primera piedra para la introducción de la actual numeración en Europa.
Al-Khwarizmi, nacido en el año 780 en la ciudad de Corosma de Jiva (Uzbekistán), fue un matemático, astrónomo y geógrafo persa, que se aprovechó de que hacia el año 815, al Mamun, séptimo califa Abásida, fundó en Bagdad la Casa de la sabiduría (bayt al-Hikma), para escribir sus tratados de álgebra y astronomía. Su obra Kitab al-Muhtasar fi hisab al-gabr wa-al-muqabala (Compendio de cálculo por complexión y comparación), trata de la solución de ecuaciones, una obra que había difundido entre los árabes el sistema indio de numeración. Una numeración que se extendió por Occidente gracias a la traducción de esa obra por Robert de Chester, publicada en Segovia. Una ciudad que participará en la vanguardia de la ciencia en la Baja Edad Media y en el Renacimiento, gracias a las figuras de Domingo de Soto o Andrés Laguna, con una industria editorial muy avanzada, y de hecho en Segovia se publica el primer incunable en 1472, el Sinodal de Aguilafuente, impreso en el taller de Juan Parix de Hedidelberg.