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La iglesia de San Alfonso Rodríguez

Parroquia de El Sotillo en La Lastrilla

por Jesús Fuentetaja
20 de abril de 2025
en Provincia de Segovia
Inauguración de la iglesia, el 5 de abril de 1997.

Inauguración de la iglesia, el 5 de abril de 1997.

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En los últimos domingos se ha venido publicando en este periódico el interesante trabajo de María Jesús Callejo, sobre las iglesias construidas en Segovia durante el pasado siglo XX, adaptación del artículo que fuera publicado por la misma autora en la revista Estudios Segovianos, número 114 del año 2015: “La Arquitectura religiosa del siglo XX en Segovia”. Esta serie de magníficos y perfectamente documentados artículos, se ha circunscrito únicamente a los templos abiertos al culto en la ciudad de Segovia durante el pasado siglo, sin detenerse en aquellos otros que hubieran podido construirse en la provincia. Entiendo que este ha sido el motivo principal por el que no se haya incluido en esta acertada serie la construcción de la iglesia del barrio del Sotillo de La Lastrilla, puesta bajo la advocación del santo segoviano San Alfonso o San Alonso Rodríguez, que fue inaugurada el 5 de abril de 1997 por el entonces obispo de la diócesis don Luis Gutiérrez, según proyecto del arquitecto don Juan Antonio Miranda Herrero.

Seguidamente se reproduce una selección de textos entresacados de mi libro del año 2017, patrocinado por el Ayuntamiento de La Lastrilla, con ocasión de conmemorarse el veinte aniversario de la inauguración de la iglesia y del cuarto centenario de la muerte de San Alfonso Rodríguez, acontecida el 31 de octubre de 1617.

UN NUEVO BARRIO SURGE EN LA LASTRILLA

Por su proximidad con la capital, el Sotillo se convirtió en poco tiempo en una zona residencial de excelente aceptación para aquellos segovianos que buscaban escapar de las incomodidades de la ciudad, siempre condicionada por las limitaciones urbanísticas que impone el mantenimiento de su rico patrimonio histórico y artístico y que trae como consecuencia, una escasa oferta de suelo urbano y por escaso siempre excesivamente caro. Por ello, en el último tercio del pasado siglo, empiezan a levantarse en la margen derecha de la carretera nacional 110 en dirección a Soria, una serie de viviendas en terrenos carentes aún de los servicios urbanísticos más elementales. Fue la necesidad de resolver los problemas comunes de los nuevos pobladores lo que les lleva a agruparse en torno a una Asociación de Propietarios, en cuyo seno va germinando y tomando cuerpo la incipiente comunidad cristiana del Sotillo, que acabaría demandando la construcción de una iglesia, como la principal señal de identidad colectiva de la naciente urbanización.

El obispo Antonio Palenzuela bendice la primera piedra.
El obispo Antonio Palenzuela bendice la primera piedra.

UNA FINALIDAD RELIGIOSA QUE CUBRA NECESIDADES SOCIALES

Recordemos, que lo primero que acometían los colonos que vinieron a repoblar los territorios históricos de la vieja Castilla, era la construcción del templo con el que señalaban y fijaban la demarcación territorial de la naciente población, además de utilizarla después como lugar de reunión común para los nuevos pobladores. La vida social de los pueblos ha girado siempre en torno a las iglesias que se convertían en el epicentro de la población y en el lugar común de reunión de sus habitantes. Esta referencia faltaba en el Sotillo, urbanísticamente aún en desarrollo y en donde inicialmente, ni siquiera existía una plaza pública donde reunirse. La construcción de la iglesia vino a solventar la carencia de culto, pero al mismo tiempo también cubría necesidades sociales, al permitir a los vecinos relacionarse entre sí en el único lugar común para poder hacerlo.

IMPULSORES Y PROTAGONISTAS

Estas circunstancias, impulsaría a un grupo de vecinos en mostrar su apoyo más firme a don Andrés de la Calle, párroco de La Lastrilla, cuando este decidió iniciar la difícil aventura de dotar de una instalación religiosa propia al Sotillo. Fue este sacerdote la persona que asumió el protagonismo principal, siempre secundado por los feligreses del barrio. Gracias a su esfuerzo, a sus desvelos, a sus contactos y a las enormes ganas que puso en el proyecto de dotar de un templo a la comunidad cristiana del Sotillo, hizo posible que aquello llegara a ser una realidad.

Junto a don Andrés, otra querida y emblemática figura estuvo detrás de esta iniciativa, me refiero al siempre recordado obispo don Antonio Palenzuela Velázquez, quien mostró su apoyo a este animoso sacerdote, muy necesitado de ello, puesto que al principio tuvo que sortear el fuego amigo proveniente de las propias filas religiosas, no todos veían con buenos ojos la construcción de una iglesia en el Sotillo. La firme decisión final del obispo Palenzuela, resultaría definitiva para que el proyecto pudiera salir adelante.

Don Antonio no solo asumió la decisión de construir la iglesia, sino que decidió también, que el futuro templo se pusiera bajo la advocación del santo segoviano San Alfonso Rodríguez, haciéndose eco de la iniciativa surgida desde la feligresía del barrio de El Salvador, quienes habían promovido una campaña de recogida de firmas que acabarían depositando en el Obispado, por las que venían a solicitar que fuera puesto el nombre de San Alfonso a la primera iglesia que se construyera en la diócesis.

Planta de la Iglesia de San Alfonso Rodríguez
Planta de la Iglesia de San Alfonso Rodríguez.

CRONOLOGÍA MÁS RELEVANTE

• Con fecha 9 de junio de 1992 se solicitan a Cáritas los terrenos anexos a la Residencia.

• El día 22 de septiembre de 1993, se insta a la Diputación la redacción del proyecto, que es encargado al Arquitecto Provincial. Tanto el proyecto como la dirección de la obra fueron asumidas íntegramente por los técnicos de la Corporación sin coste alguno para la diócesis. El proyecto sería obra de don Juan Antonio Miranda Herrero.

• Después de tensas reuniones, por la oposición interna al proyecto de construcción de la iglesia, el Consejo Diocesano de Cáritas cede los terrenos al Obispado para la construcción de la iglesia, firmándose la escritura de donación el 11 de noviembre de 1994, ante el notario de Segovia, Don Manuel Álvarez García.

• Un mes antes, el Ayuntamiento de la Lastrilla, había aprobado el otorgamiento de la licencia de parcelación, necesaria para poder segregar la finca, concretamente mediante acuerdo del día 4 de octubre de ese mismo año.

• El día 9 de abril de 1995, se llevó a cabo la bendición de los terrenos por Don Antonio Palenzuela, así como a la colocación de la primera piedra. Después, se sirvió un refresco seguido de una verbena popular en los aledaños del solar de la iglesia.

• Las obras fueron adjudicadas el 4 de septiembre de 1995 a la empresa MARCA de Coca, con un presupuesto de ejecución inicial de 72.840.000 pesetas, que finalmente acabo sobrepasando los 90 millones y con un plazo de ejecución de 18 meses.

• Después de muchas vicisitudes, las obras de la iglesia quedaron felizmente concluidas, procediéndose a su inauguración en una misa solemne presidida por el que en ese momento era obispo de la diócesis, don Luis Gutiérrez Martín. Esto ocurría el día 5 de abril de 1997.

DESCRIPCIÓN DE LAS INSTALACIONES

El conjunto de edificios está compuesto por el templo, la vivienda sacerdotal, y por varios salones parroquiales. La iglesia es un bello ejemplo de arquitectura moderna y funcional, con una sola nave rematada en un amplio ábside, aligerado al exterior con cuatro simétricas filas de ventanucos que proyectan sobre el altar mayor la luminosidad que se trasluce por sus policromadas vidrieras. A la cabecera, pende la enorme talla de estilo clásico del Cristo crucificado que presidia la iglesia de las Oblatas en Segovia, antes de que fuera desacralizada. De la misma iglesia cerrada al culto procede el sagrario, interesante pieza de orfebrería realizada en plata dorada, seis candelabros de alto valor, la custodia, cáliz, copón dorado, floreros y otros objetos religiosos procedentes de su antigua iglesia. Flanqueando al altar mayor se ubica en el lado del evangelio una hermosa talla del siglo XIX cedida por el Obispado y de autor desconocido, realizada en madera con refuerzo de yeso y que representa a la Virgen del Rosario con el Niño en su brazo izquierdo. Al lado de la epístola se ubica la imagen de San Alfonso Rodríguez, donada mediante cuestación popular por los feligreses de la parroquia del Salvador de Segovia. La talla ejecutada en madera policromada, presenta al santo con el hábito de la orden jesuita, aún joven y sosteniendo un libro en las manos en donde puede leerse la frase con la que respondía a todos los que se acercaban a su portería del colegio de Monte Sion en Palma de Mallorca: “Ya voy Señor”.

FINANCIACIÓN DE LAS OBRAS

Ya hemos dicho, que los terrenos fueron cedidos de forma gratuita por Cáritas. Esto y la circunstancia de que no terminara por arrancar el proyecto de construcción del templo de Nueva Segovia, hizo que la partida inicialmente dispuesta para este último, por importe de veinticinco millones de pesetas, fuera destinada por el Obispado a la construcción de la iglesia de San Alfonso Rodríguez en el Sotillo. La diócesis terminó asumiendo el coste de las obras, si bien con el compromiso que arrancaron a la comunidad cristiana beneficiaria, para que ésta terminara asumiendo el 50 por 100 del coste total de las obras, a pagar en 20 años, que finalmente ascendieron a la cantidad de 90.337.057 pesetas, incluida en este importe la adquisición de los bancos de la iglesia, no así los honorarios técnicos que como ha quedado dicho fueron aportados por la Diputación.

Con fecha 11 de noviembre de 1998, se firma un documento de distribución de la deuda entre el Obispado y la comunidad cristiana del Sotillo. Hasta ese momento se habían abonado ya la cantidad de 5.836.698 pesetas, por lo que la deuda que debería asumir se elevaba hasta la cantidad de 39.331.839 pesetas y que debería hacer frente la nueva parroquia en el plazo de 20 años, a razón de 1.966.592 pesetas por año. Este plan de pagos no fue posible completarlo, restando, a día de hoy, cantidades importantes por amortizar.

La cantidad más significativa fue aportada por el Ayuntamiento de la Lastrilla, cercana a los cuatro millones de pesetas, si bien con el compromiso de permitir el uso de los salones para los fines sociales del nuevo barrio, que en esos momentos no contaba con instalaciones municipales propias. El resto de las aportaciones, salían del bolsillo de los fieles y de las diversas actividades que se organizaron en la parroquia para recaudar fondos. Dos donativos importantes fueron realizados por dos congregaciones religiosas y ambas de la misma cuantía: 300.000 pesetas. Uno, por la Compañía de Jesús y el otro por las Hermanas de la Caridad de San Vicente Paul. Los primeros, por poner el nombre de San Alfonso al templo y las segundas, en un acto de buena vecindad, como gestoras que eran por aquel entonces de la Residencia de Cáritas, próxima a la iglesia. La Obra Social de Caja Segovia, colaboró con el amueblamiento de los salones parroquiales.

Talla de San Alfonso.
Talla de San Alfonso.

UNA IGLESIA SEGOVIANA PARA UN SANTO SEGOVIANO

Tanto de la persona de San Alfonso, como de su familia poseemos una adecuada información, sin necesidad de tener que acudir a relatos y leyendas populares; sino utilizando datos ciertos, verídicos y contrastados. Constituye además este santo, auténtico paradigma de lo duro que trata Segovia a sus hijos, tal y como se canta en su himno: “Porque Segovia, como es Castilla, hizo a sus hijos y los gastó”. Como gastaría Segovia a San Alfonso, que en Segovia se arruina. En Segovia ve morir a su esposa. En Segovia tiene que enterrar a sus hijos. Y de Segovia tiene que salir para poder realizar su tardía vocación religiosa, al negarle los jesuitas de la ciudad el acceso a su seminario. Y después, de dar algún que otro tumbo por Valencia, acaba dando con sus huesos, de santo, por supuesto, en una humilde portería de Palma de Mallorca, en donde desde el grado de coadjutor, el más ínfimo en la jerarquía religiosa de la Compañía de Jesús, alcanzó la gloria eterna de la santidad.

Sin embargo es posible que su sólida formación cristiana la adquiriera, curiosamente, en un lugar muy próximo al que ahora ocupa la iglesia que lleva su nombre. Está verificado que en 1541 Pedro Fabro, cofundador de la Compañía de Jesús visita Segovia, por ser esta una de las principales urbes de España, de las más industriales y de las más pobladas. Don Diego Rodríguez, padre de San Alfonso, tenía una finca de campo en las afueras de Segovia, que más o menos vendría a coincidir con la actual ubicación del Sotillo. Esta finca era conocida como el Rafal y le fue ofrecida al jesuita para que se instalara en ella como huésped, invitado por la familia del futuro santo.

portada libro Sotillo

En el Rafal, prepara al joven Alfonso para que reciba la primera comunión y seguramente también allí acabe inoculando el virus jesuita, que brotaría con efectos retardados veinte años después. Como ha sucedido en innumerables ocasiones, el discípulo acabaría superando al maestro, mientras que Alfonso fue beatificado por León XII en 1825 y elevado definitivamente a los altares por León XIII, en 1888; Pedro Fabro, no fue beatificado hasta 1872 por Pio IX y tuvo que esperar hasta el año 2013, para que fuera canonizado por el Papa Francisco, jesuita como él.

Si esta historia es cierta y tiene todos los visos de serlo, es de justicia divina que el santo haya podido regresar al lugar en donde adquirió su primera formación cristiana, convertida ahora en moderno y acogedor templo, puesto precisamente bajo su advocación.

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