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La gota que ha colmado el vaso. ¡Se acabó!

por El Adelantado de Segovia
4 de diciembre de 2024
en Tribuna
ANGEL GRACIA
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Memento mori

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Cuando la diplomacia se arrodilla ante la Leyenda Negra

Ángel Gracia Ruiz

Ha pasado ya un mes desde que comenzó a llover sobre Valencia. Es cierto, cayó una buena, pero en algunos lugares, no chorreó tanto. No obstante, todos los ingredientes borboteaban ya en la paellera para que una gota, la última gota, colmara el vaso. Con tantos componentes que salpimentaban el arroz resultaba más que probable que la primera mecha que se encendiera “accidentalmente” en cualquier momento diera comienzo a una mascletá indeseada que haría volar todo por los aires, dejando desolación y cenizas tras su paso. Y es que los elementos son más sabios que los humanos porque, no podemos olvidar, que son causa de nuestra existencia. Y, cuando se juega a ser dioses con los propios dioses siendo humano, la desgracia está servida de antemano.

Políticas verduscas que prohíben hacer lo que quien trabaja la tierra siempre ha hecho, como limpiar los cauces y aprovechar las cañas durante la época seca; derivación de una partida presupuestaria ya aprobada a fin de controlar caudales para montar un chiringuito ideológico; derribo de presas y azudes ya construidas sobre la base de peregrinas excusas del tipo del derecho de las truchas a discurrir libremente por las riberas; prohibición de quemas controladas o reparto del sobrante de despojos entre entidades comunitarias y su aprovechamiento por los pobladores porque, ¡cómo se lo van a llevar gratis sin que pillemos una mordida!; restricción de plantaciones de arboledas refrescantes contenedoras de vientos más veloces que las mentes de los que se supone que piensan; olvido de una organización urbanística como un espacio ordenado, armónico, en el que la construcción se sustente en el bienestar del lugareño y no sobre la especulación. Si a lo anterior le añadimos que se abre una presa sin avisar, no se previene nada, se deja a la población que se ahogue o se salve por su propia mano y, si ya producida la catástrofe se prohíbe hacer a los que tienen que hacer lo que han y quieren hacer y no se permite ayudar a quien quiere ayudar y que quien tiene que gestionar no sabe, el desastre está servido para unos, la fiesta está anunciada para otros y la tajada está preparada para hacer escarnio de la desgracia ajena.

En casos como este (que ya van unos cuantos y no sé por qué se siguen olvidando), resulta evidente darse cuenta de quién es nuestro enemigo. Y en este supuesto, no cabe ninguna duda de que lo tenemos en casa. Se nos ha colado, como un okupa, como una sanguijuela, cambiando la cerradura que hemos pagado para protegernos de alimañas como ellos. Una vez dentro, nos dictan normas que nos prohíben echarlos. Después transmutan su acción delictiva quedando ellos libres de toda culpa convirtiendo a sus víctimas en delincuentes. El caso es que ahora nos tenemos que tragar que nosotros somos los que mentimos, los que robamos, los que no nos enteramos de nada.

Pudiera parecer extraño que siga habiendo seres pensantes que los sigan jaleando y babeen a su paso, que reciban a la consorte cuatri imputada por hacer negocio con nuestra pasta como a un ídolo (¿dirían ellos/ellas/elles ídola?) y que aplaudan a delincuentes condenados a quienes han librado del cumplimiento de su pena a base ordenar a quien no tiene que juzgar cargarse lo que quien tenía que hacerlo juzgó. Y es que, resulta muy tranquilizador sentirse protegido por un grupo que te infla a ganar dinero, te eleva a las más altas esferas sociales a las que jamás habrías llegado por tus propios méritos y te indulta cuando delinques.

Jamás he escuchado a un gobierno insultar al contrapoder judicial porque, aunque sólo sea por la falsa decencia de mantener las formas, eso es lo que sostiene los cimientos más sagrados de cualquier democracia. Jamás me había encontrado a un Fiscal General del Estado imputado de delito de revelación de secretos (la más alta labor que debe cumplir y hacer cumplir) que siga en su cargo. Jamás he presenciado en mi tierra el calco de las organizaciones criminales gobernando. Jamás había sentido esta sensación tan repugnante de esclavitud sumisa y de verme a mí mismo obligado a pagar para que ellos se lo lleven a República Dominicana. Jamás me he visto tan preso en la absurdez de sus dictados, de vivir en la perenne coacción de prohibirme hacer lo que no está prohibido y obligarme a hacer lo que no quiero hacer cargándose el ordenamiento jurídico que protegen mi acción.

El caso es que la otra alternativa resulta inexistente. El hombre de la Triste Figura se encuentra cómodamente sentado entre la cúpula que lo sostiene y la base que lo babea para chupar de la organización que dirige. Se trata del más claro ejemplo de la in veracidad: dice lo que no piensa y hace todo lo contrario de lo que dice. Y, si vamos más allá, ni siquiera la tercera opción del emergente y más empático Vox, ni por supuesto la cuarta de los ideólogos/as/es con el intelecto enterrado en la tierra y los pies volando en el espacio infinito de sus peregrinas ideas y mucho menos la de aquellos otros que siempre amenazan con que quieren irse, pero que ni se van ni se irán, porque chupando de la teta les va muy bien. Y es que, todo está montado al revés de como es. No debería ser la población quien depositara su voto en manos de un grupo cerrado con unas ideas selladas y un programa que jamás cumplirá, sino un grupo de ciudadanos quien se comprometiera a ejecutar el mandato de la voluntad del pueblo soberano.

Pero seguimos empeñándonos en luchar contra el enemigo utilizando unas armas y unos métodos basados en un orden de valores que ellos no usan. Pretendemos que, sobre la base de una Constitución que se saltan a la torera y de un sistema normativo que cambian a su favor cuando les viene en gana, vencerlos, en una lucha desigual en la que utilizamos piedras mientras ellos usan bombas atómicas. Si queremos reconquistar nuestra felicidad debemos plantearnos luchar en igualdad de condiciones, utilizar métodos que les hagan un poquito más de pupa.

El caso es que, han sido necesarias, de nuevo, doscientas treinta víctimas mortales (si no son más), cuatro desaparecidos (nunca sabremos cuántos exactamente), setenta y ocho municipios afectados y la ruina de un sinfín de familias, su dolor y sus secuelas permanentes hasta que mueran, para que ellos se dieran cuenta de que lo que tenemos no sirve. Ha sido necesario ser testigo real de lo allí ocurrido, sentir la desesperación que supone perderlo todo y su más absoluto abandono, para que otros cuantos se dieran cuenta del tinglado y griten: ¡Basta ya! Y, aunque todavía haya muchos que siguen babeando, jaleando y aplaudiendo la acción delictiva frente a la acción correcta, ya somos unos pocos más los que nos hemos puesto por lema: ¡Se acabó!, porque, la gota que cayó en Paiporta ha sido la última gota que ha colmado nuestro vaso.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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