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«La gente tiene necesidad de identificarse a través de un objeto propio»

por El Adelantado de Segovia
3 de junio de 2018
en Segovia
Elena Goded Rambaud.

Elena Goded Rambaud.

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Bióloga de formación, profesora de la UNED durante 30 años y alpinista de alturas internacionales, es una emprendedora con afán cultural que, primero, consolidó las antiguas ruinas del Monasterio cisterciense de Santa María de la Sierra (Collado), después creó su propio Jardín Botánico de tintóreas ara abastecer su taller artesanal y, luego, fundó Abbate: la marca con la que rescata la manufactura textil hecha con productos naturales. Galardonada con el Premio Hispania Nostra a las Buenas Prácticas en la Conservación del Patrimonio Cultural y Natural (2017), antes había recibido el Premio Nacional de Artesanía en la Categoría de Emprendimiento. Ahora acaba de impulsar la creación de la Asociación Nacional de Artesanía Contemporánea.

— ¿Qué le hace a una bióloga dedicada a la artesanía de las hilaturas afincarse en Segovia?, ¿Cómo llegó al emplazamiento cisterciense que ha consolidado?
— Como tantas cosas de la vida, sucedió por azar. Habíamos comprado una vivienda pequeña que el anterior propietario había rehabilitado sobre un viejo molino de agua.
Vivíamos entre el paraíso de Segovia y Madrid cuando nos enteramos de que en las ruinas de en frente, se iba a hacer un hotel, lo que nos inquietó bastante por el trasiego que podría traer. Al cabo de un tiempo, nos avisaron de que los chicos que lo querían convertir en hotel, abandonaban la idea; no les iban bien los proyectos hoteleros. En nuestros planes de vida jamás pensamos tener una ruina cisterciense. Hicimos un tanteo e inmediatamente se quitaron de en medio la ruina, lo que nos produjo la sensación de haber ofrecido mucho. Mi marido, (Salvador García Atance) es muy práctico; enseguida vio que había que darle uso y me animó a pedir la excedencia en la UNED. Con mi espíritu docente y funcionarial, me daba temor dejar la universidad pero, una vez solicitada, me la concedieron al instante porque llevaba más de 30 años y me puse con este proyecto. Coincidió con que mi hija mayor, Camila, que había estudiado Arte y Diseño general y de joyas, estaba un poco despistada. La animé a meterse conmigo y empezamos de cero. Consolidamos la ruina, construimos el proyecto docente y artesanal, pensamos el nombre y seleccionamos el personal de la zona que quisiera tejer con nosotras. Ella lleva el diseño y yo me encargo de los demás.

— ¿En qué momento se entusiasma la bióloga con las plantas del color?.
— Hace mucho. En el 80, en el Jardín Botánico de Madrid vi una exposición extraordinaria de lanas teñidas y plantas tintóreas. Siempre me gustaron los asuntos de color y diseño, por eso hice también Diseño de Moda, que tenía esa parte del textil. Aquella exposición me atrapó porque era la conjunción de mi formación como Bióloga con el diseño textil y la indumentaria y m e sumergí en ello. En la universidad empecé impartiendo un curso de tintes naturales; luego otro que se llamaba ‘El vestido fundamento de una expresión’ y enseñaba la forma, el material, el color y la historia y, aquello, lo dirigí hacia un taller de Artesanía textil con tres módulos: Tejeduría, Tintorería y Estampación. Lo impartí hasta que pedí la excedencia. Mi tesis doctoral había estado ligada a todo ello: Diseño a través de un objeto e indumentaria. Siempre me encantaron el Diseño de moda, el textil y la docencia. Todo se toca.

— Ha creado su propio Jardín Botánico para recuperar la Rubia o granza, de larga tradición en Castilla. ¿En que momento se encuentra el proyecto?.
— Es muy curioso. Estoy trayendo especies que se adapten a esta altura y a este clima, que no es fácil y sin embargo, la rubia se resiste; prospera pero muy lentamente. La idea era tener un jardín de plantas botánicas tintóreas con el fin de todo jardín botánico: difundir el conocimiento de las plantas a través de un uso muy concreto, como son nuestros tintes naturales. Curiosamente la rubia nos está costando mucho. Le cuesta crecer pese a tener el mejor espacio. No crece como nos gustaría; se desplaza y está muy caprichosa pero es la protagonista del Jardín Botánico. Cómo no íbamos a tratar de recuperar una planta que fue importantísima. Desde esta zona de Collado hasta Cuéllar hubo extraordinarios rubiales históricos que fueron fuente de ingresos importante en el siglo XVIII. Era un tinte maravilloso, pero como suele suceder, acabamos abandonando nuestros rubiales para comprarlos a los Países Bajos, cuando la Rubia castellana era de mucha más calidad.

— Las condiciones climatológicas extremas de esta zona limitarán la prosperidad del jardín botánico de las tintóreas. ¿Cómo se dan?
— No se dan mal, en general. Tenemos arbustivas, herbáceas y árboles, como castaños, robles, algunas gimnospermas y se dan bastante bien. Han crecido sesenta especies y tenemos ya 200 semillas diferentes. He traído algunas de la Patagonia chilena, aprovechando una expedición que hice mientras estuve trabajando un año en la universidad, investigando tejidos precolombinos. El clima es bastante similar: extremo, con frío y viento. Ahora, voy a volver a Valdivia, porque hace dos años me hicieron miembro del Comité Textil Nacional Chileno y traeré nuevas semillas y plantas.

— Como alpinista conoce los tejidos técnicos de las prendas deportivas que se hallan en el extremo opuesto de sus productos artesanales, hechos con hilaturas textiles naturales. ¿Son complementarios o excluyentes?.
— Desde mi análisis, son complementarios. Siempre pongo el ejemplo de IKEA: Me parece una maravilla que haya llevado a toda la población a objetos económicos y de muy buen diseño. El asunto es que, como nos iguala, hay una necesidad de alguna identificación personal que haga tu madriguera diferente.
La gente tiende a identificarse a través de pocos objetos, pero propios. Una vasija de barro, un cristal especial o una manta de Abbatte, ponen ese sello identificador. Los tejidos técnicos son absolutamente complementarios. Uso miles de fibras en la montaña que están ingeniosamente inventadas, pero la gente valora la identidad y no hay cosa más propia que la pieza hecha a mano, en la que se valora el confort del tejido por el tacto. Cuando te envuelves en una manta no quieres chispazos y una alpaca, un lino, un algodón natural, ofrecen esos otros tactos naturales que vienen siendo una demanda al alza. ¿Qué esto es caro?. Prefiero decir que es costoso porque los materiales lo son. Si el precio de un kilo de alpaca alcanza los 60 euros y una manta lleva dos kilos y a eso hay que añadir la confección y la caja, no es extraño que la manta se ponga en 300 euros. Es algo exclusivo, pero la identidad a través de una manta, un chal o un cabecero puede ser asumible, sobre todo por lo que te va a durar.

— La marca funciona desde 2013. En 5 años, ¿cómo ha prosperado el negocio de las hilaturas dentro del proyecto cultural?.
— El de las hilaturas no me atrevería a decir que se aun negocio próspero, pero hemos subsistido, que ya es mucho y observamos más movimiento. Las tejedoras empezaron con media jornada y ahora ya podemos trabajar a jornada completa. Cada vez hay más demanda y si esto sigue así tendremos que buscar más gente de la zona que quiera aprender el oficio. En cualquier caso me gusta el mensaje que se puede extraer: se puede vivir de proyectos con los que uno no se enriquece, pero se mantiene y dan mucha satisfacción.

— La parte segoviana de ‘Abbatte’ en Collado, hace crecer las plantas, las transforma para los teñidos e imparte los cursos. La tienda madrileña se ha convertido en un referente de la nueva artesanía española. ¿No ha pensado en abrir tienda en Segovia?.
— No es posible, porque los recursos están acabados. Pensé incluso una idea preciosa de haber hecho unas pequeñas casas de madera, para que la gente que viene a los cursos pudiera alojarse y no ha sido posible por falta de presupuesto. Los cursos son de un día para simplificar costes pero para aprender a tejer necesitas más días y por ahora no podemos abrir más frentes.

— ¿Cuánta gente emplea?.
— En Segovia trabajan 4 tejedoras y una quinta persona que se encarga del mantenimiento del Monasterio y del jardín botánico, además de mi hija y yo. En Madrid, donde hace un año abrimos tienda, trabajan 3 personas. En total son diez puestos de trabajo.

— ¿Qué ha supuesto para la zona?.¿Qué tipo de visitas puede recibir el complejo?.

— Los cursos monográficos que hacemos difunden el lugar y la gente que viene va conociendo los alrededores; desde La Matita, al Hotel Fuente Plateada, la Finca de Duque, Sotosalbos y otros pueblos del Pirón y esta sierra maravillosa. Intentamos que la zona se desarrolle con un turismo de especial sensibilidad, al fin y al cabo vienen a ver un Jardín Botánico y unas ruinas del que fuera Monasterio cisterciense, construido entre 1220 y 1270, el tránsito del Románico al Gótico.
Los cursos están ligados a lo que hacemos, por ejemplo ya ha venido dos veces y lo haremos más, Lorenzo Caprille, a dar Historia de la moda. El primer curso trató desde Maria Antonieta (la mujer de Luis XVI) hasta Coco Chanel y el segundo de Chanel a la actualidad.

— El proyecto recupera las ruinas cistercienses y anexiona al antiguo Monasterio una nave moderna para telar y espacio docente. Hay que ser valiente para afrontar un proyecto de esta envergadura. Visto desde fuera, ¿podría entenderse como capricho de rico?.
— Lo de rico es de risa, porque no podemos invertir más y, como decía, nunca imaginamos tener una ruina cisterciense. Pero una vez que la tienes, hay que cuidarla y ¡mucho!. Para nuestra desgracia el Monasterio tiene una enfermedad de la piedra, provocada por el ganado durante años. Esto estaba abandonado desde 1780. El amoníaco de las ureas de los animales se extiende por capilaridad y reaccionó con la caliza, creándose un polvo que destrozaba la piedra. Había que retirarlo. El primer empeño fue que no se cayera. Después, el mantenimiento nunca acaba. Hemos estado dos años cepillando la piedra y mezclando los restos de tierra cepillados con un producto especial que se usa en restauración. Con ese material se rellenaban unas jeringas y se inyectaban entre piedras. Arriba, se colocó un cincho metálico para que no se cayera. Optamos por conservar la ruina como ha llegado hasta nosotros, sin ningún añadido. Ni Abbatte tiene recursos ni le vemos sentido a su cubrición total.

— ¿Con qué inversión se materializa este proyecto?.
— La consolidación fue muy artesanal. Esto es un espacio diáfano en el que no hay habitaciones. Es más económico que el metro cuadrado construido como vivienda pero no sé cuantificar si la inversión son 300.000 o 400.000 euros.

— Santa María de la Sierra es desde 1931 Monumento nacional, hoy BIC. ¿Contaron con ayudas a la rehabilitación particular del patrimonio histórico?
— Hemos tenido ¡Cero! ayudas; ni siquiera exenciones patrimoniales de IBI. La parte de empresa, que produce artesanalmente nuestros artículos, evidentemente no esperaba tener ayudas de ningún tipo. Pero, para la consolidación de la ruina, dada su importancia y su extensión, sí esperábamos un gesto del Ayuntamiento de Collado, que no se produjo. Por eso cuando nos dicen ‘tenéis obligación de enseñarlo’, decimos: No; no estamos sujetos a obligación alguna, aunque siempre que puedo lo enseño. Cuando vienen colegios y colectivos no cobramos, como sucede con visitas del modulo de textiles de la Casa de Los Picos, la Asociación de amigos del románico, la Sociedad Geográfica Nacional y colectivos de arqueólogos y geólogos, que suelen venir. Queremos que la gente lo disfrute. Si hago un jardín botánico es para que se difunda y cale el amor por las plantas, pero solo se puede enseñar de manera controlada y didáctica.

— ¿Cómo se visita?.
— Bien a través de la inscripción en los cursos o concertando visitas particulares. Trabajamos con dos agencias que traen visitantes internacionales; directores de museos de auditorios, colectivos específicos, y contratan tarifas dependiendo si quieren solo visitar o, también, pasear y comer, incluso a veces han pedido algún concierto. Muchos, después de una jornada completa se quedan a dormir en la zona. También podemos organizar visitas concertadas por teléfono, desde La Matita (921-403077) o directamente (696158423).

— Vive a caballo entre Madrid y Collado Hermoso. ¿Qué le aporta este espacio y qué relación tiene con Collado y Segovia?.
— Muchísima y mi aspiración es poder vivir aquí aún más tiempo. Ahora vengo todas las semanas, pero quiero quedarme aquí. Lo que sucede es que hasta ahora ha habido que trabajar mucho desde Madrid para darle difusión al proyecto y generar encargos y ventas para sobrevivir. Ahora que el equipo de Madrid está consolidado, mi idea es quedarme aquí al menos cinco días a la semana. Me apasiona este lugar y la gente de Collado, que siempre nos ha apoyado.

— ¿Sigue la vida cultural de Segovia o desde Collado es más complicado?.
— Mucho menos de lo que me gustaría, por eso estoy deseando vivir aquí más tiempo.
Hay citas que desde hace años procuro no perderme, como en el mes de Julio muchos de los actos de la programación del Festival Internacional de Segovia que dirigía Teresa Tardío hasta hace poco. También los conciertos de la Semana de Música Sacra en San Juan de los Caballeros, o algunos actos de Titirimundi, un festival realmente único. Sigo la vida de Segovia y su programación cultural, que es extensa y muy variada.

— Su afición a la montaña ¿qué parte de ‘culpa’ tuvo en la elección de este lugar de Guadarrama?.
— Fue determinante. Mi marido y yo somos alpinistas y seguimos escalando. Ya no hacemos ocho miles , entre otras cosas porque uno debe habituarse a la edad y, además, no nos atrae el concepto actual que hay alrededor de ello. Pero seguimos yendo a la montaña y escalando, ya sea en Guadarrama, en Gredos, Pirineos o Patagonia. No lo hacemos ya como la gente joven, que se emplea de forma extrema, pero seguimos. Cuando adquirimos la casita del molino viejo buscábamos un lugar para descansar y leer y pasear y este sitio es indescriptible. Como madrileña y deportista lo conocía. He venido desde pequeña a La Mujer muerta, hemos hecho mucha bici por Navafria y esquí de fondo. Más que por la parte cultural, nosotros nos vinimos a este lado de Segovia por la naturaleza y el deporte.

“Hasta ahora, la gente asociaba lo artesanal con lo hippie o lo étnico”

— En el entorno del monasterio todo gira en torno a la manufactura textil práctic ay teorica, con seminarios, conferencias y talleres. Abbate es la marca de emprendedora. ¿Hasta qué punto sus productos son apreciados por la calidad o por una especie de mitificación propia de nuestro tiempo, que valora lo manual. ¿Qué cree que buscan quienes compran sus tejidos?.
— Creo que nos está yendo bien por el diseño. Es un producto hecho a mano pero con diseño contemporáneo. La gente, hasta ahora, asociaba lo artesanal con lo hippie o étnico y las piezas de Abbate no tienen nada que ver con ello. Hay artesanía con diseño contemporáneo. Llevamos cuatro años participando en una Feria de Decoración, en París, y a la gente le gusta esa mezcla de manufactura textil con productos naturales pero diseños de ahora. Vienen muchos decoradores que quieren que les hagamos un cabecero, una alfombra, una manta o un mantel de dimensiones extraordinarias. Nos ha costado mucho llegar aquí. El pasado mayo se cumplían 5 años y, ahora, nos empieza a ir bien, pero al principio -en plena crisis- las pasamos canutas. La otra razón del asentamiento de la firma son los colores, muchos de los cuales son teñidos manualmente, aunque también trabajamos con hilaturas que compramos teñidas. Mi hija Camila, que es quien diseña. Tiene un sentido del color muy especial y eso es lo que más llama la atención: los tonos, los colores y la esquematización de las piezas, nada barrocas. De hecho, acabamos de impulsar la creación de una Asociación Española de Artesanía contemporánea.

— ¿Con qué denominador artesanal?.
— Estamos empezando pero el adjetivo que nos identifica es el de ‘contemporáneo’.
Tomamos de lo tradicional, la técnica y los materiales, pero el diseño es nuevo; más propio del siglo XXI. Es nuestra mezcla de elementos. En España hay gente que hace cosas bellísimas en muy distintos materiales; latón, cristal, barro, textiles, maderas… La asociación quiere dar visibilidad a ese nivel artístico excepcional y esa exquisitez en materiales y diseños. La sensibilidad en lo contemporáneo es realmente grande entre los creadores actuales. Empezamos, el pasado mes de marzo, con de siete miembros y dos de ellos somos de Segovia; nosotros y los diseñadores de la Fábrica de La Granja que hacen unas lámparas en cristal transparente soplado impresionantes.

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