El pasado 25 de octubre, leí en el periódico El Adelantado de Segovia, la noticia de que La Fábrica de Loza entra en La Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra.
Incluye el escrito la observación de que es imprescindible una intervención urgente para proteger y conservar este testimonio histórico de la industria cerámica segoviana.
El Adelantado se refiere por la fotografía que acompaña, a la finca donde estaba la Fábrica de Loza primitiva, que no existe. Se sustituyó a mediados del siglo XX por otra nueva y más moderna, instalada al otro lado del puente.
Lo que existe actualmente son las viviendas de la familia Vargas, que fuimos habitando poco a poco sus descendientes.
El edificio (sólo hay uno principal de varias alturas hasta el nivel del río), fue construido por mi tatarabuelo Marcos Vargas Mayorga, quien encargó el proyecto, según me informaron, a un estudio de arquitectos alemanes que llevaron a cabo una construcción característica y especial.
Tras pasar de padres a hijos, la finca acabó perteneciendo a mi madre, quien al quedarse viuda en 1985 decidió ponerla a la venta, que si no me equivoco, se hizo efectiva en 1987.
Tanto el edificio principal, como los anejos y zonas de jardín, se encontraban en el momento de la venta en perfecto estado de mantenimiento, como estuvieron siempre.

A partir de esta venta, a lo largo de los años, pude ir observando con gran tristeza, cómo iban desapareciendo las cerámicas de la puerta de entrada, de las buhardillas….etc… etc, y se iba descuidando la finca, con una apariencia de abandono alarmante.
El estado de abandono de la misma durante el transcurso de estos 38 años que han pasado, me llevó a denunciarlo en varias ocasiones a los responsables de Urbanismo del Ayuntamiento, pero nunca conseguí respuesta alguna.
Curiosamente, el día 5/04/1996 se aprobó definitivamente la Ordenanza Reguladora del Deber de Conservación y el Estado Ruinoso de las Edificaciones de la que escojo un párrafo interesante:
“La destrucción del patrimonio edificatorio existente para su sustitución por otro de mayor aprovechamiento, es un peligro que amenaza a cualquier ciudad histórico-artística como la nuestra. El abandono progresivo de los deberes de conservación y mantenimiento de la seguridad, salubridad y ornato público exigidos por las leyes, es el primer paso en el camino mencionado. Ese abandono propicia frecuentemente la declaración en ruina de los edificios, que acaba siendo utilizada como instrumento de demolición de los mismos, para su sustitución por otros con mayor y mejor aprovechamiento. Incluso aunque no se llegue a tal extremo, ocasiona dicho abandono una pérdida paulatina de las condiciones de habitabilidad y ornato público de las edificaciones que, si no puede ser tolerada de forma general, menos tolerable es en nuestra Ciudad que, por sus características, debe mantener una imagen permanentemente pulcra.”
Me molesté en recordarlo, tampoco dio resultado…
Carlos Arnanz Ruiz, publicó en El Adelantado de Segovia de los días 17 y 18 de mayo de 2024, sendos artículos titulados ‘Salvemos la Fábrica de Loza’ en los que hacía referencia al estado de abandono en que se encontraba.

¿Cómo no van a estar las estructuras debilitadas y las cubiertas dañadas, si el abandono total y absoluto durante estos años, ha forzado el proceso de ruina? Lo extraño sería que no estuvieran así.
Me uno a las voces que piden a las autoridades responsables, su intervención para parar este deterioro y el esfuerzo para encontrar una solución digna, la que sea, pero digna, para esta finca.
BREVE HISTORIA DE LA FÁBRICA
Mi tatarabuelo Marcos Vargas Mayorga, compró La Fábrica de Loza en 1875 a Melitón Martín ingeniero segoviano, que la había edificado sobre las ruinas de una antigua fábrica de paños, que se quemó en agosto de 1827.
El nuevo propietario junto a sus hermanos, se impuso en el mecanismo de fabricación y a fuerza de constancia, desvelos y capital, lograron hacer de esta fábrica sin duda, una de las mejores del país.
A la muerte de mi tatarabuelo en 1914, le sucedieron en la dirección mi bisabuela y posteriormente mi abuelo hasta el año 1969 en que falleció, continuando su funcionamiento bajo la gestión de dos generaciones más hasta el año 92 del siglo XX, en que cerró sus puertas.
Daniel Zuloaga Boneta, debido a que se le quedó pequeño su taller de Madrid llegó en 1893 a un acuerdo con la familia Vargas, para llevar a cabo sus trabajos en la Fábrica de Loza. En 1906 se marchó a Pasajes de San Juan, regresando a Segovia en 1907, pero ya a San Juan de los Caballeros, donde instaló su taller y su vivienda.
Gregorio Arnanz RodrÍguez, primero alumno de Zuloaga y posteriormente, plenamente autónomo en su quehacer, también se marchó de la Fábrica en 1906, pero regresó posteriormente, llevando la dirección artística en sustitución de Zuloaga y realizando obras de gran valor, que muchas veces no se le reconocieron debidamente.
La influencia de estos dos maestros ceramistas fue importantísima, pues colaboraron ciertamente en el esplendor de una época artística irrepetible, pero siempre acompañados por el buen hacer y profesionalidad de los propietarios, que se dejaron vida y dineros por mantener la empresa.
La Fábrica de Loza ‘La Segoviana’ gozó de enorme prestigio dentro y fuera de España hasta los años 80 del siglo XX en que desgraciadamente empezaron a disminuir los pedidos, iniciándose el camino al cierre.
Agradezco enormemente al Adelantado de Segovia, la oportunidad que me ha dado para poder explicarme.