La Fábrica de Loza ‘La Segoviana’ o de Los Vargas entra en la Lista Roja del Patrimonio, de Hispania Nostra, organismo que considera que se encuentra en un estado de conservación «muy deteriorado». Esta fábrica, ubicada junto al río Eresma en el barrio de San Lorenzo de Segovia, abrió sus puertas en 1861 por el segoviano Melitón Martín.
Tras décadas de abandono y el fracaso del proyecto hotelero en 2013, el edificio presenta estructuras debilitadas, cubiertas dañadas y elementos originales de cerámica y fábrica en riesgo de pérdida. En la zona sur la degradación afecta tanto a la fachada como a los interiores y tejado, con humedades, grietas y pérdida de materiales que comprometen su integridad. En la norte la situación es, si cabe, peor, con un batiburrillo de elementos decimonónicos deteriorados, basura y partes del fallido hotel a medio terminar.
La falta de mantenimiento prolongado, okupaciones, botellones y la presión urbanística que intenta su venta desde 2024 para demolerlo y construir 47 viviendas, agravan la situación, haciendo imprescindible una intervención urgente para proteger y conservar este testimonio histórico de la industria cerámica segoviana.
HISTORIA DE LA FÁBRICA
Desde sus inicios, la fábrica se dedicó a la producción de loza y cerámica, aunque las dificultades económicas llevaron a Martín a venderla poco tiempo después. En 1875, la adquirió Marcos Vargas, un empresario que, pese a no ser especialista en cerámica, supo reconocer el potencial del establecimiento y confió la dirección técnica a expertos en la materia. Bajo su gestión y la de sus hermanos, la fábrica alcanzó altos niveles de calidad, consolidándose como uno de los principales centros de producción industrial de Segovia con una de las cerámicas más reconocidas del país.
A finales del siglo XIX, la llegada del reconocido ceramista Daniel Zuloaga añadió prestigio y creatividad a la producción de La Segoviana, Zuloaga y su equipo crearon piezas de loza fina y cerámica artística que fueron apreciadas por instituciones como la Real Academia Española, además de adornar fachadas de edificios emblemáticos en Madrid, iglesias y palacios. Ejemplos de su trabajo incluyen los elementos decorativos del Ministerio de Fomento y el altar del Cristo de Lozoya en la catedral de Segovia.
Su estancia en la fábrica contribuyó a consolidar Segovia como un centro de innovación cerámica que en los años de máximo esplendor facturaba la ingente cantidad de entre 250.000 y 300.000 pesetas anuales.
Durante el siglo XX, aunque la actividad industrial continuó de forma intermitente, la fábrica fue perdiendo protagonismo frente a otros talleres y centros de cerámica en la ciudad, como La Peladera o La Innovadora. La propiedad pasó por distintos titulares hasta que, tras el cierre definitivo en 1992, el edificio quedó abandonado, acumulando deterioro y pérdida progresiva de elementos originales.
Entre 2007 y 2013 se intentó reconvertir la zona al norte de la avenida Vía Roma en un complejo hotelero y residencial y, aunque se llegó a articular en terrenos de la antigua fábrica la plaza Luis Conde de la Cruz con una residencia universitaria, una escuela infantil y varios pisos, buena parte del proyecto fracasó a medio construir, dejando el edificio en un estado de abandono aún más crítico. Desde entonces, la Fábrica de Loza La Segoviana ha permanecido como lugar marginal, vandalizado y degradado.
