Originariamente, la palabra ‘escuela’ significaba ‘tiempo libre’. Ese tiempo que, de forma voluntaria y gratificante cada uno elige para llegar al conocimiento de las cosas y así adentrarse en la conquista de su propia libertad. Modernamente, la organización educativa que mejor ha sabido recoger estos principios y respetarlos, ha sido la prestigiosa Institución Libre de Enseñanza (ILE).
Viene ocurriendo con la Institución Libre de Enseñanza, que, de forma injusta, casi siempre por desconocimiento, o simplemente en base a ciertas ideologías, se la menciona con cierto desprecio o descalificación en los medios. La ILE, en España, recoge, fundamentalmente del krausismo su acertada doctrina pedagógica y con ella, personalidades relevantes de todos conocidas, establecen, sin duda alguna, el mejor plan de estudios que haya existido jamás en todos los niveles de la enseñanza en España. Pero sucede que, al acabar con ciertos consorcios, reacios como siempre, a perder sus privilegios económicos y su control social, con la anuencia de la dictadura, las escuelas e institutos se convirtieron en oscuros centros regidos por docentes con una deficiente preparación. Y así, generación tras generación hemos caminado por aulas mediocres, aulas mal dotadas y una falta de respeto a los a los derechos del alumno en lo que se refiere a sus valores individuales y a su libertad. Desaparecieron las espléndidas bibliotecas escolares. En esas escuelas no había libros, como mucho, un Quijote, que lamentablemente, tan solo se utilizaba para los dictados.
Era la época de Marcelino Domingo como ministro de Educación y de la ILE
Y digo esto, porque en una reciente entrevista a uno de los intelectuales más relevantes de nuestro país, afirmaba con 92 años que siempre recordaría con admiración, la escuela de su pueblo, cuando tenía 12 años y a su maestro. Era la época de Marcelino Domingo como ministro de Educación y de la ILE. Diariamente les leía un trozo de El Quijote que luego comentaban largamente. No defiende los currículos, objetivos o programas y para ello se basa en su propia experiencia, que arranca en una escuela de pueblo bien dotada y con maestros preparados.
Pero vinieron tiempos difíciles para la escuela, pues, durante muchos años, a sus sucias y polvorientas aulas, carentes de libros, se unía la consabida falta de preparación de los docentes. El Quijote, como se ha dicho, sólo se utilizaba para los dictados: ni lectura, ni comentarios; solo ortografía. ¿Cómo ante lo que atesora el texto cervantino podía pasarse de largo en cuestiones de moral, costumbristas, sociales y de toda la sabiduría que encierra? En el armario de aquellas polvorientas escuelas tan sólo había horribles enciclopedias y viejos catecismos.
Y durante muchos años siguieron llegando a las aulas docentes escasamente preparados y en consecuencia sin la capacidad adecuada para transmitir atinadas cotas de conocimientos y de desarrollo de los alumnos. Fundamentalmente por el bajo nivel de lo que a ellos se les transmitía en Enseñanzas Superiores. Difícilmente podían lograr progreso alguno en la capacidad de sus alumnos. Apenas se respetaba su libertad: tan solo doctrina y obediencia.
El Inquisidor, conmovido y admirado, le deja en libertad
Me viene a la memoria aquel capítulo de Dostoyevski en ‘Los Hermanos Karamazov’. El Inquisidor de Sevilla había encerrado a Jesús con intención de llevarle a la hoguera, porque había vuelto para seguir predicando sobre la libertad. El Inquisidor le echa una soflama acerca que ahora se enseña el dogma, el pecado y la obediencia, sobre todo esta última. El Maestro, cuando el Inquisidor acaba su soflama, se levanta y le da un beso. El Inquisidor, conmovido y admirado, le deja en libertad.
Aprovechando esta bella narración y salvando todas las distancias, si se me permite, acabaría este comentario afirmando que el Inquisidor, en el plano docente, representa la vieja escuela impuesta en la dictadura y que tantos hemos sufrido. Por contra, El Maestro representaría a la agraviada Institución Libre de Enseñanza.
Dada su relevancia, no resulta difícil encontrar citados a científicos, escritores e intelectuales destacados –nacionales e internacionales–, vinculados, en toda su trayectoria, a la ILE.