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La escasez de ayer

por Pablo Martín Cantalejo
16 de septiembre de 2025
en Tribuna
PABLO MARTIN CANTALEJO web 1
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Luis Mester

¡Aquellos trenes de vapor!

LA UE Y EL INDULTO A PUIGDEMONT

Muchos de mis amables y pacientes lectores recordarán aquellos ya lejanos tiempos en que la escasez era la nota predominante en nuestra España. Especialmente en el periodo de postguerra de aquella contienda inexplicable entre los propios españoles, solo por ideales contrapuestos que nadie supo atajar para conseguir acuerdos de paz.

Bueno, pues he aquí que la escasez de todo fue general. Las fabricas no producían apenas y los comercios de alimentación y demás especialidades, carecían de materia prima para poder ofrecer a los clientes que, dicho sea de paso, tampoco tenían reservas monetarias muy importantes. Por ello no había trajes de hombre ni vestidos de señoras, ni calzados ni otros muchos objetos necesarios para poder desarrollar una vida normal. Incluso los alimentos estaban sometidos a unas tarjetas de racionamiento; y elemento muy principal, el pan. Por cierto que a los que hicimos la mili como voluntarios en el Regimiento, al permitirnos la salida para comer en nuestras casas nos daban el correspondiente “ chusco” de pan, que solíamos vender seguidamente a las carameleras situadas en el soportal del Mesón de Cándido, y ellas “negociarían” a su modo con los que les solicitaran ese pan.

Muchos episodios curiosos podrían referirse con aquella situación, que afectaba también a los pueblos, aunque sus habitantes aprovechaban la ganadería y las huertas, dándose la circunstancia de que en varios de esos pueblos aún no habían suministrado la energía eléctrica. Por eso, un buen día uno de los pobladores de allá vino a un establecimiento situado en el Azoguejo donde vendían aparatos de radio y otros productos similares. Al comprador  le enseñaron varios, se inclinó por uno, pagó religiosamente –eso sí, la gente era muy cumplidora – y se lo llevó a casa. Días después volvió a la tienda compungido y diciendo que la radio no funcionaba. El empleado le mostró el cable del aparatito para enchufar, y fue cuando el buen hombre exclamó: ¡Ah, claro, pero es que a mi pueblo aún no han llevado la luz!.

De estas y similares historias podrían contar mis lectores, pues se produjeron con harta frecuencia. La escasez llegaba a todas partes, y había que hacer equilibrios para poder subsistir en familia donde, por ejemplo, las madres, siempre dando ejemplo de lo que son, podían comprar para marido e hijos unas rajas de merluza mientras ellas se   preparaban un chicharro e iban abonando poco a poco la deuda, a medidas que llegaban algunos ingresos a sus casas.

En cuanto a cuestiones como viajes y similares, tampoco había mucha afición a realizarlos, especialmente, insisto, por la no abundancia de ingreso mensuales, o semanales, que era como se abonaban entonces. Trenes de vapor con vagones de madera, automóviles solo en manos de los más poderosos, la aviación apenas se conocía, y menos los viajes en trasatlánticos, que tampoco abundaban.

Total, que el panorama era propio para apretarse bien el cinturón, como se decía, y se buscaban salidas y remedios por cualquier parte.

En cuanto a la política, como no se podía comentar, como no fuera por la construcción de pantanos que ordenaba el “jefe supremo” –que ahí está-, y los silos para albergar el grano de reserva.

Podías ir, eso sí, a algún río cercano para conseguir un puñado de buenas truchas o de cangrejos, pero eso fue hasta que alguien, aprovechando una especial situación, nos “importó” cangrejos americanos –no sé si con aranceles o sin ellos- pero lo cierto es que hicieron polvo a los autóctonos, o sea como el si el Madrid o el Barcelona perdieran sus partidos entre ambos equipos en sus respectivas casas

Y vámonos antes de que la oposición venga a hacer eso que es obligación suya, oponerse, aunque sea a las muchas y oportunas obras que se están realizando en nuestras calles y plazas, con las naturales molestias pero que hay que soportar por el bien de todos los ciudadanos.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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